."Lecciones que hoy aprendo".

1 comentarios sábado, 10 de noviembre de 2012
Me lo creí. Pobre de mi en los intentos de hacer pensar que no fuera cierto, parecido a las condenas que nadie acepta pero ven pasar el tiempo. Aceptado el error surge el temor y desconsuelo, porque por algo se premia o se deja de lado, por cortesía lo he sabido en su silencio. Como ocurre con la marea y la costa, todos los días volvía. Y todos los días encontraba en aquello algo distinto, y a la vez nada nuevo. Hasta que el sol me avisó, harto de lo que veía, que no resistía más intentos. Y un dia dejé de hacerlo. No volví más por su recuerdo.
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"Balada del niño mayor" -Cuento corto-

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Se miró al espejo y trató de cerrar la camisa hasta el cuello. Pero no lograba coordinar la imagen al revés y el ojal se resistía a abrirse, respiró harto. Se miró a los ojos y sabía que estaba nervioso. Además jamás se había ajustado tanto la camisa, sin embargo lo quería hacer. Le pareció un botón muy pequeño para un ojal demasiado grande y cuando por fin pudo anudó la corbata. Se rascó la cabeza y desacomodó un poco el pelo, se sentía encorsetado, como esos dibujos de los moldes que en alguna revista vio una vez, que las mujeres aparecen derechas como el Obelisco. Se puso el saco y sabiendo que nada tenía igualmente revisó el bolsillo de adentro. Finalmente se miró de pies a cabeza. Sus piernas chuecas no podían disimular unos zapatos muy lustrados, los pantalones grandes y planchados, el cinturón que le quedaba un poco justo. Al final era un dia más, lo quería vivir de ese modo. Desayunó, buscó sus cosas, salió a la calle, caminó tres cuadras y luego una a la izquierda. Por fin llegó. Se soltó de la mano de su mamá. Y entró corriendo a la escuela.
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."Aprendiendo".

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No hay manos que retengan el sueño. Conocer el material con que la vida está hecha debería de servir para amar sin dar más vueltas. Pero lineal nada es posible, uno arma sus certezas, sus caminos circulares, los senderos que elige y deja. Cierta vez a mi me explicaron que nadie toma el alma, o es llevado. Que suele a veces seguirse a quien termina por perseguirme, obstinación, esfuerzo, tiempo. Deseo. Lo que siento y no me sirve. Termina uno aprendiendo lo que nadie enseña leyendo. Momentos en que amar suele servirle al complejo arte de fingir esperar que usa quien se va yendo. El dia que lo supe fue para comprender que mi alma late en serio. Ya no hay manos que retengan el sueño.
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."Su retrato".

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La que impone hasta su ausencia, la que juega a que es eterna, retenida en la memoria de quienes rezan por no verla. Dejando quererse asi, volviendo siempre al enojo, a la distancia infinita, al placer de cierto antojo. No es rebelde sin pelea, no es actriz aunque lo sueña, tiene amor entre algodones, tiene manos que lo aprietan. Pelea por un anhelo no en conjunto, sólo el de ella, suele dar amor en dosis y recibe más de la cuenta. Dueña de la balanza, hábil con las mareas, siempre encuentra a quien perdido de sueños la favorezca. El retrato es de un converso, despegado el corazón de su impronta tan deseable, tan deseable como el dolor. La veo soñar ahora haciendo de nuevo tarea. Buscando otra vez fallar, golpear otra alma certera. Es presencia y deja ausencia.
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"Serena" -Cuento corto-

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Tomó la luna y aprovechando que no estaba llena pudo traerla sin problemas. Sacó del cielo más cosas, de noche está permitido, de dia nadie ve nada. Eligió cuatro estrellas, las que le parecían que mejor brillaban desde la Tierra, las ubicó al lado de su casa nueva. Trajo del sur viento, del norte calor, del este agua, del oeste montañas. El ruido a imponencia se lo dio el espacio que con la mirada hizo apenas terminado el rejunte, y lo volvió pleno. Miró satisfecho el escenario completo, sintió no faltarle nada, en esa especie de soberbia callada tan humana. Y respiró el aire nuevo mientras acostado sobre el piso su noche era el principio de lo perfecto. Llegaron las horas, los días, los años y los momentos pero él nunca lo notaba, la felicidad es sorda y ciega si no es avisada. Mucho tiempo después alguien caminando se encuentra en el piso estrellas, vientos, mares, montañas, calor. Ruido. Y a un hombre desconocido que rogaba por ayuda. “Llegué justo”, dijo la Paciencia. El Amor la miró, tuvo fortuna. Sólo de noche la luna es guía oportuna.
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"Lo que se lleva" -Cuento corto-

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Juntó los hombros y en los bolsillos de la campera color naranja hundió más profundo sus dos manos. El frio es una sensación placentera si se está a cubierto de él, esta vez no quiso llevar gorro. Dejó que su pelo largo jugara un poco con el viento arremolinado de la costa, empezó a caminar bordeando aquello imperfecto, cierta línea entre gris y blanca que se iba rápidamente borrando. Jugó a que daba más de dos pasos y estiró su pie haciendo punta, se dio vuelta enseguida para ver si alguien la veía, odiaba parecer infantil. Miró fijo el horizonte algo brumoso por el efecto del sol, quiso ser aquella ave que rasante pasaba, se detuvo en lo que consideró era mitad de camino. Tomó el sol abriendo sus brazos. El mar, en sus oídos de recuerdos precisos. Dio placer a sus ojos, que cerró por un momento para que oyeran, por una vez oyeran. Impregnó el corazón de aire, su latido llevaría un poco de ella, y mio. Alejada, la miraba el color de sus mañanas. Envidiando se quedara con buena parte de la magia, en dosis de las buenas, las que curan. Como su alma.
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."Amor tibio".

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Nada es lo que te di. Alejado el destino de manos que no lo buscaron, volvió libre al espacio que le habían dado, del que nació un dia sus ganas de comprobar qué tantas palabras tenía su verdad, la escuchada. Llegó para estar con quien vio lejos, y la desconoció. Le hizo espacio en el corazón con el peor remedio del humano a los sueños y quimeras: la espera. Quiso crear un presente acotado a dos miradas, y naufragó cuando ella cerró los ojos, como faro que ya no guía porque nunca lo querría. Ni ayer, ni hoy, ni mañana, ni a quien venga. El destino aceptó que a nadie había encontrado, se dio vuelta y desandó el camino. Sola y libre quedó la tibieza. Buscando siempre alejar a quien acerca.
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."Verde".

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Hay algo que tiene ese color. El árbol de las almas, el que uno quiere, el que anhela esté presente. También ciertos sabores, fotos, recuerdos, miedos sin rencores. Color de búsqueda en dos manos y en espejo, corazones. Dicen que lo vieron, lo sabemos, al pie de los cerros, en el jardín del abuelo, en tonos allá a lo lejos donde perdemos los pensamientos. En todos esos lugares y en algunos que aun no vemos suele posarse Dios. Y el color que los dos queremos.
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."Dulce penitencia".

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Una mujer disimulaba su presencia mezclada entre otras esencias. Estaba fatalmente condenada a besar y hacer diluvio, estrellas, nieve, agua. Tierra. Pero ninguna forma humana volvía a estar tal cual, luego de ella. Un dia besó a un muchacho y desintegró su imagen entera. Otra vez besó el suelo, mezcla de pasto y buena cosecha. Cuando vio resquebrajarse la parte que supo quererla se alejó rápidamente evitando la condena. Lo último que supe es que estaba caminando. De dia si besa la luna, de sol si se lo propone, en lugares sin rencores, en sitios de desencanto. Donde nadie suele verla pero yo sí, anoche. Y de vez en cuando.
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"La costurera" -Cuento corto-

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Sandra recuerda la primera vez en que sintió pánico escénico perfectamente. Cuando tenía seis años tomó de adentro de un placard un costurero de esos con tapa algo descosida por viejo (en casa de costureros, cuchillo de palo) y el contenido entero de las dos divisiones de la caja cayeron como catarata. Sandra se quedó quieta y se tapó los oídos mientras hebillas, dedales, agujas e imanes quedaron a su alrededor. El mundo se había venido abajo para Sandra, caído al suelo. Apareció su abuela gritando, buscó unos botones celestes que como eran chiquitos habían saltado bien lejos. La mamá se puso los brazos en jarra y miraba la escena sin decir una palabra. Una de las tias, de visita en la casa la miró a Sandra, amagó a retarla. “Salí de acá”, le dijo la abuela, con temor a que el botón justo lo estuviera pisando. Los siete años de Sandra quedaron conmovidos y se puso al lado de la pared del pasillo, nadie reparaba en ella. Tres mujeres agachadas intentaban juntar todo del suelo. Tuvo suerte con las dos tijeras, porque como iban trabadas en la caja quedaron en su lugar, no se desprendieron. La abuela pidió un escobillón, Sandra quiso ayudar con la pala pero nadie la oyó. Se puso a mirar todo desde la entrada a la cocina. Su mamá le dijo “nunca más sacás el costurero sola, nunca. ¿Oíste?”. Dicen que Sandra, ahora de grande, guarda todo en muebles de la cintura hacia abajo. Pero el sábado se puso a ordenar cosas, el costurero quedó mal ubicado arriba de la heladera, la abrió y todo cayó. Y se quedó quieta. Y se tapó los oídos. Y el recuerdo la sorprendió, plena. Volvió a ser la chica del costurero sin que nadie lo supiera.
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."El momento".

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Un solo reloj marca el tiempo y tu tiempo. Quien con dulce apuro trae alivio a tu razón siempre espera en todas tus puertas abiertas, fijate. Nadie te sigue, nadie combate las inseguridades, los apurados detalles que exigimos a todos pero perdemos en nosotros de a poco. Cuando encontremos un reloj que no marque, cuando el tiempo presente sea este, el que se ha ido. El que ya no vuelve. Cuando tengas dos agujas que acompañan sensaciones sin herirlas ni apurarlas. Cuando sea realmente tu deseo, cuando lo detengas y conserves, ahí sabrás. Una hora de vida en punto. La que conviene.
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"El que se mira" -Cuento corto-

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Guardó sigilosamente todo lo que de él dijeron. Durante años se preocupó en archivar comentarios, interrogantes, opiniones de quienes lo conocían y de quienes no. Sus aciertos y errores vistos por otros ojos. Sus gustos, sometidos al análisis de otras personas. El sentido de sus dichos cuando escribía y lo que provocaba en quien leía. Pasó el tiempo y de eso nunca se percató. Fueron años de guardar lo que decían y las hojas de los textos encuadernados se fueron poniendo amarillas. Hasta que descubrió que atesoraba aquello que no le importaba y fue a buscar ese material. En un costado y debajo de un armario de su infancia, estaban todas esas opiniones. Tenían tierra arriba y bien envueltas en un celofán celeste. Sacó de a una las carpetas, en perfecto orden estaban. Eran tres grandes biblioratos y agachado en el piso mientras se rascaba la cabeza se quedó pensando: uno de título llevaba “Lo que han dicho de mi”. El otro era “Lo que yo he dicho de los demás”. Y el tercero “Lo que ellos y yo hemos mentido de mi”. Tomó coraje y de a una rompió las páginas de los dos primeros biblioratos. Del tercero, aun, no sabemos si lo sigue usando. Pareciera escrito: le sirve de tanto en tanto.
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."Pensar en el camino".

