Lo que hay detrás de la puerta: cuando yo soy mi primer empleado

1 comentarios lunes, 16 de noviembre de 2009

Sin dudas podemos confirmar la teoría cada vez más extendida que habla de cierta tendencia al individualismo, una idea definitivamente presente sobre todo en las acciones diarias, las que marcan cómo somos en realidad. Las explicaciones desde lo social o psicológico hablan de una manera de buscar aislarse para, se supone, funcionar mejor sin depender de lo exterior, o sea los otros. Algo parecido a decir que el mundo es una caja de remedios, y dentro de esa caja cada uno es una cápsula, junto a otras tantas cápsulas.

Esto puede verse en distintos ámbitos o en el propio comportamiento. Dentro del mundo del trabajo también se manifiesta y ya es común creer que alguien que defiende su puesto de trabajo no lo hace por ascender o por simple amor a su profesión, sino que su “pasión” es la de no irse nunca de allí, de poner candado a su puesto.
Si esto es equivocado o no, cada uno en su interior sabrá con qué armas defiende lo suyo y por qué. Lo que intentamos ver a partir de este análisis es que no en todas las profesiones se piensa desde lo individual y sí de manera grupal.

Los otros días en un programa de televisión se mostraba la labor de una escuela de oficios que tiene mayormente a mujeres que buscan una salida laboral que desde su hogar puedan realizar. Una acción muy loable y destacable. Pero me llamó la atención que, entrevistadas las mujeres que estudiaban diseño y costura (aproximadamente unas treinta), a la pregunta de si al terminar de estudiar alguna pensaba asociarse con otra y lanzar una marca de ropa o trabajar en conjunto, nadie levantó la mano. O sea que allí había treinta personas y treinta “miniempresas” en la idea de todas ellas. ¿A ninguna se le ocurrió al menos hacer un dúo, buscar asociarse con otras?.

Quizás sea posible una explicación, y es que nuestro individualismo supera a la profesión que tenemos. Que la felicidad individual nos parezca más rápida y efectiva, al hecho de compartir un logro y dividir réditos. Como concepto puede funcionar para algunos trabajos, pero seguro que no para todos. Un abogado puede recibirse para ser cabeza de un estudio jurídico o parte de un pool de abogados especialistas en algún tema; un arquitecto es posible.

Pero un Profesor, un Periodista, un médico clínico o de otra especialidad, no parecen dar cabida al trabajo en conjunto ya desde su concepción. Podemos abarcar otras actividades y veremos el mismo panorama: un albañil, un encargado de edificios, un electricista, un plomero, un cocinero. Todos soñarán triunfar dentro de un mundo que parece ya no tener más lugar para tantos haciendo similares labores

La solución desde la óptica del recibido, pasa por agudizar la pericia. Y con esto quiero decir permitirse rodearse de otros en iguales condiciones. Claro que no todos son la horma de nuestro zapato y tampoco es idílico el camino hacia la estabilidad laboral. Pero sí es concreto que embarcados hacia un futuro siempre es mejor estar acompañados. La idea de asociarse implica unidad de criterios, más allá de la cantidad de integrantes, y ponerse de acuerdo en cuestiones ya de por sí es una labor.
Pero en un mundo que exige más y mejor, si ofrecemos opciones grupales además de las individuales, podremos soñar con una empresa en sociedad y en donde yo seré mi primer empleado.
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Lo que hay detrás de la puerta: primer empleo, peligro de estancarse

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Dicen que peor que avanzar o retroceder es estancarse. Porque como parte de un proceso cualquier acción que lo detenga en general no conduce a buenos resultados. En otras ocasiones, y ya desde el enfoque laboral, se elige estar en un lugar a la espera de una oportunidad que, creemos, ya llegará. En breve.

Para el mundo laboral el primer trabajo no debe de ningún modo ser el único que tengamos en nuestra vida. Sencillamente porque ese primer empleo, esa posibilidad que alguien nos brinda con más esperanza que certezas en nosotros, es la puerta abierta a todas las posibilidades de avanzar. Si bien se elige una carrera y de allí una forma de vivir de aquello que se eligió, son demasiados los casos de personas que estudian una cosa y trabajan de otra que en nada “colabora” en el aprendizaje.

