."Deberes".

1 comentarios sábado, 15 de septiembre de 2012
Bajé la bandera que flameaba en el mástil del recuerdo. Enrollé algunos papeles para ponerlos bien lejos de tentadores momentos que me inviten a leerlos. Con sutileza cambié horarios necesarios, volví a viejas rutinas que por precisas había olvidado. Empecé a pensar en mi cuando de nuevo fui acomodando nuevamente los recuerdos donde querían estarlo. Parece correr la brisa sobre todo lo que uno ha dado, y se lleva lo que sea y me deja necesario la tarea de seguir. Y en el mástil, bandera de cambio.
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"Apiladas" -Cuento corto-

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Su vida estaba dentro de nueve cajas de zapatos guardadas en el cuarto. Las tenía apiladas, ocupaban el espacio en el placard y en su mente al verlas a diario. Allí había recuerdos familiares, viejos papeles con recortes, fotos de colegio, cartas, las postales de cuando su tia se iba de viaje a alguna parte. Boletos capicúa, algún souvenir de antiguas fiestas de 15, un oxidado ábaco, la bolsa de su jardín de infantes, unos dibujos sin nombre ni firma, llaveros usados y gastados. Aunque no las abriera él sabía qué había en cada una, y la invitación a la nostalgia que es ponerse a revisarlas. Lo venía pensando y lo dejó para el sábado. Se sentó y abrió una de las cajas. Llenas de papeles leyó cosas olvidadas que se activan cuando ya sabemos cómo sigue una lectura. Con piedad se vio en cosas viejas. Cerró de nuevo la caja y la guardó. Por la tarde fue a comprarse zapatillas. Pidió la caja que ahora está vacía. La va a poner en el placard en la parte de arriba para ir llenándola con cosas que sucedan de acá en más. Y no pensar tanto en las antiguas. Cajas de su vida.
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."Diez formas".

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Las formas del silencio. El sepulcral, en los grandes espacios. El íntimo, con alguien al lado. El oportuno, cuando rodeado de gente me callo. El familiar, que por tradición se tiene ante involucrados. El piadoso, ante algo que nos parece penoso. El permanente, de aquello que guardamos. O cargamos. El temporal, cuando elegimos el momento en que deje de ser silencio. El del vacío, sin que surjan las palabras ni motivos. El buscado, siempre con los ojos cerrados. Y aquel que nos sirva. Ante tanto mundo hablado.
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"Esperar, esperarla". -Cuento corto-

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Esperó un dia de sol para levantarse temprano. Esperó el colectivo vacio dejando pasar varios. Esperó pacientemente en la fila de pago sin cambio. Esperó se hiciera la hora para entrar en punto al trabajo. Esperó de su compañero Ferreyra que le diera el informe terminado y no por la mitad para luego él completarlo. Esperó el reto del jefe por ese atraso. Del que se hizo cargo. Esperó el final del dia en la oficina, aliviado. Esperó el mensaje de la tia, a la que le mintió diciendo que a verla iría. Esperó al colectivo que nunca llegó por una marcha en la avenida. Esperó llegar a la casa aunque sea caminando. Esperó sacarse camisa y zapatos. Esperó que fueran las nueve para hacer por fin el llamado. Esperó que atiendan del otro lado. Esperó escuchar la voz dulce del ritmo en letargo, que lo hiciera feliz. Esperó la respiración al final de cada oración que ella decía, para disfrutarla. Sentir alegría. Aunque tuviera que esperar por eso todo el dia.
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"Ser humano" -Cuento corto-

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Sucedió algo increíble. Marcos caminaba bordeando la cordillera al mediodía, y el ruido a viento en las orejas era un concierto permanente que hacía difícil concentrarse, Había llegado a Mendoza para hacer lo que estaba haciendo, caminar al pie de la gran montaña. Bien equipado, lo suyo iba a ser un recorrido de tres horas. Se acomodó la mochila y durante un tramo hasta se puso las manos dentro de la campera. Miraba a su izquierda esa pared de piedra, caprichosa en su forma, que parecía lo acompañaba. A la derecha una planicie con algunas rocas altas y de fondo más montañas. El ruido a viento competía con el de los pies pisando la mezcla del suelo, tierra y piedra. Resoplaba pero no quería detenerse. Se sentía de alguna forma pleno y lo más importante: logró estar absolutamente solo durante mucho tiempo, lo que lo invitaba a no pensar en nada más que estar ahí. De pronto se detuvo a admirar. Se sacó los anteojos, respiró hondo y empezó a girar lentamente para ver todo. Realmente se sintió poco frente a tanto. Golpeó las manos con guantes puestos como prueba del ruido, que ni siquiera se oyó. Estaba feliz hasta que de repente vio algo en el suelo, no lo reconoció. Le pareció de lejos ajeno al paisaje. Cuando se acercó se desilusionó. Era una botella de plástico y un envoltorio de algo, parecía de una barra de cereal. Las agarró y puso todo en su mochila. Cuando volvió de la caminata pasó por el puesto del parque nacional. Mostró los objetos al guardaparques, los tiró en un tacho. Y dijo resignado: “Hermoso todo. Pero no dejen entrar humanos”.
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."Diez cosas guardadas".

