"Lo mio, que fue un regalo" (Cuento Corto -CC-)

1 comentarios martes, 26 de julio de 2011


Era de las personas que olvidaba el paraguas en cualquier lugar, desde chico tuvo tantos que ya no lo recuerda. Alejandro los perdía en los colectivos, en los negocios, en los cines. Si algo conservaba de su infancia era eso y hoy de grande los sigue perdiendo con igual precisión.



Quiso aniquilar su mala suerte comprando un buen paraguas, que le diera la sensación de definitivo e imperdible. Con la lluvia de hoy resultaba ideal. Era de color azul y muy grande, con mango de madera, parecía distinguido.



Salió del negocio muy contento. El mango aun tenía el celofán de las cosas nuevas asi que mientras esperaba el colectivo se puso con la mano a sacarlo como si fuera una cáscara.



De pronto siente de atrás a una mujer. Parecía embarazada y recién salida del hospital. El agua de lluvia iba mojando el pelo largo y colorado que tenía, sintió pena por ella. Dándose vuelta arrimó el paraguas y juntos compartieron el espacio.



El colectivo llegó. Él cerró el paraguas y ambos subieron. La mujer se sentó y dialogaron un poco. Diez minutos después ella se bajó.



Se saludaron con la mirada y ella le respondió alzando el paraguas con su mano. ¿El paraguas?.



Sí. Alejandro perdió tantos que nunca tuvo la chance de poder regalar uno.



Y el primero, fue el de él.
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"Un orgullo, un hermano" -CC-

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Daniel iba por la página 16. Subió al colectivo sin perder el párrafo que estaba leyendo. Se afirmó bien en sus piernas y un brazo sosteniéndose en el pasamanos. Le estaba interesando el inicio: contaba el viaje de dos hermanos a ver a un tercero luego de años de no hablarse. Lo asoció a él. Hacía mucho tiempo perdió noticias de su hermano luego de la pelea.



"Nos va a separar una mujer?"...sí, respondió él. Y un amor puede unir a dos pero definitivamente separar a tres, alguna vez le dijeron. Nunca más supo de él, pasaron cinco años.



Volvió al libro, se pudo sentar. El relato decía que fueron a buscarlo a su barrio y les dijeron que ya no vivía ahí. Los hermanos se resignaron y tomaban un café mientras se echaban culpas. Daniel casi razona en voz alta: "¿cómo no se les ocurre ir al registro de las personas, o buscar por internet?. ¡qué pocas ganas de averiguar!".



De pronto alguien saca boleto. Tiene una campera marrón, un celular en la mano, un bolso cruzado en bandolera. Sí, era su hermano.



Carraspea, de nervios junta las manos y el libro se le cae. Lo ve venir y Daniel elige mirar para abajo y buscar el libro en el piso. Cuando se incorporó su hermano ya estaba en la parte de atrás. No lo vio. No se vieron. Maldito el orgullo que por amor se confunde y hace de amigos, enemigos. O de hermanos, desconocidos.



Se bajó del colectivo, fue a tomar un café. Y como en el libro, a echarse culpas a sí mismo.
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"Y nunca es tarde" -CC-

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Pensó en sorprenderla. Fue a un negocio y le compró lo que a ella le gustaba. Sacó un pasaje y sin avisarle iría a visitarla. Imaginó el retorno al día siguiente asi que no llevó ropa en su mochila, sólo los regalos. Era feliz. Viajó de noche para aprovechar el día. No durmió, soñando despierto. Las ansias apuraban ese micro a su destino.



Llegó a la terminal aun de noche, con el frio en la piel que dan los lugares desconocidos. El amanecer lo vio tomando un café. Todos los taxis en fila parecían esperarlo, eligió uno.



Ahora sí, llegó. Timbre.



Sale una mujer de su misma edad.



Él le dice "Soy Juan...¿te acordás de mi?"...



¿Juan?...sí, !Juan!... cómo estás!!... ¿qué sorpresa hermosa, tantos años!



"Vine para decirte que...al fin aprendí a olvidarte".



Le dio los regalos y un beso en cada mejilla. Y volvió feliz en el viaje de vuelta en micro, ya con su mochila vacía.
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"El amor de cualquier plaza" (cuento corto-CC-)

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Sentado, el hombre se puso a mirar una hoja que se iba moviendo con el viento. Chocó contra el banco de la plaza y caprichosamente no se movió más. El frio lo trajo de nuevo a su presente. ¿Le había dicho ella, el amor, algún horario en concreto?. Tenías ciertas esperanzas, cierta en fe en miradas que cruzó en momentos del día que, sentía, ella también necesitaba.



Y ahora estaba ahí, esperándola. Pero no había nadie y el frio es como la soledad: duele mucho más sin testigos. De pronto, enderezó sus anteojos. Era ella. Tapado largo, botas al tono, cartera debajo del brazo, mirada al piso. ¡La imagen parecía la de una marca de ropa!. El viento movía su pelo corto. Pasó y él hizo un ademán. Ella dijo "¿vos qué hacés acá?" y siguió caminando sin esperar respuesta.



El hombre se puso de pie y la miró irse. Comprendió que antes de esperar por alguien, ese alguien debe saberlo. "Mañana le digo algo" pensó con la seguridad de no ser oído en su promesa de amor. Mañana, quizás, no haga tanto frio...
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