Es más. La realidad algunas veces nos lleva a optar y entre un trabajo actual y medianamente remunerado, se prioriza eso por sobre estudiar una cantidad de años algo que no se sabe cómo será aplicado a mi futuro. Esto no se puede solucionar sólo con educación al alcance de todos. Se trata de modificar estructuras sociales que hagan valer el esfuerzo de “ser” alguien, al cabo de unos años de estudio.

Pero a no celebrar. Porque estudiar y mientras trabajar de lo mismo durante toda la vida no implica la felicidad envasada. Al menos trabajar siempre en el mismo puesto todo el tiempo…el equilibrio no lo da la alta calificación que hayamos tenido en el promedio, sino elegir bien. Y si hay que irse, elegir irse bien.

¿Hay instituciones que enseñen cómo debo “irme” o “quedarme”?. No, se trata de sentido común, o lo que otros podrán llamar corazonada o impulso. Pero para cualquier resultado primero habrá que tener opciones que me pongan en la duda de si irme o no a, se cree, superar y superarme laboralmente.

¿Qué opciones me quedan?. Si no se puede elegir otro trabajo nadie puede pensar en irse de allí, por más mal que se lo trate. Pero quien tiene ansias de mejorar va a pensar ¿yo quiero esto?...no…¿puedo hacer algo por mejorarlo?...no lo sé…¿y si lo intento?...

Si se intenta, bienvenidos a aquellos que no quieren estancarse.
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Lo que hay detrás de la puerta: vengo por el aviso, soy el recomendado

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Motivos para justificar la llegada a un puesto de trabajo puede haber muchos, comenzando por una básica, que es la necesidad. Pero en otras ocasiones es inevitable decir (en voz baja, claro) “¿cómo pudo llegar tamaño personaje a este puesto?”.

Si bien la personalidad no necesariamente va de la mano con los altos cargos ejecutivos, lo primero a pensar son dos teorías: o es familiar directo de “alguien”, o ingresó por recomendación de “alguien” tanto o más importante que el mismo jefe. Sino, no se explica.

Los sueños y deseos de muchos, puestos en un currículum, suelen descansar juntos en algún rincón de la mesa de quien toma la prueba. Y allí, de entre todos, elegirá según le parezca. ¿Qué es un Gerente de Recursos Humanos entonces?. Alguien con la difícil tarea de seleccionar con qué se queda.
Pero…siempre hay un pero. Porque el orden de llegada del currículum puede verse…alterado si de un recomendado hablamos. Es bueno aclarar que en sí una persona que es bien vista y considerada está en su derecho de llevar carta de recomendación, tarjetita y cualquier medio que testimonie que hace bien sus tareas.
El tema a debatir eternamente es la aptitud que para un cargo se tenga y la importancia que entonces toma la recomendación.

¿Cómo “rebotar” al hijo de un amigo que sabe de números lo que yo de veterinaria?. Algunas veces pedir explicaciones o darlas son caminos más largos y estrechos que la mentira directa, la que me saca el problema de encima. O a lo sumo lo patea para adelante para que no lo vea. Entonces algunos se quedan donde están.

No existe una solución mágica o bueno la hay, que es ser inteligente. Para pensar qué quiere el otro de mí y para orientar la búsqueda cerquita de lo que se está pidiendo. Algunas profesiones tienen cientos de postulantes, pero la Carrera está en la otra orilla de un río, imposible llegar.
Por eso es mejor usar la inteligencia. La que el currículum dice que aplicamos a nuestros estudios, y aquella que el momento requiere.
Mi recomendación es ésa, ante todo.
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Lo que hay detrás de la puerta : trabajo...aptitud para lograrlo, actitud para buscarlo

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Mientras la persona que puede ser capaz de provocarnos o una gran alegría o una gran pena lee nuestros datos en el currículum, la espera se vuelve rezo para unos o interminables segundos para otros. Por un momento olvidamos que todo (todo) es considerado parte de nuestro proceder. Hasta leímos que no hay que cruzar los pies, que las manos no deben temblar, que cada palabra tiene que sonar segura.