1 comentarios viernes, 26 de octubre de 2012
Los espacios vacíos completan todas las personas que he sido. Como en capas que dejan traslucidos algunos recreos del destino, se fueron juntando y se ven desconocidos. El hartazgo, la sinrazón, el precavido. Las malicias, nuestra Fé, el sentido del olvido. La constancia, el poder, el desvarío. La ilusión al lado del espejismo, el orden como amante clandestino, el sitio donde todo late conmigo. El nivel de mirar a quien ha sido ese hombre sin saber que había nacido con espacios que completa. Aun vacíos.
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"Salvador" -Cuento corto-

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Un hombre cantaba en voz baja en el colectivo, con auriculares puestos. Perdido en medio del ruido de un transporte público su voz no molestaba. Otro hombre lo miraba con atención y algo de pena, sentía que daba un espectáculo que se podría evitar, además cantaba realmente mal. Ambos se bajaron en el mismo lugar, el de los auriculares lo hace primero. El otro hombre comienza también a bajar y ve que un auto sobre la derecha avanza, el hombre de auriculares mirando hacia adelante no lo veía. Rápido de reflejos el que estaba a punto de bajarse empuja al otro hombre y ambos caen pesadamente sobre el cordón, el auto frenó a centímetros. Varios los ayudan a levantarse. El hombre salvador se limpia el traje, el de auriculares se mira el celular y los brazos sucios, su espalda encorvada y su ropa totalmente blanca algo arrugada. Le agradece el gesto, le dice que le debe una. La gente alrededor ve que no hay dramatismo en la escena y se van rápido. El hombre salvador quiso saber qué era lo que el otro estaba oyendo. Se sorprende cuando le dice que nunca escucha nada. Que se pone los auriculares para aislarse un rato, que le molesta el ruido del tránsito. Que canta canciones que recuerda. Que suele trabajar bastante cuidando a gente de cosas parecidas. Le dice que no olvidará lo que por él ha hecho. El hombre salvador se queda mirando al Angel, que se va alejando. Por Cerrito, derecho.
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."De pie llegando". Homenaje a Luján y su Basílica

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Un largo camino que primero se ve lejano. Con el tiempo se pone a mano, de una explanada de suelo igualado encajado entre algunos arcos de recova pintados. Faroles observan en línea su trazo, el rumbo se ensancha, permite al osado entrar bien de frente o arrimarse de a poco, a un costado. Algunas personas que van caminando miran a uno y no soy el extraño. El piso es de piedra, no es liso, tiene salientes, es de cuidado. No se oye nada y a la vez se oye el espacio de todas las cosas que la están rodeando. Quizás la idea de omnipotencia me haga sentir solo, más bien único. Y avanzo. Y entro, y confirmo lo lejano. Que suele estar mi paz cuando llego caminando.
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."Mundo encontrado". Basado en "Alicia en el país de las maravillas"

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Aquí, en este lugar, todo ocurre. El impulso se hace notar. La sorpresa se empeña en avisar. Un deseo siempre es realidad. Los contratiempos son contrarrestados. Una pelea nunca se lleva a cabo, se previenen sus razones. La suerte camina al lado esperando alguien la llame. Todos los días son martes, si alguien quiere que sea martes. O sábado. O viernes, o feriado no laborable. Aquí en este lugar, donde todo ocurre, el tiempo es el que nunca se toma cronometrado, cada cual sabe sus razones, momentos. Se festeja estar despierto, se siente el no hacernos daño. El reino es de puertas abiertas. Si ha leído confiado las palabras en renglones dados, es usted parte del reino. Ya le hemos avisado.
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"Cárcel de sol" -Cuento corto-

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Aflojó sus esposas, primero la muñeca izquierda y luego la derecha. Movió los brazos después de muchos años, le dolían huesos y músculos que ya desconocía. Se pudo quitar la venda de los ojos. Sentado en el piso sintió la oscuridad antes de verla, el piso de baldosas gastadas era de color crema, no lo sabía. Se puso de pie, miró las paredes grises y un rectángulo de claridad por donde el sol reflejaba un poco entre barrotes. Caminó viéndose los pies, impensado hasta hace un momento. Con las manos en los costados intentó mover mejor la cintura y apenas pudo. Se acercó a los barrotes, de techo a piso y de punta a punta de un lado. Se aferró juntando fuerte los dedos de las manos, quiso romperlos. De pronto los soltó y vio que no había candados. Empujó la reja hacia un costado y se abrió, haciendo un chillido de viejo engranaje. Miró desde adentro y no vio a nadie. Avanzó y salió. Se dio vuelta y vio su cárcel, con el tenue resplandor del rayo de sol en diagonal. Caminó unos tres metros, una eternidad. Hasta que salió libre, al fin. De su soledad.
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."La habitación del cambio".

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Tomé un cuadro y pinté. Azul, sobre negro. Blanco, sobre el celeste del cielo. Verde, simulando árboles a lo lejos. Algo de gris, que tapó al sol y lo transformó en florero. Los clavos de dos cuadros se volvieron rojos, los marcos de amarillo y la ventana de un marrón pardo y certero. El piso que estaba en madera lo tapé con violeta. Las cortinas de la habitación ligaron lo que me sobraba de naranja y ámbar, la silla de hierro y madera quedó en perfecto ocre y como nueva. Lo único que no toqué fue la imagen de la mujer. Que sentada y pensativa miraba por la ventana cómo el mundo a su alrededor cambiaba. De colores en mi alma.
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"En la arena esperando" -Cuento corto-

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Seguía en la playa esperando. Lo llenaron de recomendaciones. Algunos le dijeron que debía buscar con anteojos de gran aumento, una lupa de ser posible. Otros querían hacerlo razonar para que mire desde más lejos y descubrirlas entre tantas. La realidad es que no había receta asi que emprendió la tarea lo mejor que pudo. Se levantaba bien temprano y recorría la costa bordeando el mar. Cierta espuma traída por el viento le impedía fijarse bien, y debía apurar el paso cuando veía que el mar atacaba la costa. Si tocaban días nublados los aprovechaba y los de lluvia lo angustiaban. Cuando ocurría eso salía luego a mirar fijamente, caminaba más lento y se tomaba 24 horas. Nadie lo sabía pero él también buscaba de noche, contra todo pronóstico. Nadie busca algo sin luz y de noche. Hasta que ocurrió que mirando el reflejo de la luna en el agua vio esa especie de hilo blanco en el mar dibujado, que visto con entusiasmo parecía ser un indicio. Vio en la arena dos huellas que salían desde el agua. Las siguió hasta que amaneció, y cansado se sentó. Echó su espalda hacia atrás y se quedó dormido. Lo despertó al rato una mujer que le extendió la mano. Estaba un poco dormido pero le resultó raro que, caminando, veía claramente que cuando ella pisaba la arena no dejaba huellas. Como los ángeles. Como el que estaba esperando.
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."Credulidad".

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No quise ver la realidad, y entonces no quise verte. Elegí la construcción prejuiciosa del silencio que desvanece la razón de pensar si todo conviene. Las alas tienen vuelo en su memoria, uno se deja arrastrar por aquella imagen que cree omnipotente. Fuera de mi, lo que ella sienta en su mente, dentro de mi lo que siempre quise quererte. Hasta la hora en hacerme presente ahí donde el destino quiso que el punto fuese, el darme cuenta, el saberlo de antes, el actuar con dolor de un terco en ciernes. Allí donde era, es y seguirá estando. El más astuto, a lo lejos, de mis defectos ausentes.
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."Lejana desidia".

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La última vez que te vi no tenías frio. Ni estabas nerviosa, ni corrías impaciente a tu destino. Ni caías presurosa en los daños subjetivos que encierran miedos, nuestros miedos tuyos y mios. Ni lucías agitada estando quieta, ni frágil en la carrera, ni dudando de quien has sido. La última vez que te vi se hizo el dia mirando de costado la vida. Cuando caminabas y yo te seguía con cadencia, con esperanza presumida. En medio de todo descubrí el alimento que no satisface. El que deja sin hambre ni sed a quien te seguía. Volví a ser yo. La desidia ya no es mia.
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"Tragedia griega" -Cuento corto-

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Konstantinos esperaba paciente en la esquina de la calle. El centro de Grecia cerca de las cuatro de la tarde envidia poco a la Buenos Aires frenética, y el ruido de los autos le molestaban demasiado. Se arrimó a la pared de un local de ropa y esperó un par de minutos que sea la hora. Casi como en las películas, aparece María. Espiando en su reloj la hora y luego mirando hacia todos lados, con un piloto de vestir azul marino y los zapatos lustrosos. Konstantinos carraspeó y avanzó, estaba de espaldas a ella. Se habían conocido en un viaje de ella a Creta, luego Facebook armó los deseos, necesidades, el tiempo de espera. Después de tres meses se concretaba el encuentro. Konstantinos quería poner sus manos en los ojos de ella y preguntarle quién era, para que se diera cuenta. Le faltaban dos pasos cuando ella avanzó resuelta. Pero hacia adelante. Se abrazó a un hombre. Más alto que Konstantinos. Más elegante que Konstantinos. Y de más dinero que Konstantinos, porque luego de cruzar la calle él vio como ella subía al auto del hombre. Se miró la mano izquierda, con la bolsa y la caja de chocolate suizo. Pensó en los garabatos que había hecho en su oficina como ayuda-memoria para no olvidarse qué decir. Y qué no. Caminó dos cuadras, fue hasta el Metro. Volvió a su casa. Abrió por la noche Facebook y la vio conectada. Pero Konstantinos no iba a decirle que la extrañaba. Porque nunca la había conocido. Abrió la caja de chocolate, el suizo, y lamentó la virtualidad pasajera. Una auténtica tragedia griega.
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."Objeto envidiado".

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La brújula es un reloj en equilibrio. Retrocede si camino en sentido contrario, avanza si me guío por el punto señalado a veces fijo, que es uno mismo. Cierto es lo que marca cuando detenemos el paso, giramos buscando un norte, el reflejo de un rio, la posición de la estrella que hemos aprendido. Solemos descansar en su precisión, hacemos caso porque es infalible, cardinal y previsible. La guardamos cuando nos dice qué hacer y resuelto, el camino está dado. En un mundo subjetivo y descarnado la brújula es un reloj en equilibrio. Al que todos le hacen caso.
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."Planeta".

