El eterno cuestionador

1 comentarios lunes, 21 de junio de 2010

Nada más implacable para mi que el juicio de valor propio aplicado casi descarnadamente. Esto no significa 24 horas de estar machacándome, ocurre algo peor. Surge en los momentos más extraños, de esos en que no pensar es absolutamente necesario.


Por ejemplo, hoy caminando. Avanzo con los pies pero mis pensamientos no avanzan, detenidos por el autojuzgamiento. Es un poco torturante pero no me va a matar. Además si lo expreso es porque reconozco la cuestión y la puedo identificar como dañina. Criticar (me) por cuestiones ya pasadas tiene el poder de no hacer crecer en confianza cualquier acción futura. Las cosas deberían aprenderse a evitar más que a sobrellevar. A veces uno termina cargado con mochilas que toma de otros. Me pasa bastante seguido aunque no me pongo en víctima, algo haré para que me comporte de esa manera.


Y algo también debo dejar ver en el otro. Muchas personas (rindo honores a la primera que me lo expresó, Virginia) dicen que mi problema es que cuando doy lo que tengo lo hago en una dosis mayor a lo que la otra persona espera. Y que al sentir que la respuesta no es acorde a lo que uno dio, se me vuelve frustración.


Cuando leí y razoné la frase dije "bueno el real problema es entonces la solidaridad a corazón abierto" por llamarlo de algún modo. El brindarme cuando el otro lo pida e incluso cuando no lo pida. La solución es muy sencilla: acoto mi amabilidad y disposición y listo.


Debo decir que morí en intentos. Es algo asi como retirarse cuando uno está en una sala llena de gente esperando que no se note. Pero ver si alguien, a la vez, lo nota. Aquellos que lo notan contarán con la aprobación y los otros son desde ese momento gente de la que dudaré. Pero como dije, la idea no resulta conmigo. Siempre voy a dar por quien lo creo mucho más de lo que tengo. Y eso siempre es exponerse.


Volvemos a la situación inicial. Iba hoy caminando y me empecé a cuestionar ciertas acciones presentes. Que hago sin pensar ni esperar respuestas pero que indefectiblemente me las critico. Y cuando no recibo lo que a veces siento que es justo, mis críticas y eso completan un círculo perfecto. Y cruel.


Cuando me ocurren estas cosas me llamo a silencio para poder tranquilizar a los fantasmas vestidos de inseguridad. Una mujer a la que yo quise mucho y el tiempo se encargó de alejar, decía que la soledad yo la peleaba discutiendo conmigo mismo, si vale la redundancia para que se entienda. No le falta verdad a la frase. Creo que la soledad es algo que uno aleja no combatiéndola sino dándole ocupación. Mental y física. Quizás ocupé la mente muchos años sin salir ni siquiera de una habitación. De dos años a esta parte traté de equiparar ambas cosas, mente y cuerpo. E hice cosas por mi y no sólo por los otros. Expandí mi idea unidireccional de las cosas, dejando que sucedan, lo que le dio algo a mi vida que nunca tuvo demasiado: sorpresa. Y tuve de las buenas y de las malas, pero he crecido.


Puede que no sea el más indicado para hablar de mi. Como lector, todo lo escrito me parecería una catarata poco clara de problemas arrastrados. Como fuera, todo está en movimiento y en movimiento crecemos. Aun a mi edad.

Y aunque, seguramente, esto también me lo cuestione.
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