Finalmente levanta su cabeza; parece que algo va a decir, pero no encuentra cómo…¿será malo?. Ya nos incomoda su incomodidad en no decirnos nada. Hasta que parece, se anima. Aquí se bifurcan los caminos. La respuesta más maravillosa tiene un sendero que más o menos podemos imaginar, y que uno no va a exteriorizar hasta bien seguro de estar alejado de miradas.

Pero hoy me detengo en la parte de “los derrotados” momentáneos. Porque aunque haya bibliotecas repletas de frases de usos y costumbres, lo que uno siente cuando lisa y llanamente rebota es que no sirve para nada. Y si bien es humano sentir eso los primeros diez minutos luego de no alcanzar un objetivo, tan cierto como eso es la gran posibilidad que se abre. En general necesitamos ser evaluados por el otro y a partir de un parámetro, saber más de nosotros.

Por ejemplo es común que se deje a alguien fuera de una chance porque o no califica o sobre califica un puesto. Una vara es saber qué estudiamos y creemos en qué podemos aplicarlo, pero desgraciadamente las empresas tienen otro librito distinto al nuestro. Y algunas veces un par de cursos complementarios de nuestra carrera no nos abre posibilidades, sino todo lo contrario, más si se trata de un puesto que podríamos llamar medio. Vale decir entonces, que de todas las experiencias aprendemos.

Para no ser un rebotador crónico de cuanto trabajo a uno le ofrezcan, es mejor saber “leer” que ven los otros de nosotros. Porque quizás sepamos reconvertirnos en algo parecido a lo que se busca, sin caer en olvidar para qué estudiamos.
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Lo que hay detrás de la puerta : la teoría del Estado "benefactor"

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Fuentes laborales de naturaleza privada, riesgos que una empresa toma y que se nutre de gente desesperada por ser parte del mundo del trabajo. Estas son las pautas más o menos generales para la mayoría de las personas aptas y deseosas en comenzar algo.

Pero no solamente una empresa privada necesita personal. También el Estado –en cada una de sus reparticiones- precisa en ciertas ocasiones de más gente. Claro que esas ocasiones son las menos.
Es inevitable hablar de política. O en todo caso de políticas aplicadas a la solución de la inserción laboral. Cada nuevo gobierno parece reiniciar cualquier plan trazado, lo cual impide la continuidad de una idea más allá de cuatro años de un gobierno.

La idea general sostiene que “el Estado somos todos”, aunque esto no deja de hacerlo ver como una especie de vaca lechera que provee a quien pudiera de un sueldo seguro.

Y hablando de seguro, para algunos el Estado es asegurar trabajo para la descendencia, ya que si alguien consigue entrar, hará ingresar más tarde o más temprano a un familiar. Me pondré aquí en abogado del diablo en defensa del Estado. ¿No ocurre eso en casi todos lados, sea privado o estatal?. Pensemos.

El Estado benefactor fue la manera de denominar a la intervención gubernamental luego de la segunda guerra mundial, que implicaba la ayuda en países arrasados con motivo del conflicto bélico. Luego se utilizó como sinónimo de función social regulada por el gobernante de turno.

¿Qué queda hoy de eso?. Si se apunta a la posibilidad laboral, las noticias no son buenas. Porque sigue sin haber políticas que estén dirigidas a los recién salidos al mercado, y porque el Estado como empleador no lo haría con todos.
Para evitar suspicacias quizás la solución para la toma de empleados por parte del Estado sería un concurso abierto, en el cual cada uno pudiera calificar para cada puesto pedido. Como el mundo ideal no existe, por lo menos cercano al cono sur, la esperanza es nada más ni nada menos, que sea bajo ciertas reglas claras y que no discrimine antiguos empleados de los nuevos. Ergo, que estén legalmente en blanco.