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Abrió la canilla para empezar a llenar los espacios vacíos en los surcos de los ríos. Sopló bien fuerte en las márgenes, sacó piedras de los caminos, hizo planicies y desniveles donde correspondía verlos. Trazó con su dedo índice la línea del horizonte y la hizo geoide, pero plana siempre la vimos. Presionó con su mano izquierda el suelo para formar cráteres, movió su mano derecha y juntó montañas en cordillera. Declaró dia al sol visto, y noche a cuando salieran todas las estrellas a ubicarse en su sitio, desde donde te miran. En el cielo compone y descompone el clima según lo viera, desiertos y primaveras se manejan con cautela, en ciclos, en vientos que traen y llevan. Eligió luego a dos y se cruzó de brazos a ver su obra completa. Le faltaba que gire. Miró fijo el planeta y ordenó que lo hiciera. Cielo, aire, mar. Dios. Y la Tierra.
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."Equidistante".

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Agradable espacio entre dos mundos inhabitados. El esencial y humano, regido por generales razonados, títulos nobiliarios, inquebrantable entusiasmo del hombre con un objetivo soñado. Impulso sin deseo, valores que ha heredado, motivos mezclados en alcanzar lo que otros quieren y han logrado. El otro mundo, en cambio, es un manto blanco de buenos augurios, de mesas vacias, de habitaciones con espacio. De inmensidades en la mano, de diálogos que sentimos más que escuchamos. Una brillante razón titilando, que gira sobre su eje y el centro no es un obstáculo. Donde sola me acompaña de a ratos, cuando ella y el sol hacen que cierre mis ojos. Antes de soñarlo dos mundos inhabitados en mi agradable espacio ven, como lentos, pasan mis razones. Y los años.
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."Ser imaginado".

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Cuatro flores de distinto color. Un arco iris teñido en su vestido. El poder de hacer un sueño dentro de otro sueño, y caer dos veces rendido. Ese silencio del que habla mi destino, sus palabras que cubren sin permiso como agua mi desierto, el anhelo dormido juega al sinsentido de verme para ella perdido, y me deja en la orilla que no pisará. Que veré partir a lo lejos, dos veces rendido. En su piel y en mi piel. De mi lado cuatro flores. Y el color de su vestido.
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"Dentro de si" -Cuento corto-

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Fue hasta ese cuarto, quiso prender la luz pero como siempre ocurre cuando no queremos, la lamparita se había quemado. Tanteó como cuando jugaba de chico al gallo ciego aunque ahora quería apurarse. Con la mano tocó una caja, dos valijas, algunos canastos. Esos canastos, recordaba, estaban a la izquierda del baúl. Adelantó un pie y en la plena oscuridad del cuarto lo tocó, sintió llegar al baúl repleto. Buscó el candado pequeño sin llave y lo abrió. Se escuchaba sólo su mano revolviendo papeles dentro de otros papeles doblados, carpetas, hojas sueltas. Sin ver eligió al azar, se iba a llevar una sola pero decidió fueran dos hojas. Cerró el baúl dejando la tapa caer. El ruido lo asustó y en la oscuridad intentó el camino de regreso. Pero en la oscuridad la memoria es otra y se chocó todo lo que había. Se le cayeron las hojas y con bastante suerte las recuperó. De nuevo sintió los canastos y sabía estaba cerca la puerta. Abrió y la claridad del afuera le molestó. Se dio vuelta, y cerró la puerta de su memoria entera. Leyó las hojas y la hizo idea. Un cuento sobre un hombre buscando en la oscuridad algo para vivir. Para escribir. Algunas letras.
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."Lo que se lleva".

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Listado de cosas eternas: Caricias, que en la piel quedan. La mano, cuando extendida alguien nos dio por vez primera. Una sonrisa, plena tras el regalo que uno hizo a quien lo espera. La mirada de autoridad sin más gestos a sabiendas. El color de aquel paisaje inesperado, el ritmo acelerado y los nervios de toda vez primera. Una enseñanza que de grande transmitimos, la que fuera. Esos días donde parece que todo saliera. La suerte de estar, justo cuando el destino quería que lo intuyeras. Lo que no se ve suelen ser cosas eternas. Sentidas, lloradas, reídas. Vividas. Corren por la sangre y sentís siempre sus huellas.
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."Te debo las razones".

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No hay mezcla hallada, ni media naranja, ni alma gemela. Ni otra vida que nos uniera. Ni el momento justo y de la justa manera, tampoco el de arriba arma la escena, ni hace sucesos para encuentro de quimeras. No hay duo de soledades eternas, ni temas en común en la mesa. Ni miradas cómplices aunque todos las vieran. Difícil hallar un dia de prueba, de ensayos frente al espejo para decir verdades a medias. Imposible las conveniencias, que se dejan ver como hilo de títere en un acto cualquiera. Nada parece, señoras, señores, formar la escena. De dos que se quieren aunque quieran saberla. Aquella razón que el alma completa.
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"Esperando" -Cuento corto-

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El pelo largo se movía con el viento arremolinado y ella juntaba los hombros para que el pullóver color crema la protegiera un poco más. De pronto se sintió única. En realidad sola, en esa especie de mundo aparte que todos los jueves la llevaba a mirar el rio un tanto revuelto a tres cuadras de su trabajo. Sin embargo no dejaba de pensar la manera de lograrlo. Durante dos semanas usaba sus 45 minutos, tiempo cronometrado para el almuerzo, imaginando la solución a esa especie de crucigrama que tenía en su cabeza. Si alguien le preguntaba por qué iba ahí, ella decía “para alejarme un poco”. Una vez el viento le hacía tanto ruido con la campera puesta que se la sacó, la puso debajo de una de sus piernas para que no se le volara, y miró fijo el horizonte celeste y marrón del cielo y el rio. Cerró los ojos con más resignación que buscando concentración. Empezó a llorar y paró el viento. Puso sus dos manos en la cara y el cielo se nubló. Buscó un pañuelo de esos de papel en la cartera y se arregló el maquillaje corrido. Mañana volverá Esperanza a contarle al rio cómo es eso de tratar con gente que cree haberla perdido. Ella todos los días los espera, a la hora del almuerzo, para mirar allá a lo lejos el cielo y el mar unidos. Si la encuentran, den aviso.
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."El ritmo acelerado".

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Nada mejor que soltarte la mano y sigas sintiendo por siempre el contacto. Cuando los dedos entrelazados no pueden ser mas que sueños criados, tomo la decisión de mirarte y asi soltarnos. Ni celos, ni esperanzas, ni razones frágiles de diccionario. El que diga lo que siento cuando hablo lo que hablo es seguro no conozca mis palabras en sus labios. Que repite en silencio sin querer ser callado el volumen de latidos. Que hacen de un par, unos cuantos.
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."De pie quien ha sido".

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Manso camino de largo recorrido, por varias mesetas y algún vago rio. Oyendo que vuelan lejanos, queridos, sonidos de siempre que escucho intuídos. Motivos de sobra si pienso qué he sido. Ayer la razón de hallar conocido lo que luego a destiempo pretendo en olvido. Presente siguiendo como sol peregrino desdicha arrogancia de amores vencidos. De sólo una cara, sin rostro, sólo el mio, de cientos y miles de suspiros crecidos que nunca terminan el aire que inspiro. Futuro es el suelo que aun veo tibio, de ideas tan viejas que cargo rendido, poniendo los pies donde me dice el destino. Queriendo ser otro en el manso camino. Sin dejar de ser uno en el largo recorrido.
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"Lo que deseo" -Cuento corto-

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La mala suerte de Javier Denet era casi un comentario de culto en su propio barrio. Allí adonde iba era tercamente probable que algún acontecimiento negativo ocurriera. Tanto fue asi que hasta el dia en que se recibió de abogado se cortó la luz justo cuando su diploma iba a ser entregado. Las habladurías no lo abandonaron nunca hasta que se cansó. Javier Denet se cansó. Tomó el diario y haciendo caso a varios consejos de amigos de fierro, llamó a esos números de teléfono de brujas. Concertó una cita por pocos pesos. Quinto piso en Almagro, mal iluminado. Una señora mayor sale desde atrás de un cortinado, túnica o algo parecido a vestido largo, pañuelo en la cabeza, gesto serio. Le pregunta su nombre, le pide le muestre una mano. Lo mira unos segundos eternos, juega con unas cartas, mezclando, pide que corte. Sobre la mesa dos partes de una baraja. La mujer mira hacia el techo (o el cielo) y da vuelta la primera carta. La separa y es una figura extraña. Sentada con las piernas cruzadas y los brazos extendidos, un rostro casi de felicidad, muchos colores. Debajo de la imagen la palabra DESEO. Pide la bruja que piense en uno, él le dice que jamás creyó en eso, que cree en lo que le pasa y ve. La bruja insiste, le dice que pida algo fuertemente, que las cartas no mienten. Ambos se miraron sabiendo qué había deseado él. Javier Denet le da la mano y feliz baja los cinco pisos del edificio de Almagro. De la bruja sólo se supo, años después, que de tanta mala suerte sólo podía decirles la verdad a sus clientes. Y todos duraban una sesión solamente. Peligros de desear lo que otro no tiene.
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."La vereda de enfrente".

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Acepto tus preguntas y respuestas, de quien quiere dominar bajo las reglas el sentido con que mira ciertas penas. Suave el alma se deja ver seca, disimulada en cientos de letras oídas que me llegan, tan tuyas como marcas del sol, eternas. Mentís tu delicadeza con actitud y sos la piel de noble corazón en tus silencios que laten con fuerza. Querrá el superior tomar riendas de cierta repetición, de estímulos que por bondad traigo hoy ante vos. De pelear negando pleito. De quererte tal cual sos. De verte y acordarme que viví reglas de amor.
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."Pagando enfados".

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Me quedé esperando una caricia en la puerta de tu enfado. Te vi orgullosa, el viento como aliado que mueve tu pelo que roza hombros, piel. Pasado. En silencio deseando ansiosamente la condena de dos ojos juzgando. Que pagaré sin que lo sepamos, sin que me dé cuenta. Y sin sentir nada a cambio. Recorreré con amor tu vocabulario, a falta de más diccionarios. Confiaré en saber lo que has aprendido, lo que conmigo aprendas, lo que nadie te ha enseñado. Lo que miro y me callo. En la puerta de tu enfado.
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"Ayudando-me" -Cuento corto-

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Levanté su pera para poder verle mejor la cara. No lo reconocí. Miré como siempre poniendo la cabeza de costado, como quien intenta recordar de donde tenía la imagen que estaba viendo. Ponía él los hombros hacia abajo, en esa pose de boxeador cansado de recibir golpes. Sus manos eran dos puños semicerrados, una de ellas temblaba de frio supongo, quizás de nervios. Estaba sentado y yo intenté que se pusiera de pie. No contaba mucho con su aprobación porque no se movía. Me rasqué la cabeza y dudé en seguir ayudando porque parecía no querer colaborar. Le dije mirándolo a la cara que quería hacer algo por él, que si asi no lo entendía me lo dijera y yo lo dejaba tranquilo. Me miró y me agarró de un brazo para afirmarse. Era joven de aspecto. Puso su espalda derecha y a medida que se iba incorporando lo fui soltando. Quedó de pie, de frente, inspeccionándome de arriba a abajo. Nos miramos algo extrañados, ambos torciendo la cabeza de costado para intentar recordarnos. Y me alejé del espejo para no seguirme mirando.
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."Aprender".

