"Mañana le pregunto" -Cuento corto-

1 comentarios martes, 18 de octubre de 2011
No me habla, no me contesta. Baja la mirada y parece que tiene poder pero conozco esos ojos, es puro teatro. Respira hondo para sentirse seguro y en realidad es la exhalación propia del miedo. Cuando nos agitamos, satisfacción o miedo no se distinguen. Me pone nervioso no saber cómo empezar a preguntarle por él. Tengo dudas cuando lo veo, siento que no es el que me muestra, porque se esfuerza en crear una imagen pero yo no me creo esa imagen. Se calla por estrategia, quizás también porque nada tenga para decir, me voy a anotar esa pregunta para hacerle, y cuál es la diferencia.

Todo lo que sé son suposiciones. Es lo que los demás dicen que es él. Y eso es dejar hablar al mundo sobre uno, en mi opinión demasiado. Espero acepte que crea que su estrategia no le va a resultar en el tiempo. Uno tiene que valerse a partir de sus acciones y no en la detención permanente para fijarse qué tal salieron las cosas: en eso se suele transformar la mirada del otro. Es como ir en un auto y bajarse cada dos cuadras para ver si de afuera todo funciona correctamente.

Para hacerlo feliz, diré también lo que veo de él pero sin adularlo porque no se lo va a terminar creyendo. Estudia los silencios, me di cuenta que mira a la boca de quien le habla, cree en que los gestos dicen todo de uno. Incluso lo que no queremos. Voy a terminar pensando que es peligroso preguntarle cosas. Una idea parecida a la de una pared con muchos cajones y en un cierto orden a veces se me representa cuando lo escucho hablar.

Alguien estructurado debe saber qué es el futuro. El de él, el mio y el de todos. Quiero que me diga qué será de mi vida, ya que parece tan en sintonía con lo que viene. Yo no tengo idea de futuro. Siento que voy avanzando y a la vez borrando el rumbo, que uno camina hacia adelante por inercia, que a veces se deja llevar, que cosas o gente hacen que aceleremos hacia ese lugar que no sé cuál es. Creo en un camino con cierta soledad, querría saber qué dice él, quizás esté de acuerdo o no.

Es tarde, tengo sueño, estoy engripado. Mañana me levantaré temprano y le preguntaré a él todo. Absolutamente todo. Cuando me mire al espejo.
read more “"Mañana le pregunto" -Cuento corto-”

"El inconstante" -Cuento corto-

1 comentarios
De pronto había salido el sol y Ariel no sabía qué hacer con su paraguas. Lo llevaba sin ajustar y cuando caminaba a veces se le abría porque estaba algo viejo el broche de la tela. Para evitarlo lo sostenía de la parte del medio aunque para ir por Pueyrredón eso era definitivamente incómodo. Salía de renunciar al tercer trabajo en cinco meses y tenía por eso una especie de felicidad que hasta a él le molestaba. Una inconstancia a trabajar llamativa, desde hace años.

Iba esquivando puestos callejeros, mesas repletas de juguetes, medias, relojes, fundas para celulares, cordones de zapatos. Caramelos. Vio que vendían caramelos y se le antojó uno aunque desconfiaba de la procedencia callejera. Fue hasta una pared y apoyó el paraguas para poder sacarle el papel con las dos manos al bendito caramelo de limón.

En el piso Ariel ve un hilo blanco. El color bastante acentuado, casi que brillaba en medio de ese suelo transitado. Toma de nuevo el paraguas y sigue mirando el hilo. Gira a los dos metros, se mete en la galería de la estación Once. Hacia lo lejos comprueba que entre medio de la gente el hilo parece remontarse hasta el final de la terminal de trenes. Comienza por tomarlo con su mano izquierda y avanza. Cuando era chiquito Ariel tuvo un inconveniente: agarró un cable de un alargue con la mano, confundió cuál era el extremo enchufado y le dio una patada que fue más que patada, susto. No tocó jamás un cable y de eso se acordó.

La gente parecía ignorarlo en su caminata absurda. Sobre la avenida el hall tiene tres escalones y los subió con dificultad, la humedad le hacía doler el ciático y se sentía un viejo. Aceleró porque vio que el hilo estaba más flojo. Sobre su derecha en la entrada a los baños, un chico sentado en el piso. Tendría menos de 10 años, estaba algo sucio y tenía en la mano un ovillo blanco de lana. Ariel no sabía si retarlo o sentirse antes un tonto por haber seguido al hilo.

Se acercó y el nene seguía concentrado en el ovillo. Le dice ¿Sabés que casi me hacés caer?. Tené más cuidado, lo dejaste desenrollado desde la calle. El nene dijo “Sí”. Ariel se sintió menos que un poco de lana y le preguntó por qué hacía eso. “¿Qué cosa?”. Lo de desarmar un ovillo. “Lo estoy armando”. ¡No, si la punta estaba casi a la altura de mis pies allá a la vuelta!. Y el chico lo miró: “Yo lo estaba armando desde acá. Usted vio el final del hilo, no el principio”.

Ariel se rascó la cabeza, interpretó lo que le quisieron decir. Pensó que por segunda vez en su vida confundía el extremo de un cable y que posiblemente haya recibido otra patada. Ahora con forma de niño. Lo ayudó a ponerse de pie, le dio comida, lo alimentó.

El chico le dijo que todos los días iba a estar ahí. Tuvo suerte Ariel: ya de grande encontró en una estación de tren a su olvidada constancia. Hecha un ovillo.
read more “"El inconstante" -Cuento corto-”