Si el Estado contempla sin solucionar problemáticas atinentes a él, casi seguro que el arreglo se aleja. Cuanto más lejos, lo arreglarán otros.

Profesionales recién salidos de las facultades y demás personas que ponen dedicación y tiempo en aprender a ser algo, esperan que el Estado vuelva a ser benefactor.
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Lo que hay detrás de la puerta: ¿una piedra en el camino?

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Para buena parte de las cosas a las que aspiramos no solo corresponden a nuestra exclusiva incumbencia realizarlas. Se necesita también una intermediación: los que profesan religión encomiendan a alguien su pedido; aquellos que no, o creen en sus propias fuerzas o hasta en objetos de la suerte, para qué negarlo.

En la búsqueda laboral nada de lo descripto queda al margen y el aspirante a un puesto necesita (lo hemos señalado ya) “encajar” dentro del sistema como una pieza de rompecabezas. También hemos comentado el cuello de botella que significan muchos egresados que intentan cubrir trabajos que cada vez se piden menos por abundancia o sobreabundancia.

Los sitios laborales (hablamos dentro de Internet) concentran todos los pedidos y ofrecimientos, canal necesario y utilizado si alguien es joven, con ganas y sueños.
Llevar el currículum en mano a una empresa o mirar una cartelera de pedidos en busca de un número para contactarnos con alguien se usa cada vez menos.

Aunque no queramos las empresas de búsquedas laborales son nuestras intermediarias. Así que desde el inicio se acatan órdenes “superiores”. La experiencia personal y algunas otras que se encuentran apenas se plantea la cuestión, transitan los mismos carriles.
Para muestra, este ejemplo. Se pide en general que se aclare tipo y clase de trabajo; ocurre algunas veces que las opciones dadas son tan generales que uno termina eligiendo trabajos en profesiones distantes de nuestro objetivo.

Con el tema del currículum ocurre algo parecido. No basta con el orden en que esté confeccionado o el plus que lo haga más interesante: en los sitios se deben cargar todos los datos y armarlos dentro de parámetros dados. Vale decir entonces que en realidad terminamos adaptándonos a ítems que descartan lo específico, cuando quizás debería ser al revés.

Planteados interrogantes, algo así como una piedra en el camino, llega el momento de esperar resultados. Algunos sitios ¡permiten! que uno pueda dejar su dirección de mail y otros necesitan que nos registremos y con eso poder entrar en las páginas diariamente a revisar nuestra suerte.

Como dicen que a la suerte hay que ayudarla, no todo es esperar sino sortear desde el vamos, estas dificultades. Ojalá entonces que el próximo mensaje que reciban y por el que tanto se ha luchado aparezca en sus casillas, ése que nos sirva para empezar a ser.
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Lo que hay detrás de la puerta: nuestro vaso medio lleno

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Si bien aquello que uno puede aportar desde su visión pretende ser la mirada del alumno que sale del cascarón universitario hacia “la vida”, pocas cosas nos unen a todos como la búsqueda laboral. Con mayores o menores pretensiones, currículums extensos o vacíos, todos queremos de nuestro futuro algo así como un trabajo “decente y permanente” (ustedes pongan los dos términos en el orden e importancia que deseen).

La realidad en los números nos muestra una oferta laboral para ciertos rubros, que no necesariamente tienen que ver con los universitarios o terciarios. Basta que se decida llamar a alguien para cortar el pasto que se verá que a Dios gracias, trabajo en general no les falta. Esto también les cabe a albañiles, pintores, electricistas, cortineros, maestros mayores de obra, plomeros y entendidos en informática que quieran ser empleados realizando más que nada labores muy específicas.

Otros rubros no corren con igual suerte. Porque existe sobreabundancia y también, porque cuando el diario se abre no hay oferta de aquello que se es. La conclusión primaria nos muestra una realidad tras los números positivos de la economía. Algo así como una “matrix” en la que o se está dentro de ella, o se la contempla.