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Me encantaría comprenderte y a la vez cierto placer de conocerte llena de nubes todas las ilusiones, pintadas de azul presente. Es como abrir un regalo sabiendo lo que es, o si sorprende, abrirlo creyendo que es lo que al final no es. Tengo vacíos dentro de ecos, que se escuchan entre ellos lejanos y acostumbrados luego de momentos de libertad muy extraños, donde veía sólo lo necesario. Cometeré el error de ser a destajo la persona capaz de mostrar errores a errados, virtudes a extraños, deseos ante equivocados. Mojaré cierta ilusión en mares de quien veo, también nadando, interesados los dos en lo suyo y no ella en mi. Pero volveré a dejar de nadar para no ser yo y caer otra vez. Comprendiéndote por placer.
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"Reina del ajedrez" -Cuento corto-

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Estaba cansada de ser Reina. A su lado el Rey no le inspiraba mucha confianza, siempre pensando más en él que en el resto del mundo conocido. A veces la Reina lloraba sin que la vieran, dada vuelta ocultando su tristeza y cierto desconsuelo. ¿Qué podía hacer ella?. Respiró profundo y volvió como todos los días a pensar la situación. Su casa no lograba ser un refugio para sus problemas, porque era más bien grande  y le faltaba espíritu de hogar, con dos torres que la hacían sentir como en un castillo. Cierta vez confió en los que todos los días querían saber de ella. Pero para tener información, no para ayudarla. Se fueron enseguida. De esa gente está lleno el mundo, se sintió defraudada. Miró más adelante y vio a unas personas caminar con la cabeza gacha junto a unos caballos. Las reconoció porque todos los días la saludaban, estaban vestidos iguales y no sabía de qué trabajaban pero supuso que no muy lejos de su casa. A los dos días bajó hasta la puerta y los esperó. Cuando pasaron frente a ella la saludaron con una reverencia, el último de ellos la miró fijo para no olvidarla ni olvidarse su tarea. Asi, un dia la Reina hizo varios pasos, confió en el humilde peón que la escuchó, que la ayudó en su decisión. Y el juego terminó.
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."Dos miradas".

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Un niño imagina con los ojos abiertos, y un grande con los ojos cerrados. Un niño se concentra cuando el mundo se detiene sólo en lo que está interesado, un grande busca siempre algún motivo para aparentar cierto interés en ciertos trabajos. Un niño mira desde abajo hacia arriba buscando con la mirada gente más alta, un grande a veces suele bajar la mirada ante gente aun más baja. Un niño cree en algo porque lo hace, un grande sólo sabe que debe hacerlo. Un niño dice la verdad sin filtro, un grande fabrica para cada respuesta un filtro. Un niño desconoce preconceptos, ataduras morales, silencios de testigo, conveniencias. Un grande ejerce todo lo dicho. Un niño duerme en su cama tranquilo, con ideas sin formas de final sugerido. Tendrá tiempo, de grande, en soñar lo que ha sido.
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"Las carpetas" -Cuento corto-

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Caminó apurando el paso, como quien es perseguido. O persigue. El hombre parecía tener frio, con una prenda de tela fina color claro que dejaba ver sus brazos. No se escuchaba otra cosa que sus pensamientos en voz alta, y sonaba como quien expresa su bronca con regaños. Alrededor de él no había nada, sin embargo continuó caminando derecho en dirección a una puerta apenas visible entre algo parecido a la niebla. Estiró su brazo izquierdo para abrir la puerta y sostenerla al pasar, se perdió de vista. Pasaron unos tres interminables minutos y volvió a salir. Llevaba una carpeta, de esas incómodas de sostener, le pesaba la carga asi que se ayudaba con la rodilla para que no se le cayera. Entre aquello que parecía niebla, se dejaba ver una mesa, donde apoyó la pesada carpeta. La miró con brazos en jarra y resoplando. De pronto la claridad es como el sol de la mañana y el hombre baja la cabeza para no quedar enceguecido. “Buenos días. ¿Esto es lo de hoy?”. La carpeta decía miércoles 10 de octubre de 2012, el Ángel dijo que si. Y Dios leyó qué hizo el mundo invocándolo. Rió, lloró, se quedó pensando. Cerró la carpeta. No dijo nada y siguió de arriba mirando. El Ángel, a su lado.
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."La que a veces llega".

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La inspiración es un blanco papel que nunca tiene renglones. Ni sueños, ni inventos, ni ideas, ni dueños. Es un punto en un dia de sol, es la enfermedad de la razón que no duerme ni persigue a quien, tal vez, soy. Es una manta fría en invierno, es un poco de agua de la que no se ve en el desierto. Tiene brillo reflejado e incierto. Puede pasar por la puerta del ciego y ser vista por ellos sintiendo. La inspiración no tiene forma de nada, ni de nadie. Tiene anhelo en perseguidores tercos. Y por eso la espero.
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."Habitante".

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Habitaba una tierra que sentía lejana y profunda, con el horizonte alrededor de mis sueños y dudas, tan amplia era mi tierra que no me movía por temor y reverencia. Al final las cosas ocurrían de todas maneras, sólo contemplaba que me sucedieran. A mi horizonte un dia el mar llegó, una línea azul fina y tímida. Con los días se hizo ruido, dejó de ser plana y comenzó a rodearme donde estaba. Volvió mi tierra un círculo mínimo, temí nadar si el agua subía, temi alejarme de dudas conocidas, temí lo nuevo llevándome enseguida sin poder aferrarme al lugar que ya no había. Desde ese dia mi tierra es mar, lejana y profunda en sueños y dudas. Pero mia.
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.”Dejar caer”.(recuerdo de chico, bajar del tren en verano y desde la punta del andén ver el atardecer).

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La línea del horizonte cae al final del paisaje, nadie la lastima. Tiene energía porque detiene el camino de quienes preocupados la esquivan. Sólo en intención, porque tanto brilla que caen hipnotizados quienes ni sus pies saben si pisan. El camino hace una curva y el sol acompaña el giro en precisa recorrida, acelerando su paseo y deteniendo al humano que mira. Se pierde al sentir que se deja de ver, comienza el frio, la vista se acorta a nosotros mismos y al olor de las cosas, a los temores y amores de constancias celosas. Hasta al otro dia del mismo horario y en igual visita. Que hace a la gente olvidarse y no resignarse. Con la línea al final del paisaje.
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."A dos meses".

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Las heridas de amor son astutas. Se suelen esconder tras el corazón disimuladas en tiempo, en espera, en silenciosa resignación, como quien ve florecer una rosa de otro color al que soñó. Anidan y se expanden ilusiones desmedidas, recreaciones en la mente mas que reales concebidas. Y en algo se vuelve tirano todo el amor dado, porque somos egoístas si por ciegos nos creemos algo que nunca veremos. Sólo deseo, el que no arma lo que se ama, el que sólo lo cree un juego. El que nunca lo jugó, el que no conoce las reglas endebles de sufrir por eso. Durante siete meses escribí lo que sentí y no me duele el amor. Sino a diario haber expuesto una herida. De esas astutas.
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"Miradas subterráneas" -Cuento corto-

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Se miró en el reflejo del vidrio de la puerta del subte antes de bajar. Acomodó un poco su pelo y ya en el andén volvió a ponerse la cartera al hombro. Pero sólo estaba la correa. Miró al piso y comprendió que no se había desprendido, volvió a mirar el vagón de donde había bajado y un hombre sonreía mientras la puerta se cerraba, hubo un cruce de miradas de cinco segundos. Avanzó sin pensarlo y golpeó la puerta de metal pero el subte de todos modos arrancó. Buscó policías pero estaban en el otro extremo del andén. Se fijó si había cámaras pero no tuvo suerte, no las había. Resignada, Noelia miró al techo y pensó “que le aproveche”. En todo el dia no pudo olvidar esa cara que sonreía desde el vagón. A los diez días, ve su carnet del club GEBA en la boletería. Le dicen que eso y una cartera están en la oficina de objetos perdidos. Cuando llega, ve lo suyo dentro de una caja de cartón. Se fija en la cartera y estaba intacta, dinero, documentos, agenda, monedas. También un papel pequeño que decía “le pido disculpas, devuelvo las cosas como estaban. Me quedo con su mirada”. Desde aquel dia Noelia viaja en otro vagón y con otra cartera más segura. Y sus ojos como custodia de ladrones de miradas.
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"La trama al revés" -Cuento corto-

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Un cuento al revés. Ella y él fueron felices después de tanto pedirle al de arriba que en eso se fije. Luego lo imposible de lograr que se empezaba a vislumbrar, como castigo a la ansiedad de tanto querer buscar. Estando cerca, nunca tan lejana la verdad de lo que sentían por el otro al callar. Los oídos que aconsejan les pedían que se olvidaran de certezas, que no soñaran juntos estrellas. Dejaron de llamarse con latidos al unísono y el destino nunca supo cómo armar sus caminos. Se vieron de lejos y se dejaron ahí mismo, con extrañeza de olvidados conocidos. Dos personas solas por el barrio, una sin querer empuja a la otra, que desde el suelo queda mirando. Y cae como rey a sus pies. Un cuento al revés.
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."General de su batalla".

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Acta de rendición. Bajo el sol de este dia declaro como juramento dejar en brazos mis armas de quien acepto ganó, por serme sincero. Tras días de batalla por imponer soldados y criterios, concluyo algo herido y sin munición mi deseo. El compromiso es asumir que acepto la derrota de hecho, que seré dirigido tal como se habló primero adonde el ganador elija como prisión de momento. Accedió a mi petición de dejarme el traje puesto, el sombrero algo roto y mis botas con agujeros. Declaro como final que no quedarán prisioneros. Ni soldados, ni bandos, ni ideas de fusil de hierro. Firmando aquí al pie conmigo mi dignidad. Y Fe. Lo que en batalla no pierdo.
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."Fotos vivas".

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Tengo fotos en movimiento. Instantáneas que no frenan el momento preciso para hacerlo recuerdo sino que se activan siempre que yo las veo. Imágenes de gente que mira de frente preguntándome a mi qué es lo que siento. Razones puestas en el ir y venir de mis ojos queriendo ser parte de lo que afuera quedo. Hacen ruido para que las mire, les preste atención, me detenga en detalles pequeños. Nadie me llamó o quizás algo hizo que de camino al cielo me encuentre conmigo mirando extrañado. Las fotos en movimiento.
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."Dia".