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Diez momentos de vida: 1. Las estrellas formando algo asi como un caballo alado, camino a Bariloche en una noche estrellada. 2. El largo pasillo antes de la puerta de la casa de mi abuelo, y la media cuadra antes de llegar a la casa de  mi abuela. Satisfacción de niño saberse cerca. 3. La original idea de quien organizó aquella muestra en la que la música salía por debajo de los pies. “The wall” de Pink Floyd a más de 20 años aun me resuena. 4. El Citroen de mi tia Betty con problemas de cataforesis en el piso, y algunos viajes en que por debajo de la alfombra veía las calles. 5. Los eternos diálogos de miradas con mi abuela Juana. 6. Mi madre, el dia que descubrí que los reyes eran los padres porque escondió mal los regalos, que vi, compró antes. 7. La primera vez que crucé la calle solo para ir al kiosco por pedido de mi mamá: con voz temblorosa dije “Jockey suaves cortos”. 8. Mi perra Anahí, que se ofendía si no la saludaba y me esquivaba la mirada. 9. Lo mareado que quedé cuando vi televisión a color tres horas seguidas la primera vez. 10. Todos los recuerdos que la mente ordena y el presente desordena, porque uno es un conjunto de cosas que han pasado, pasan. Y va guardando. En palabras hechas.
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."Decálogo de madurez".

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Diez requisitos de madurez. 1. Dar por sentado que la vida es un aprendizaje. Más que nada cuando nos equivocamos. 2. Permitirse verse uno con cariño hacia lo que ya hicimos, sin estar pendientes de quien opine lo que no ha vivido. 3. Querer infinitamente y creer decentemente. 4. Aunque sea una sola vez, hacer un buen viaje al lugar que uno desee. Buscado o encontrado. 5. La paciencia se cultiva con la parte de las flores para arriba. Esto es: cada cosa tiene su tiempo de espera, como quien desea primaveras. 6. Fiarse en un elegido reflejo pero también en nuestro propio espejo. 7. Usar mente o corazón, el impulso que corresponda. 8. Querer lo que uno hace pero mucho más cuando en otros se ve. Y celebrarlo en silencio sabiendo que está bien. 9. Furia y temor son hermanos que se ven cuanto más los ocultamos. Se cura asumiendo el cambio, tarde o temprano. 10. Vivir sin darnos cuenta del niño que fui o el adulto que pretendí. Sólo en el hoy verme feliz.
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"Cinthia suerte" -Cuento corto-

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Cinthia Ornetti. Lo que se dice una auténtica mujer con suerte. Ya desde pequeña, cuando su madre la anotaba en concursos de baile y triunfaba. O en las rifas del colegio en donde siempre salía su número y ganaba esas canastas con cremas y toallas. De adolescente era común que sacara el anillo en la torta de fiesta de 15, de hecho se quedó con siete anillos. La cantidad de compañeras mujeres que tenía. En la reunión luego del viaje de egresados ganó otro viaje a Bariloche de regalo. Hasta la propia Cinthia pensaba que con el colegio esa etapa se estaría terminando, pero no. En la facultad le tocaba rendir cuando los profesores exigentes mas cansados estaban, o materias eran anexadas a otras carreras y se aprobaban sin cursarlas. En el Banco llegaba y si le faltaban 200 números para el suyo, alguien se acercaba y le daba un número de regalo porque se iba, y era uno bien cercano. En su trabajo nadie podía cambiar de lugar, hasta que renunció alguien y su jefe le dio aquella mesa junto a la ventana, tan envidiada. Comprando en el Coto fue cliente “un millón” del año pasado, y la premiaron con tres repletos changos. Salió adjudicada para un auto a la tercera cuota de pago. Se ponía botas en pleno dia, los conocidos se reían y por la tarde llovía. Era una mujer de suerte, Cinthia. Revolvía el café con la cuchara, en el bar de Corrientes. Para adelante y para atrás, concentrada. Luego de cuarenta minutos y un cortado con un mixto, recibió un mensaje. “Hoy no puedo, perdoname. Se me atrasó todo, sabés cómo es. Fallida primera cita, yo te vuelvo a llamar”. Apenas lo leyó quiso cambiar toda su suerte en la vida por ese momento que no se dio. Luego se puso feliz. Cinthia Ornetti supo esperar que las cosas se den cuando tuvieran que ser. Aprendió a perder, una vez. Y eso ya es una suerte.
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