Ergo: la inserción laboral es lenta, o básicamente dependiente de ciclos. Vale decir, cuando una profesión está de moda y todos quieren ser parte de una actividad. Queremos “subirnos” a esa matrix, pero parece que no somos los únicos en querer hacerlo. Y el mercado se agota en pedidos muy puntuales.

Las nuevos términos para definir al simple empleado nos eximen de mayores comentarios:“Senior”, “semi Senior”, “Junior” “semi Junior”…

Hace unos días me puse contento ya que cerca de mi casa alguien puso un cartel en su inmobiliaria buscando empleados. Algunas personas había en la fila y les pregunté qué se precisaba…”Empleado principal o Senior para desempeñar tareas relativas a la profesión”. Si alguien no comprendió, se pide experiencia para atender el teléfono, sacar fotocopias, concertar entrevistas, realizar una agenda de contactos…
Lo triste es que si bien exigir condiciones por parte de un empleador es su derecho y en esos términos gana el que mejor preparado esté, tampoco es sano tener que ser Abogado para coordinar por teléfono reuniones de otros. Mejor dicho, no es justo.

Nuestras posibilidades son siempre el vaso medio lleno en la historia de buscar trabajar. Confiar en la experiencia debe ser tan determinante como también lo que nosotros hagamos ante una chance, una puerta que se abra. Si la supervivencia es la del más apto, allí se verán nuestros reales valores.
Por las dudas, para no quedar fuera de la matrix, es bueno empezar por confiar en lo que cada uno siente que es luego de recibirse. Ese y no otro, es el vaso medio lleno.
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Lo que hay detrás de la puerta: el trabajador en su laberinto

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Cuando hablamos de primeras oportunidades dadas, la persona que lo hizo posible no será jamás olvidada. Fue quien confió en que nosotros podíamos y de paso, nos dimos cuenta que algo de razón tenía. Ciertas veces otros confían más en nuestros valores que nosotros mismos.

Existen matices. Como en todo, cuando de relaciones humanas se trata. Para saber diferenciar lo que el empleador quiere de cada uno, la tarea de averiguarlo resulta sencilla: ¿nos paga por nuestro trabajo?. ¿No?. Pues entonces estamos en presencia de la temida condición de “a prueba”. Y aunque aprender de la práctica nunca está mal, sí lo está el abuso del tiempo, el generar el “estado permanente” de nuestra condición.

Las soluciones no están en quien recién comienza. Laberintos de un sistema que en general nos pierde dentro de sus caminos, estamos en medio de todas las decisiones que otros toman. Una protección legal la dan aquellas empresas que buscando dentro de las Facultades, quieren en condición de pasantes a alumnos. Para ir fogueando a aquellos que se están por recibir.

Aunque se puede envidiar a los que son elegidos, nada es un lecho de rosas. Porque uno aprende si le enseñan, además de lo que uno observa. La cuestión es si quienes contratan buscan enseñar las cosas, o sólo a quienes lo hagan rápido y sin chistar. Mejor, no sabemos. Pero, rápido.

Nuestra ilusión de luz al final del túnel nos guía en el laberinto. Mientras, el tiempo pasa, para puro beneficio de quien nos “toma una prueba”. Por eso la recomendación (y les aseguro que con una base empírica importante) es aclarar todo lo necesario desde el principio. Aunque uno quede como estructurado y amigo de los formalismos. Pero es que después no hay derecho a la queja. Es algo así como la letra chica de la compra de un microondas. ¿Quién lee que el representante de la marca atiende en Uruguay?. Nadie. Así que en lo posible, fijarse de aclarar puntos.

A veces ocurre que se sabe cómo es la labor diaria, aunque el empleador no impone otras reglas ya que las da por entendidas. Pero no todos tenemos la lógica de un empleador. Nunca está demás consultar, y a veces hasta con suerte uno ha inaugurado un estilo de trabajo sin quererlo.

Siempre es mejor que en el laberinto sólo quede el Minotauro y nadie más.



(imagen gentilezawww.1.bp.blogspot.com)
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