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A jugar a ser precisos. A esperar pacientemente el resultado del sacrificio. A sostener dichos, sin más remedio que estar convencidos. A desear haber nacido regido por el buscado sentido. A pensarlo en función de quien por amor respiro. A los solitarios que no piden a Dios permiso. A quien urge encontrarse consigo mismo y necesita al sol de testigo. A la pureza del acto bien nacido. A los tibios deseos de cada latido. A todos ellos iré diciendo que el dia empieza. Que todo es nuevo, porque pieza por pieza asi lo veremos. Cuando sumo es para atrás, el hoy es siempre primero. Y es preciso mi juego.
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."Por fin se fue".

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Tengo muchas cosas para decirle. Y frente al papel en blanco, pocas para escribirle. Elijo bien mi comienzo, para que se sienta cómoda en el resto del texto, que tenga ganas de seguir con sus ojos mis renglones de motivos expuestos, de verdades con giros poéticos pero vivas en todo momento. La mano duele apretando fuerte la lapicera, como cuando de chico temía se me cayera al suelo, los nervios en el trazo los verá quizás sinceros. Con tanto para dar a veces el mundo se vuelve austero, como esas luces pequeñas de linternas del tamaño de un dedo. En ese reflejo sostengo mis renglones. Segunda carilla y el orden de temas que van surgiendo no me preocupan, me apuro a ordenar con la mente lo mejor que puedo mis claros motivos en claros conceptos. Veo el final de la hoja, quiero cerrar la idea, eso deseo. Escribo que ya fue el final, que mis letras no son el cierre. Que el cierre ya estaba hecho mucho antes que esta carta. Firmo al pie, doblo el papel en dos, cierro sobre. Y al adiós, el correo completa el resto.
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."Serenata". -Cuento corto-

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Se sintió el peor actor en medio de su peor película. Le pareció un detalle simpático que ella no olvidaría, de esos que pasados los años recordarían entre risas como un hecho visagra. Y justamente visagra, pero de una puerta, fue lo que sintió caer cerca suyo, aunque no se detuvo. Había apostado a ganador, de hecho hasta los primeros veinte segundos sintió la adrenalina del enamorado que con una patriada le demostraba valentía. Luego todo fue más cuesta arriba. Empezó a tallar la conciencia. Sus zapatos a apretarle, su voz a resquebrajarse, el traje alquilado a ser más duro y almidonado. Miró al resto de la gente que lo acompañaba y aceleró el ritmo de la tonada, desafinando con muchas más ganas. Ella miraba desorbitada, con la mano en la boca, mezcla de risa en la curiosa ceremonia. Él escuchaba voces de fondo, insultos, aplausos de vecinos. Intentó en el final de la canción esmerarse y concentrarse. Se sacó el sombrero y lo sostuvo en su mano. Ella desde el balcón aplaudió mientras el coro de vecinos no dejó de insultarlo. A las dos de la mañana el disfrazado hombre, vestido de mariachi con sus tres músicos, habían terminado la serenata. De la enamorada, de parte del enamorado. Como en las películas, de vez en cuando.
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."Facebook".

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Nadie es como es si elige lo que mostrar. Del otro lado alguien no es como uno cree, pero la mente no lo entiende. Acomodamos perfecciones todo el tiempo, limitamos opciones inteligentes, creemos en nosotros si alguien lo dice por nosotros, y fuerte. Se sueña en pleno presente, pasado maquillado y futuro no alcanzado, esperando alguna otra parte que nunca había llegado. Se sueña con ojos abiertos todo el dia, como esa bebida que no queremos se termine, como si la nada a eso le siguiera a nuestra vida. Y empujamos al destino más que encontrarlo, lo armamos más que desearlo. Construimos mirando hacia arriba sin querer ver el piso. Entre todo aquello que por otros decimos, o solemos escuchar sobre nosotros mismos, alguna luz se rescata. Porque aquello que hace bien no se explica con palabras, ni se espera, ni se busca. Llega a uno. A su mundo, el real. Que se muestra tal cual.
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"Buscar con ojos cerrados" -Cuento corto-

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Cerró los ojos Lucía para dejarse llevar. A esos lugares en donde se aplica la imaginación sólo sirve concentrarse para lograrlo y esperar a que ocurra de alguna manera. Diez de la mañana de un domingo parecido a cualquiera: aburrido. Puso sus manos en la cama, con las palmas hacia abajo, estiró su cuello y se quedó con los ojos cerrados. Respiró profundo para concentrarse. De lejos una alarma de auto molestaba toda la tarea. De a poco quiso alejarla de su mente, oírla cada vez menos. Lo logró. Por treinta segundos lo único en que pensó y oyó fue su respiración, que lentamente iba siendo más profunda en la inspiración. Hasta que se le cruzó uno de sus problemas por la cabeza. El ejercicio se puso en peligro, era más fuerte que ella. Se resignó sin perder la postura aunque nadie la viera. Comenzó a incomodarse pero también empezó la tarea de alejar su carga, esta vez no quería perder. Abrió los ojos. Habían pasado diez minutos y vio desde su habitación otro mundo. Se acercó a un espejo, se peinó como pudo. Se puso a pensar por qué perdía el tiempo razonando el futuro. Dejó de hacerlo y por primera vez se vio en su casa, viviendo. A los 33 años Lucía, ese domingo aburrido, empezó todo de nuevo.
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."El ruido del rio".

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Una vez el Destino me contó que no tenía claro qué hacer consigo mismo. Yo le dije que tampoco sabía el mio, que persigo algo que se aleja persistente y que de noche sueño con, quizás, ser testigo. Que no llegué a verlo porque en realidad lo transito sin pedirlo. Nos quedamos en silencio, Destino y yo, mirando el agua del rio. Reflejada en no sé qué farol, tenía movimiento y ruido. Dejándonos llevar y para evitar seguir hablando sin sentido, quedamos hipnotizados en un punto fijo. Uno suele buscar las respuestas en los puntos fijos, donde se quedan anclados los pasados, lo que han sido. De pronto ese ruido nos empezó a dejar sordos y nos pusimos de pie, de cara al rio. Le di la mano al Destino, que sonrió de compromiso, y me fui para mi casa. Sin saber qué hacer conmigo.
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."Deberes".

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Bajé la bandera que flameaba en el mástil del recuerdo. Enrollé algunos papeles para ponerlos bien lejos de tentadores momentos que me inviten a leerlos. Con sutileza cambié horarios necesarios, volví a viejas rutinas que por precisas había olvidado. Empecé a pensar en mi cuando de nuevo fui acomodando nuevamente los recuerdos donde querían estarlo. Parece correr la brisa sobre todo lo que uno ha dado, y se lleva lo que sea y me deja necesario la tarea de seguir. Y en el mástil, bandera de cambio.
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"Apiladas" -Cuento corto-

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Su vida estaba dentro de nueve cajas de zapatos guardadas en el cuarto. Las tenía apiladas, ocupaban el espacio en el placard y en su mente al verlas a diario. Allí había recuerdos familiares, viejos papeles con recortes, fotos de colegio, cartas, las postales de cuando su tia se iba de viaje a alguna parte. Boletos capicúa, algún souvenir de antiguas fiestas de 15, un oxidado ábaco, la bolsa de su jardín de infantes, unos dibujos sin nombre ni firma, llaveros usados y gastados. Aunque no las abriera él sabía qué había en cada una, y la invitación a la nostalgia que es ponerse a revisarlas. Lo venía pensando y lo dejó para el sábado. Se sentó y abrió una de las cajas. Llenas de papeles leyó cosas olvidadas que se activan cuando ya sabemos cómo sigue una lectura. Con piedad se vio en cosas viejas. Cerró de nuevo la caja y la guardó. Por la tarde fue a comprarse zapatillas. Pidió la caja que ahora está vacía. La va a poner en el placard en la parte de arriba para ir llenándola con cosas que sucedan de acá en más. Y no pensar tanto en las antiguas. Cajas de su vida.
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."Diez formas".

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Las formas del silencio. El sepulcral, en los grandes espacios. El íntimo, con alguien al lado. El oportuno, cuando rodeado de gente me callo. El familiar, que por tradición se tiene ante involucrados. El piadoso, ante algo que nos parece penoso. El permanente, de aquello que guardamos. O cargamos. El temporal, cuando elegimos el momento en que deje de ser silencio. El del vacío, sin que surjan las palabras ni motivos. El buscado, siempre con los ojos cerrados. Y aquel que nos sirva. Ante tanto mundo hablado.
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"Esperar, esperarla". -Cuento corto-

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Esperó un dia de sol para levantarse temprano. Esperó el colectivo vacio dejando pasar varios. Esperó pacientemente en la fila de pago sin cambio. Esperó se hiciera la hora para entrar en punto al trabajo. Esperó de su compañero Ferreyra que le diera el informe terminado y no por la mitad para luego él completarlo. Esperó el reto del jefe por ese atraso. Del que se hizo cargo. Esperó el final del dia en la oficina, aliviado. Esperó el mensaje de la tia, a la que le mintió diciendo que a verla iría. Esperó al colectivo que nunca llegó por una marcha en la avenida. Esperó llegar a la casa aunque sea caminando. Esperó sacarse camisa y zapatos. Esperó que fueran las nueve para hacer por fin el llamado. Esperó que atiendan del otro lado. Esperó escuchar la voz dulce del ritmo en letargo, que lo hiciera feliz. Esperó la respiración al final de cada oración que ella decía, para disfrutarla. Sentir alegría. Aunque tuviera que esperar por eso todo el dia.
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"Ser humano" -Cuento corto-

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Sucedió algo increíble. Marcos caminaba bordeando la cordillera al mediodía, y el ruido a viento en las orejas era un concierto permanente que hacía difícil concentrarse, Había llegado a Mendoza para hacer lo que estaba haciendo, caminar al pie de la gran montaña. Bien equipado, lo suyo iba a ser un recorrido de tres horas. Se acomodó la mochila y durante un tramo hasta se puso las manos dentro de la campera. Miraba a su izquierda esa pared de piedra, caprichosa en su forma, que parecía lo acompañaba. A la derecha una planicie con algunas rocas altas y de fondo más montañas. El ruido a viento competía con el de los pies pisando la mezcla del suelo, tierra y piedra. Resoplaba pero no quería detenerse. Se sentía de alguna forma pleno y lo más importante: logró estar absolutamente solo durante mucho tiempo, lo que lo invitaba a no pensar en nada más que estar ahí. De pronto se detuvo a admirar. Se sacó los anteojos, respiró hondo y empezó a girar lentamente para ver todo. Realmente se sintió poco frente a tanto. Golpeó las manos con guantes puestos como prueba del ruido, que ni siquiera se oyó. Estaba feliz hasta que de repente vio algo en el suelo, no lo reconoció. Le pareció de lejos ajeno al paisaje. Cuando se acercó se desilusionó. Era una botella de plástico y un envoltorio de algo, parecía de una barra de cereal. Las agarró y puso todo en su mochila. Cuando volvió de la caminata pasó por el puesto del parque nacional. Mostró los objetos al guardaparques, los tiró en un tacho. Y dijo resignado: “Hermoso todo. Pero no dejen entrar humanos”.
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."Diez cosas guardadas".

