El Señor Aburrido

8 comentarios martes, 4 de enero de 2011

Esta es la historia del Señor Aburrido.

El Señor Aburrido tenía implícita su característica en el apellido, lo que lo liberaba de ciertas incómodas explicaciones y así evitar que se tomaran el trabajo de juzgarlo: sencillamente su estado era un hecho.


Nunca renegaba de su condición, sumergido en ciertas delicias que le fue encontrando al estado, a veces rayando en la comodidad de no querer cambiar. Una especie de status quo de sillones mullidos, donde la excusa estaba a sus anchas.


Frente a él vivía la Señora Fortuna. Con cierta altura moral propia de quien a pocos les toca, observaba las acciones del Aburrido no sin lamentarlo. Por un momento se ponía en lugar de él y esa desdicha hecha marca le generaba a la Señora Fortuna una extraña empatía. Curiosidad como la de quien mira a alguien a punto de caer y no resiste luego dejar de verlo, ya en el piso.


Cruzó Fortuna la calle en diagonal. Vio al Aburrido con la cabeza gacha caminando, acomodando sus anteojos de aumento y temiendo tropezarse sin mirar hacia adelante. Casi una definición de vida, pensó al ver la escena. Apuró el paso y el encuentro fue repentino aunque con un aire de inocencia, buscada por Fortuna.


Le pidió disculpas por asustarlo pero rápidamente Aburrido fue quien las pidió, ya que vivía sintiéndose en falta y con o sin razón siempre las tenía a mano. Ella le dijo que cruzar como lo hizo estaba mal y que fue un impulso al verlo. Aburrido la miró a los ojos. ¿Algún parecido a alguien conocido?. No lo encontró, jamás la había visto.


Volvió su mirada hacia la cara de ella buscando la razón del encuentro y ella le dijo que el azar es tan necesario como inexplicable. y que a algunos les toca en suerte las cosas, mientras en otros se buscan esos mismos resultados con esfuerzo. Le explicó que estaba para escucharlo pero también, para saber qué tanto podía contar con él como para que ella pudiera ayudarlo.Aburrido se sintió inmediatamente invadido por alguien a quien no conocía y ella creía que sí. Doble invasión. Le dijo que lo dejara en paz, que él no le había hecho nada, y ella dijo "justamente por eso estoy acá...nada has hecho".


Al borde de la indignación, Aburrido intentó seguir su camino, pero la Fortuna empleó su mejor táctica frente a tercos: la duda. A los cinco pasos Aburrido se detuvo y volvió a mirarla esperando más palabras. Y ella le dijo que si de allí en más lo escuchaba podría ayudarlo.


Si esa duda que lo llevó a volver sobre sus pasos a Aburrido iba a estar de ahí en más en todas sus decisiones, temía volverse loco. Fortuna le proponía una alianza conveniente. Aunque si fuera un matrimonio no quedara claro si era Fortuna de Aburrido o Aburrido de Fortuna. Aceptó escucharla.


Cuando consiguió la atención absoluta de Aburrido, Fortuna se acercó a su oído y con voz dulce le dijo “El secreto de mi es que como vine me fui. Estaré no donde pienses, sino donde lo sientas”. Aburrido la miró de cerca y ante sus ojos desapareció en medio de una especie de ruido que lo llevó a mirar hacia abajo, algo brillaba.


Aburrido acomodó sus anteojos y vio que era una moneda pequeña. Se agachó a levantarla y la notó vieja a pesar de su brillo. Extraña en la mano. La miró nuevamente y la tiró a la calle.
Fortuna no se quejó del golpe contra el asfalto. Más por él, hoy no podría hacer.
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