Lo que hay detrás de la puerta: cuando yo soy mi primer empleado


Sin dudas podemos confirmar la teoría cada vez más extendida que habla de cierta tendencia al individualismo, una idea definitivamente presente sobre todo en las acciones diarias, las que marcan cómo somos en realidad. Las explicaciones desde lo social o psicológico hablan de una manera de buscar aislarse para, se supone, funcionar mejor sin depender de lo exterior, o sea los otros. Algo parecido a decir que el mundo es una caja de remedios, y dentro de esa caja cada uno es una cápsula, junto a otras tantas cápsulas.

Esto puede verse en distintos ámbitos o en el propio comportamiento. Dentro del mundo del trabajo también se manifiesta y ya es común creer que alguien que defiende su puesto de trabajo no lo hace por ascender o por simple amor a su profesión, sino que su “pasión” es la de no irse nunca de allí, de poner candado a su puesto.
Si esto es equivocado o no, cada uno en su interior sabrá con qué armas defiende lo suyo y por qué. Lo que intentamos ver a partir de este análisis es que no en todas las profesiones se piensa desde lo individual y sí de manera grupal.

Los otros días en un programa de televisión se mostraba la labor de una escuela de oficios que tiene mayormente a mujeres que buscan una salida laboral que desde su hogar puedan realizar. Una acción muy loable y destacable. Pero me llamó la atención que, entrevistadas las mujeres que estudiaban diseño y costura (aproximadamente unas treinta), a la pregunta de si al terminar de estudiar alguna pensaba asociarse con otra y lanzar una marca de ropa o trabajar en conjunto, nadie levantó la mano. O sea que allí había treinta personas y treinta “miniempresas” en la idea de todas ellas. ¿A ninguna se le ocurrió al menos hacer un dúo, buscar asociarse con otras?.

Quizás sea posible una explicación, y es que nuestro individualismo supera a la profesión que tenemos. Que la felicidad individual nos parezca más rápida y efectiva, al hecho de compartir un logro y dividir réditos. Como concepto puede funcionar para algunos trabajos, pero seguro que no para todos. Un abogado puede recibirse para ser cabeza de un estudio jurídico o parte de un pool de abogados especialistas en algún tema; un arquitecto es posible.

Pero un Profesor, un Periodista, un médico clínico o de otra especialidad, no parecen dar cabida al trabajo en conjunto ya desde su concepción. Podemos abarcar otras actividades y veremos el mismo panorama: un albañil, un encargado de edificios, un electricista, un plomero, un cocinero. Todos soñarán triunfar dentro de un mundo que parece ya no tener más lugar para tantos haciendo similares labores

La solución desde la óptica del recibido, pasa por agudizar la pericia. Y con esto quiero decir permitirse rodearse de otros en iguales condiciones. Claro que no todos son la horma de nuestro zapato y tampoco es idílico el camino hacia la estabilidad laboral. Pero sí es concreto que embarcados hacia un futuro siempre es mejor estar acompañados. La idea de asociarse implica unidad de criterios, más allá de la cantidad de integrantes, y ponerse de acuerdo en cuestiones ya de por sí es una labor.
Pero en un mundo que exige más y mejor, si ofrecemos opciones grupales además de las individuales, podremos soñar con una empresa en sociedad y en donde yo seré mi primer empleado.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nota publicada en www.diarioficcte.com.ar