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Diez momentos de vida: 1. Las estrellas formando algo asi como un caballo alado, camino a Bariloche en una noche estrellada. 2. El largo pasillo antes de la puerta de la casa de mi abuelo, y la media cuadra antes de llegar a la casa de  mi abuela. Satisfacción de niño saberse cerca. 3. La original idea de quien organizó aquella muestra en la que la música salía por debajo de los pies. “The wall” de Pink Floyd a más de 20 años aun me resuena. 4. El Citroen de mi tia Betty con problemas de cataforesis en el piso, y algunos viajes en que por debajo de la alfombra veía las calles. 5. Los eternos diálogos de miradas con mi abuela Juana. 6. Mi madre, el dia que descubrí que los reyes eran los padres porque escondió mal los regalos, que vi, compró antes. 7. La primera vez que crucé la calle solo para ir al kiosco por pedido de mi mamá: con voz temblorosa dije “Jockey suaves cortos”. 8. Mi perra Anahí, que se ofendía si no la saludaba y me esquivaba la mirada. 9. Lo mareado que quedé cuando vi televisión a color tres horas seguidas la primera vez. 10. Todos los recuerdos que la mente ordena y el presente desordena, porque uno es un conjunto de cosas que han pasado, pasan. Y va guardando. En palabras hechas.
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."Decálogo de madurez".

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Diez requisitos de madurez. 1. Dar por sentado que la vida es un aprendizaje. Más que nada cuando nos equivocamos. 2. Permitirse verse uno con cariño hacia lo que ya hicimos, sin estar pendientes de quien opine lo que no ha vivido. 3. Querer infinitamente y creer decentemente. 4. Aunque sea una sola vez, hacer un buen viaje al lugar que uno desee. Buscado o encontrado. 5. La paciencia se cultiva con la parte de las flores para arriba. Esto es: cada cosa tiene su tiempo de espera, como quien desea primaveras. 6. Fiarse en un elegido reflejo pero también en nuestro propio espejo. 7. Usar mente o corazón, el impulso que corresponda. 8. Querer lo que uno hace pero mucho más cuando en otros se ve. Y celebrarlo en silencio sabiendo que está bien. 9. Furia y temor son hermanos que se ven cuanto más los ocultamos. Se cura asumiendo el cambio, tarde o temprano. 10. Vivir sin darnos cuenta del niño que fui o el adulto que pretendí. Sólo en el hoy verme feliz.
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"Cinthia suerte" -Cuento corto-

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Cinthia Ornetti. Lo que se dice una auténtica mujer con suerte. Ya desde pequeña, cuando su madre la anotaba en concursos de baile y triunfaba. O en las rifas del colegio en donde siempre salía su número y ganaba esas canastas con cremas y toallas. De adolescente era común que sacara el anillo en la torta de fiesta de 15, de hecho se quedó con siete anillos. La cantidad de compañeras mujeres que tenía. En la reunión luego del viaje de egresados ganó otro viaje a Bariloche de regalo. Hasta la propia Cinthia pensaba que con el colegio esa etapa se estaría terminando, pero no. En la facultad le tocaba rendir cuando los profesores exigentes mas cansados estaban, o materias eran anexadas a otras carreras y se aprobaban sin cursarlas. En el Banco llegaba y si le faltaban 200 números para el suyo, alguien se acercaba y le daba un número de regalo porque se iba, y era uno bien cercano. En su trabajo nadie podía cambiar de lugar, hasta que renunció alguien y su jefe le dio aquella mesa junto a la ventana, tan envidiada. Comprando en el Coto fue cliente “un millón” del año pasado, y la premiaron con tres repletos changos. Salió adjudicada para un auto a la tercera cuota de pago. Se ponía botas en pleno dia, los conocidos se reían y por la tarde llovía. Era una mujer de suerte, Cinthia. Revolvía el café con la cuchara, en el bar de Corrientes. Para adelante y para atrás, concentrada. Luego de cuarenta minutos y un cortado con un mixto, recibió un mensaje. “Hoy no puedo, perdoname. Se me atrasó todo, sabés cómo es. Fallida primera cita, yo te vuelvo a llamar”. Apenas lo leyó quiso cambiar toda su suerte en la vida por ese momento que no se dio. Luego se puso feliz. Cinthia Ornetti supo esperar que las cosas se den cuando tuvieran que ser. Aprendió a perder, una vez. Y eso ya es una suerte.
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"Grabado reloj" -Cuento corto-

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Memoria prodigiosa. Pablo caminaba por San Telmo con su esposa en esos días en que el aburrimiento se vuelve salida a fin de mes. Tomados de la mano miraban las mesas con caballetes que ofrecían en el viejo mercado cosas indescifrablemente antiguas. Se detuvieron frente a viejo aparador con pequeños relojes. Pablo miro a los costados sabiendo que no podía hacer lo que iba a hacer. Se acercó a mirarlos bien de cerca y de a uno. La esposa vio a su marido hacer un salto de sorpresa sobre sus pies, como los chicos cuando encuentran la pelota debajo de algún armario. “Es el reloj, igualito al de la tia Inés”. Le contó Pablo que cuando era chico iba a la casa de la tia Inés y sobre un mueble dentro de un estuche con pana de color roja, estaba un reloj de bolsillo. Que él nunca más que ahí dentro vio al reloj, subido a una silla sin querer tocarlo. Luego dejó a la tia Inés por sus visitas a amigos, creció y ella cambió de barrio. La esposa le siguió el juego de intentar entender aunque nada comprendía. Pablo compró el reloj a precio razonable y se lo llevó a la casa. Al otro dia fue a lo de la tia Inés. Luego de años vivía en Claypole, cuando la vio sus recuerdos volvieron a ella y a él. Se sentaron y le preguntó cosas de rigor hasta que le contó lo del reloj. La tia le dijo que no lo tenía más. Que una deuda con la vieja casa hizo que lo vendiera a muy bajo precio, que era hermoso, un regalo a su marido de parte de un jefe naviero. Pablo saca del estuche el reloj. Le da un beso, ambos lloran. Se queda un rato, agradece a Dios cuando por San Telmo vio al reloj. En su memoria.
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."Sólo vejez".

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Si ocurre una vez podrá ocurrir otra vez. Y dos, tres. Y diez. Y cien. La diferencia no es el antes sino el después. Adonde uno se busca para ver cómo fue y tarda en encontrarse porque ya no se es. Golpea con furia el viento en la mente, de no tener bien en claro cuando es asunto pendiente. Lo que ven cuando se siente a un hombre ser algo que nunca podrá sin poseer. Destino sellado que en marcas deja a veces niñez y otras adultez. Donde salida es el sol de quien encara ser juez por primera vez de cierta cansada piel. A los buenos, la cárcel abierta de la que saldré. A los malos, la vejez de la importancia en corta estrechez. No ocurre otra vez.
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."Mirando azoteas".

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Ahora veo las cúpulas de las iglesias. El final de edificios altos, los carteles con leyendas, los faroles de la luz y los árboles de ramas tensas. Oigo el viento que parece remolino en altura plena, en la esquina un mirador que se oxida de tan poca presencia y un espacio muy pequeño donde una reja es intrusa seria. Hay algunos ventanales en el paisaje elevado en tierra, vidrios mezclados en hierro que marcan años de existencia, alguna figura griega sosteniendo columnas se esfuerza. Es de noche al descubrir réplicas de almas gemelas que golpean por culpables la campana en su condena. Esto es algo que yo veo mirando el techo de la tierra, una vez que vos te fuiste. Y miré hacia arriba el planeta.
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"Miedo al árbol" -Cuento corto-

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Estaba por empezar la obra. Un hombre disfrazado de árbol esperaba su momento. Tras la cortina del escenario la protagonista no se hablaba con la actriz secundaria. El actor principal odiaba al director, quien le puso el texto más difícil de la obra. El sonidista no soportaba los continuos retos que la maquilladora daba a toda persona que se le acercaba. Un actor de reparto se ponía a fumar siempre delante del decorado y eso enojaba a la mujer del vestuario. El apuntador no era observado y solía gritar en vez de hacer señas. La productora de la obra de teatro siempre llegaba tarde pero esta vez llegó temprano. Entre tanta discusión sumó también su enfado, iba cada vez menos público del esperado. Los dos reflectoristas se bajaron de la parrilla y apagaron las luces del escenario. Todos se quejaron a la vez. En el medio del escándalo se abre el telón y el público aplaude, la música suave. De entre las sombras un hombre disfrazado de árbol se ubica en medio para decir su texto. “Soy quien ha escuchado lo que por años el hombre ha hablado. Sin embargo nadie sabe qué tan poco por usado tiene a veces el silencio, y lo bien que queda a mi lado. Pídanme que yo les hable y puedo todo yo contarlo”. Los actores se miraron en el escenario, los ayudantes en los costados. Tragaron saliva, temblaron. Y la obra se siguió dando.
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."Soy lo que no me dices".

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Al hombre le decían cómo era él. Un ser alto, buen mozo, atento a los detalles, cortés. Con la paciencia forjada de años a sus pies, solidario sin pensar más que en el otro después. La mejor pieza del ajedrez, la esperada, el incentivo para que la suerte esté donde está él. Hasta le dijeron querer ser alguien que sea un poco como él, porque se le acercaban sólo a felicitarlo por lo que fuera. Tenía una energía especial, le decían. Una vez lo imitaron. Y luego otro. Y otro más de nuevo. El hombre alto, buen mozo y cortés se empezó sentir solo rodeado de gente como él. Se miró a un espejo. Para comenzar otra vez. A ser.
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"La suerte de Analía" -Cuento corto-

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Había sido elegida por él a dedo. Frente a un gran mapa de la ciudad una casa sobresalía desde el cielo, tenía techo de ladrillos como cualquier otra  pero en ella habitaba cierto misterio. Diferencia respecto de las demás, esa energía propia de quien le toca la suerte sin saberlo. Analía acostada espera al sueño. No venía a buscarla desde hacía tres noches y aunque repetía la rutina nada se puede sin dormir primero. Miraba el reloj que suena a las seis. Cerraba los ojos para no pensar y apagaba el velador. Pero lo volvía a prender. La mente que no descansa se vuelve insoportable para quien la posee, ella sabía que algo debía hacer. Salió a la puerta a ver pasar el tiempo, mirando todo desde atrás de un macetero. La noche perdía frente al dia. Martes, fresco. Cerró mejor su pullóver y se iba de nuevo a la cama cuando algo la hizo dar vuelta. Estando de nuevo en la puerta algo parecido a un viento arremolinado le hizo abrir sus ojos de tres días sin sueño. Miró hacia los costados, hacia el frente. Hacia el cielo. Llegó hasta la cama y pasada una hora se despertó sabiendo. Ahora tenía en su cuerpo la suerte elegida a dedo.
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."Lo que se mueve cuando camino".

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El sentido común llamó al olvido, los dos hablaron y uno se ha ido. La Fé cortó camino y volvió a su carril preferido. El de las cosas simples que tiñen al ser vivido, dándole lo que en tierra por inseguro había perdido. Mirar derecho el camino sinuoso, atento a los desafíos, pendiente del ruido a pasos cuando uno vuelve a su ritmo. Porque veo diferencia entre paisaje y mi destino, donde un poco me detuve y ese poco fue testigo de cómo busqué la huella que mis pies dieron sentido. En mi mochila los ausentes, los presentes y los testigos. Lo que llevo y ya no pesa cuando de a poco respiro, al ver sentido común. Y alejándose, al olvido.
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"Primer trabajo" -Cuento corto-

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“Muy bien…quédese quieto…no respire”. Los radiólogos están condenados a repetir la frase todos los días, pensó Mauro mientras se iba poniendo de nuevo la camisa. No debe haber lugar más frio que una sala de rayos, y apoyarse sobre el metal es directamente una tortura. La empresa, su nuevo trabajo, le exigía a Mauro una revisación general asi que se hizo el chequeo en diferentes lugares. Se había ido a sacar sangre, ahora terminaba la radiografía de tórax, y seguía la consulta al médico clínico. La sala de espera era tan pequeña que tenía que juntar un poco los hombros para no molestar a la persona sentada al lado, en esas sillas perfectas pero para niños, casi. Finalmente le toca y mira el reloj antes de entrar, calculando salir en 10 minutos. Tardó 16. Se tomó un taxi hasta su casa, cenó y se fue a dormir pensando en que no debía quedarse con el sueño profundo. Se despertó al otro dia cinco minutos antes que sonara el reloj. El traje le ajustaba un poco, se miró de costado en el espejo a ver si los botones estaban en el ojal que le correspondía (siempre erraba). Salió sin esperar nada porque de lo que vendría, nada sabía. Llegó a la puerta de su trabajo y se abrió sola, esas con sensores. Saludó con algo de simpatía a una secretaria que lo miró y lo analizó, de arriba abajo. Le dijo que pasara, que lo estaban esperando. Abrió una puerta de madera, dudó si pasar o tocar, entró directamente. Unas veinte personas se pusieron de pie y Mauro pasó en silencio eterno hasta la punta de la mesa, a su silla. Pudo sentir que lo miraban todos y tembló. Empezó en el mismo lugar un nuevo trabajo. Desde hoy es jefe.
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."La zamba del caminante".

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Existe el impulso, las ganas de hacer del mundo, dos. La insistencia en encontrar similitudes en las diferencias, el ímpetu juvenil confundido con experiencia, las supuestas señales que el destino marcase para que podamos sentir que somos algo asi: caminantes. Y que hemos hallado a quien al lado va a quedarse, llenando los espacios vacios de la sangre que de pronto hierve. Felicidad mediante. Pasada la euforia se ve mejor pensarse. Admitir culpas ajenas, lavar heridas que no son nuestras, ser parte de ideas controlantes no es lo que di en espera. El dolor no es separarse sino dejar de pensarse. La vida siempre tiene razones adelante, si avanzo lo dejo atrás. Y caminando, de nuevo ser alguien.
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"Geometría del recuerdo" -Cuento corto-

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Tomó un compás, de esos en que el lápiz va sujetado, y lo giró para que marque sobre el papel un círculo. Sentía que no estaba perfecto, que la línea se veía temblorosa. Buscó un vaso y lo puso sobre el papel dado vuelta, le pasó el lápiz alrededor. Luego tomó la escuadra, flamante, e intentó dibujar el mejor triángulo. Pensaba todo el tiempo en que de nada le serviría hacer ángulos y problemas. Cuando terminó, el transportador lo esperaba al lado de la cartuchera. Ese semicírculo lleno de números y grados que con miedo apoyó sobre el triángulo y con datos comenzó a usar. Anotó los resultados prolijamente a un costado, sin apretar tanto el lápiz para después no dañar la hoja si se equivocaba y había que borrar. Le pasó la mano al cuaderno para que se le salgan los pedacitos de goma de borrar y así alisar. Miró como si no fueran de él esos ejercicios hechos. Todo esto lo recordó hoy, cuando abrió un cajón y en un rincón, algo oxidado, estaba el compás. Lo sacó, le puso un lápiz e intentó dibujar un círculo. Fue a buscar un vaso, lo apoyó y lo hizo. Se quedó mirando su geometría del recuerdo. Cuando los problemas eran otros, sólo de números. Y qué mejor que sólo esos.
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."Ojos abiertos".

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Los ojos abiertos vencen al sueño. Para crearte tuve que cerrarlos días y meses largos sabiendo el mareo tan lento y solitario. Nebulosa de fría tela que en la piel de un ser callado pasó de lado a lado. Y el mareo acelerando. Presente de agua secando y mi sed al amor contagiando. Deseaba ver lo que estaba pasando allá, en donde lo oscuro mantuvo tus manos y el dolor se volvió paso en falso. Nada sentí con los ojos cerrados. Los abrí, el mareo se fue aliviando y el corazón acelerando. Sólo te soñé. Despierto y rezando.
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."El necesario cambio".

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Ayer volvi a teñir con mis colores el sendero. Ante el sol de frente todo parece universo, el arriba y el abajo son nuestros, esclavos y dueños de los mismos deseos. Nadie empuja al viento que mueve la gruta, de donde salen dos pies que dudan su cuerpo. Y quieren volver al comienzo pero pasos que dan por ciertos es camino sin dejar de hacerlo. Y sigue para mejor consuelo. Queriendo ser héroe de un final de cuento donde nadie le ha dicho cómo caminar derecho. Lo fue sabiendo. En los colores teñidos del sendero.
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."Lo que di".

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El antiguo caballero. Aquel que cede el asiento o corre la silla para la dama primero, elige las mejores flores de un ramo entero, deja hablar para él hablar luego, atento a los detalles y disimulando saberlos. El que luce seguro de lo que está diciendo, llevando la charla y a ella a algún puerto, donde nadie se acuerda cómo pasa el tiempo. Abraza cuando hay que hacerlo, ofrece la mano como a las niñas, para cruzar la calle sin miedo. Detecta la duda, sabe callar silencios. No fuerza las cosas, deja crecer el anhelo. Protege en la presencia sin invadir los deseos. Deja en mano el corazón para volver por él queriendo. Pero hace rato nadie ve qué solo camina su tiempo. El antiguo caballero.
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."El siempre quieto".

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Me persigue la aguja del segundero. Como en la rayuela cuando saltando se llega al cielo, y uno se da vuelta para ver el camino hecho. El que controla y designa mi tiempo no tengo el gusto de conocerlo y de lejos querría tener un encuentro, preguntarle cosas. Las oportunidades que no llegan a puerto, por paso apurado o demasiado lento. Esa esquiva suerte en los emprendimientos, que nacen creados, se frustran, se ven viejos. Varias personas que elijo y no quiero, y otras que quieren lo que yo nunca veo. Aquel que controla y designa mi tiempo habrá de saber qué tengo y qué temo para no avanzar, para quedarme quieto. Sabrá mi futuro, el que miro y no tengo, que empujo letras desde hace un mes sin amor cierto. Huyendo a cien planes llamados recuerdos. Por eso el paso es ligero. Y esa aguja que me sigue, el segundero.
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"Disculpas, sol"

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Tapabas el sol con la mano y a mi me gustaba soñarte poderosa frente a los rayos, para adorarte no por mia sino bajo tu amparo. Una presencia armoniosa de planetas girando al ritmo de tus labios, de noche pardos, de dia néctar en mis comentarios. El silencio parecía música de anoticiados, por esos dichos sutiles que los ojos tenían mirados. Donde el impulso fue un globo de ensayo, crecido bajo influencia de quien va dejando piedras en el camino para ir por un costado. Si cuando tapabas el sol con la mano eras poderosa, debí evitarlo. Y si te adoré bajo tu amparo, mis disculpas al sol. Por amor lo había dejado.
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"Casas" (texto para concurso)

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Mis sábados y domingos eran iguales pero distintos. Los sábados el bullicio era tan grande, que cuando con mi mamá íbamos llegando a lo de mi abuelo en Ramos Mejía, se escuchaban antes de entrar las voces desde la calle. Los domingos eran diferentes., En el barrio de mi abuela no oía más que los pajaritos y algún escape de auto. Lo único que hacía ruido siempre era la “puerta chillona”, como yo llamaba de chico a esa puerta de vieja madera que rechina enojada cuando la entornan. Los sábados en Ramos con mis abuelos eran multitudinarios en día de reunión de hijos, en donde sobrinos íbamos de invitados especiales. Los domingos en cambio, éramos con mi mamá los que debíamos ir si o si, porque la mesa sino quedaría irremediablemente con huecos, nos esperaban de verdad a falta de más gente. Los sábados caminaba un largo pasillo de baldosas viejas hasta el fondo, en donde una puerta baja de rejas vencidas daba bienvenida a la casa, toda de blanco, en donde había que golpear fuerte  para que a uno lo oigan llegar y abran. Los domingos con mi abuela también eran en una casa blanca aunque sin pasillo, sólo un escalón de esos que previenen las inundaciones, símbolo de casa antigua. Mis abuelos los sábados ponían esas mesas largas en un patio rectangular, mantel de hule y a hablar todos juntos y al mismo tiempo. Tíos, sobrinos, primos y primas. Se hablaba, se jugaba a las cartas. El domingo con mi abuela se terminaba de comer y mi tia se iba a dormir, mi mamá también. Con mi abuela quedábamos jugando, luego de levantar la mesa, al dominó de fichas que estaba en el primer cajón de la derecha del mueble con espejo que había en el comedor. Le gustaba dejarme ganar y a mi, no perder. Era mi abuela la dueña familiar de los silencios, de las miradas largas que dicen cosas en la piel antes que en los oídos. Los sábados en cambio mis abuelos eran los espectadores de lo que ellos organizaban, con orgullo y desbordados por tanta gente. Miraban todo y yo me acercaba a ellos para que me abracen. Mi abuelo tenía una uña muy larga y jugaba a que me pinchaba, pero no lo hacía. Lo recuerdo reírse con eso. Tenían ambos cierto aspecto de tarea cumplida, sensación que uno cuando es grande recién comprende, esa satisfacción de poner la espalda en el respaldo, y respirar profundo. Los domingos mi abuela me enseñó a respirar mejor, le gustaba el Yoga. Me hablaba de su infancia de enfermera, me decía que era igual a mi papá, me acariciaba el flequillo y se me quedaba mirando como tratando de ver más allá. O yo sentía eso. Los sábados podía mirar la caja de remedios y ordenarlos por altura, mientras todos andaban por ahí. Los domingos nunca vi medicamentos, los ponían arriba de la heladera y me quedaban altos. Mis abuelos de los sábados eran la visita semanal de honor. Mi abuela los domingos era la visita de excusa para hacerle compañía. Entraba a esas casas de amor, yo.  Casas, y vidas, de sábados y domingos.
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"Tres minutos" (lo que sentimos ante una canción)

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Cerrando los ojos, volviendo un ratito. Al lugar inventado, a cierto sitio vivido respirando profundo, trayendo al olvido mares que años con gusto vivimos. Y un compás es la tierra, una melodía el cielo, un nombre el abismo. Borrando de plano al presente de gente y queriendo ser uno viéndose lentamente. Allí sin fronteras, que un par de minutos juegan a eternas batallas campales de alegría y tristeza. Lo dice el silencio tan suave al rendirnos creyendo ser héroes, mirando mejor lo que ha sido: vida. De un ser presente. Y sentido.
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."Su profesía".

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En ofrenda, todo lo que he sido. En ese silencio que a veces las palabras confunden los sentidos, di por hecho el regalo que merecido, sostuve en versos ciertos de ser leídos. Pero el cauce de la tierra puede no tener al rio, que elige mejor destino cobijado por algo tibio que no necesita saber de mi pedido. Allí estaba, cuando prometí hacerlo regido por eso tan dulce al oído, de alguna promesa desatada y en giros. Dentro del sol, ningún mar di por visto. Sí, un ser queriendo parecer. Esperando a quien se ha ido.
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"Regar" -Cuento corto-

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Saluda a todos.  Madre, portero, vecina del noveno. Al kiosquero que le guarda el suplemento, al colectivero, a la peluquera que se sube en medio del trayecto, al chico que vende caramelos, al de seguridad que bosteza al verla. A sus compañeros de trabajo, a la de limpieza. A un hombre que fuma en el pulmón del edificio junto a ella. A la planta que intenta, crezca ahí sana. Por teléfono a la tía Sara, que la llama cuando más está ocupada. A la secretaria para pedir turno en horario no seguro. Al taxista que la dejó en Juan B. Justo. A las personas de la sala. Tras quince minutos al Doctor, de pie junto a la puerta entornada. Le pregunta cuál es la causa de su cansancio. De ser parte  de cierto mundo nada amable que ella combate siendo aun más amable. El médico elige el consuelo: “Todos esperan que usted salude. Un dia pruebe y deje que le ocurra”. Al otro dia no saludó a nadie. Y una sola retribuyó agradecida lo que ella a diario daba: la planta. Más grande estaba. Le puso Esperanza.
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"La tarea"

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Invito a olvidarte. A los dueños fantasmas que con curioso arte enferman silencios que hablabas vos antes. Le pido al curioso destino cansado que enfoque sus luces al lugar explorado, que dejé meses antes de cambiar aire escaso. Querría desear no soñar tu pecado. Alejarte con círculos de amor muy bien dado, que ahora en pereza por no ser mirados vuelven sin orgullo teniéndolos al lado. Preciso el desorden de no estar atado creyendo en la honda razón de tus labios. Del sol salen diez rayos, que ya no son ni tu parte ni tu amor. Invito a olvidarte. Ejercicio mejor
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"Ilusiones" -Cuento corto-

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El salón estaba vacio. Manejó su vergüenza con bastante estilo y se acercó al escenario como quien pide permiso. Sr ubicó en medio, miró los asientos, las luces, el gran lugar aun sin gente. Sacó una hoja doblada de su bolsillo interno del saco. Carraspeó y empezó: “Muchas gracias al jurado, que vio en mi lo que quizás no tenía tan claro. Gracias también a los horarios. Que hicieron que eligiera Literatura y no Enfermería cuando en la facultad vi el listado. Mi recuerdo a quienes acompañaron desde el silencio lo que iba logrando. Mi familia, mis hermanos de vida elegidos a mano. A la musa inspiradora dueña de este relato, que forma parte del recuerdo y quedará con ella guardado. No esperaba este regalo, sinceramente, es un honor ser tenido en cuenta y si me olvido agregar saludos, dénse por dados. Los nervios me hicieron escribir estas letras apurado. Gracias”. Volvió a doblar la hoja y eligió sentarse en un costado, había llegado temprano. A la hora y media el concurso estaba terminado. No eligieron su obra. Pero él se había preparado tanto que hasta escribió un discurso. El que el salón vacio ya había escuchado. Y se dio por ganado.
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"La autobiografía" -Cuento corto-

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El error no vio lo que hacía. La culpa padeció su reacción. El miedo bajó la cabeza para no ser mirado con firmeza. Deseable, la soledad esperaba que la abracen. Los preconceptos, serios, no hablaban con nadie. La tristeza repartía pañuelos a quien quisiera. El café que tomaba La soberbia estaba frio, pero igual saboreaba que la vieran. Los celos caminaban pero no se sentaban. Tres mentiras discutían cual era la más requerida. Separada del resto para ver en perspectiva, La envidia esperaba que avisaran su bienvenida. En el medio y contenida, La angustia se quejaba del trabajo en estos días. Se hace un silencio, y en la sala entra La vida. Todos de pie, nadie respira. Ella de a uno va tomando lista con algo de apuro al nombrar sus visitas. Cuando el repaso termina se deja invadir, arrepentida. De siempre domar tantas voces reprimidas.
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."Suave brisa".

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Frase hecha con la última sonrisa que de mi escondo, tan parecida al placer cercano de tus ojos. Enganchada la vida de algún mal cielo, dejó esas dos nubes todo el tiempo nublando consejos. Los propios y los ajenos, los que sirven para vos y ya no importan en tus besos. Centinela con deshonra persiguiendo todo el dia su sombra, perdiendo la costumbre de sentir la luz, su ayuda. Mi última frase hecha de la sonrisa que escondo, tiene un aire que conozco. De a dos, que ahora vuelve y está solo.
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"Casas encadenadas" -Cuento corto-

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Venia caminando y encontré mi casa cuando era chico. Estaba tal cual la dejé a los 11 años, con los marcos de la puerta despintados de tantos pelotazos, con la pared descascarada en la base y una planta que pinchaba en el frente de la que nunca supe el nombre. Con la mano empujé la reja bajita y el chillido inconfundible sonó, ese que resiste la memoria emotiva. Salí y me crucé. Mi escuela secundaria tenía la bandera del frente en eterna media asta porque el mástil estaba oxidado. Cuatro escalones en la entrada y tras las puertas de madera un largo pasillo gris hasta el patio, todo eso lo vi desde afuera. Al lado, la casa de la abuela. Donde se oían los golpes del taller de muebles de don Nieva, a la vuelta, y el sol reflejado en la antena de televisión le daba al techo forma de nave espacial inventada. En diagonal está la facultad, donde siempre entré y salí cansado, de ventanas grandes y el hombre en la puerta, custodiando la nada como si la protegiera. Ahora parado en el frente de mi casa busco las llaves y saco tres distintas, la de mi infancia, la de la abuela, la actual. Empujo y entro dejando mis recuerdos en esa cuadra que camino cada vez más lento.
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."Volviendo del suelo".

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La ilusión tiene medida en el tiempo. Ver sol dando calor en enero no fue más que luz de deseo sin dueño. Aquella idea, un planteo al aire desierto de quien cede en silencio lo que no siente por dentro. Mi espera querida rodeada de anhelos, de respuesta incompleta a preguntas sin hechos. Y el calor que fue frio, que fue nada. Que fue esto. Un hombre a la mitad. Intentando encontrarse entero.
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."Por mi".

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Un gran salón vacío. De esos de piso a techo frios, sin elementos decorativos. Que si se cierra una puerta retumba muy fuerte el ruido, y tiene el espítitu de haber sido habitado por alguien que ya se ha ido. Eso es mi corazón. Vuelvo a habitar el gran salón vacío.
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."Popurrí".

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Los tres chanchitos o Dorian Grey. Los Miserables, Tartufo y Moliére. Alicia en su país, la Biblia y El capital de Marx. Una bella durmiente, Sherlock y Watson en lo elemental y cien años de soledad. Cervantes, Neruda y Julio Verne de la tierra a la luna. Freud, Kant y Peter Pan. Asimov, Moby Dick y Robinson Crusoe. Juvenilla, Cortázar, un poco Alfonsina. Martín Fierro, el balcón de Baldomero, Funes el memorioso. Un túnel, Guiraldes, Quiroga. Sobre héroes y tumbas, flores robadas, juguete rabioso. Mafalda y el Facundo. Autores, títulos, sueños profundos. De quien ofrece a leer lo que aceptamos con gusto y alimenta con néctar nuestro querer saber mucho. Quien esto lee, hoy es su día: festeje tranquilo. Renglones hay de por vida.
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"Renglones sin tiempo" -Cuento corto-

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Raúl se sentó y abrió con delicadeza el papel que adentro de la caja venía perfectamente doblado. Y dijo en voz alta: “Molibdeno 0,1 mg.  Fenilcetonúricos: contiene Fenilalanina. Cobre 0,4 mg. Manganeso 0,5. Fósforo 50,0 mg. Disolver un comprimido en un vaso de agua y conservar a temperatura inferior a los 25 grados. Proteger de la humedad. Mantenga este medicamento fuera del alcance de los niños. Expendio bajo receta. Autorizado por el Ministerio de Salud de la Nación”. Dejó Raúl el papel arriba de la mesa y se tomó la cara con ambas manos. Comenzó a llorar, como un niño que ya no era. Por primera vez hizo lo que nunca había podido: saber qué cosa realmente estaba tomando. Miró el envase con esos aires de quien acaba de ganar una épica batalla, y lo era. Lo dejó en un costado. Saludó a los hijos rápido porque se le hacía tarde, caminó tres cuadras y tomó el colectivo. Ya en la nocturna, la maestra vio a un alumno con ojos de haber leído. Invitó a Raúl a pasar y con miedo leyó en voz alta la lección. Terminó, todos aplaudieron. Por escuchar a quien hace meses empezó todo de nuevo, sabiendo lo que es leer. Hasta su propio medicamento. Y le hizo efecto.
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."Tierra distante".

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Caminar olvidando la razón que hasta hace un rato dominó todo el aire de pulmones estrechados. Vencer al mejor miedo de volver y solitario, pensar que no has venido si nadie me está buscando. Perder es la mejor reacción del placer. Terminar lo que no empecé y creer aceptación en el silencio de quien deja hacer. El mundo tenia su centro  en tus ojos ajenos. Que no me miraban sino que buscaba yo hacerlo, para querer ser mejor que antes, creyendo que era el momento. Alejada está la razón de tanto llanto, felicidad inconstante del verbo querer. Y de perder ya tu placer.
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