."Sos la teoria".

1 comentarios sábado, 19 de mayo de 2012
Palas Atenea y toda la Grecia entera. Sofistas, Heródoto y las islas. Socrates, Platón y los racionalistas. Pitágoras, Heráclito y todos los acuerdos tácitos. Parménides, Aristóteles, Sófocles, Pericles. La virtud, la ética y la teorética. Hermes, Dios y nous. Metafísica, materia, forma y privación. Sustancia, distancia, recurso. El alma antes que el hombre. La respuesta sin pregunta fija. Cierro el libro de Filosofía y sigo mi sabiduría: si yo te amo, nadie me lo explica.
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"Tio crédulo" -Cuento corto-

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Un tio que me decía que él creía en muy pocas cosas. Pero no me daba la lista de cosas en las que creía sino que remarcaba aquellas en las que no creía. Dios, por ejemplo. Cierto orden de la naturaleza, férreo opositor de Darwin. Tampoco creía en las teorías impuestas desde lo económico, decía que había ciclos que el hombre no podía manejar sino mas bien adaptarse. A veces yo le decía que no existía una sociedad refutadora de teorías sencillamente porque cada uno cumple una función, un rol. Y se enojó, mi tio. Me dijo que él no hablaba del destino. Que el destino tampoco existía, porque formaba parte de lo que a cada uno le toca hoy, ya que nunca sabrá qué le pasará mañana. Como razón me explicó su experiencia: él fue electricista porque en su colegio vio a un hombre arreglando un tomacorriente y su vida sin rumbo de pronto tuvo sentido. Mi tio sostiene que si eligió ser eso era porque asi debía ser, sin designio. Yo sostuve que quizás él estuvo en el lugar y ocasión justa, igual que el electricista. Pero no iba a convencerlo porque mi tio es grande ni tampoco era mi objetivo. Está bueno hablar con él, porque tiene explicaciones que no escucho en otro lado. Me acordé de mi tio porque ayer a la tarde lo vi entrar en una casa de quiniela. Crucé la avenida, lo miré a través de la vidriera. Le jugó al 54 a la cabeza el martes, en todas las loterías. Descubrí que algo de Fe, aunque más no sea al azar, tiene.
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."No podría sin vos".

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En la esquina de tu vida, en el frente de tu infierno, en los temores compartidos, en los que callo y sé, son nuestros. En todos los días grises, en cierto poder supremo de salirnos todo mal y luego juntos resolverlo. En la voz de la paciencia, en mi espera que es tu tiempo, en ese corazón rojo y noble, en estas palabras que siento. En todas mis oraciones, en la esperanza del mundo nuestro, sin esos dolores patrios que año a año lucen impuestos. En esa fotografía que vos y yo no tenemos, que armamos para colgarla todas las noches de un sueño, quiero que siempre estés. Donde yo siempre te espero.
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."Lágrimas, sueños".

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Quiero mi cura de sueño en tus brazos que deseo. En cierto placer supremo de saberte nunca más lejos, en soñar que fuera cierto y el motor de nuestro empeño descanse un dia sus complejos. Ponernos a pensar soñando el estar viviendo, ni el pasado que se mueve, ni el futuro que no veo. Tener por paz mi descanso, que lo tengas en tu cuerpo, que se vea en mi alma y se refleje en tu pelo. Querría pedirle a Dios dos segundos de su tiempo. No quiero sufrir más, no quiero lejano al cielo. Pido me conceda abrazarla, abrazarla y sólo eso. Hasta que seque las lágrimas en esta cura de mis sueños.
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"Reglas de juego" -Cuento corto-

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No entiendo el juego, le dije a mi primo Oscar. Él me decía que en realidad estaba negado a entender. Teníamos 9 años y a veces me hablaba como si fuera mayor, con esas palabras extrañas a la niñez. Una vez le pregunté a mi mamá por qué mi primo usaba palabras que eran de gente grande y me dijo lacónicamente “porque él lee más que vos”. Lo cual de movida no me pareció una crítica, ni envidiaba a mi primo demasiado por hablar “raro”. Estuvo toda esa tarde tratando de explicarme cómo se jugaba a las Damas. Fui fichas rojas y luego negras; me hizo poner junto a él, luego enfrente del tablero, y al final en un costado. Lo que le entendía era que se podía avanzar si uno comía fichas del rival en diagonal, si había en el cuadradito posterior un espacio libre. La teoría, perfecta. Pero fallaba en la práctica, porque intentaba avanzar sin respetar la regla y Oscar se enojaba mucho, me corría el brazo para que no siguiera. Llegó la mamá de él y se fue. Me saludó y el tablero quedó en el suelo. A la noche casi me lo llevo por delante y me puse a fijarme. Podía avanzar hasta el otro extremo del tablero si seguía los pasos que me enseñó Oscar. Tomé la ficha roja y empecé a avanzar en diagonal, comiendo cinco fichas negras como si fueran un laberinto que de pronto mi mente encontró. Y llegué al otro lado del tablero. Gané. ¡Gané!. Algo de razón tenía mi primo Oscar. Estaba yo negado a entender. En realidad creo que estaba negado a entenderlo a él.
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."El inoportuno y la bella".

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La razón de la vista nublada en teclas fijas, del corazón estrujado de felicidad y también de llanto de cansancio. Los por qué de varias de mis bibliotecas, la excusa de mis razones perdidas en su lejanía. Cierta chance real de poca chance virtual, inundada sin hundirse. La tensión de mis nervios que son suyos ante su premio, el primero o el último. Cierta cadencia en sus caderas, que tienen su ritmo en mi cabeza. El peor problema sin mi mejor respuesta, la luna que en su sol siempre hace frontera, la espina dorsal de mi dicha entera. El tono de sus ojos, mortales en alma esperan, que sigan buscando en mi lo que no siento que sientan. Lo que doy sin más fronteras que ella: amor, devoción, tiempo, razón. Vida eterna.
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"Lo que tengo" -Cuento corto"-

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Los tornillos se ajustan girándolos hacia la derecha, no hacia la izquierda. Javier lo comprendió perfectamente cuando a los seis años armó (o eso creyó) una caja a la que fue llenando con varios objetos que apenas levantada con las manos, se desarmó entera, cayendo todo al piso. Luego aprendió y la siguiente caja fue grande aunque no la llenó con nada. Decía que ahí pondría los recuerdos que más quería. Una pelota de fútbol en su cumpleaños relegó el valor de la caja. Luego una bicicleta, luego los juegos con los amigos. El tiempo fue dejando olvidada a la caja, olvidada dentro de su habitación. En la primera mudanza, a los 17 años, Javier puso todo en canastos viejos de mimbre. Los llevó a su nuevo departamento. Cuando le dejaron el último canasto y cerró la puerta, el ruido fue gigante, porque ningún mueble estaba aun puesto en el ambiente. Se sintió ajeno al lugar, le dio frio y cerró la ventana. Se sentó en el piso y miró la nada, con ganas de llorar por su ansiada nueva soledad. Fue sacando los vasos primero y apenas asomada vio a la caja. Recordó para qué la guardaba y se apuró por sostenerla con las dos manos. La abrió. Estaba vacia. La dejó arriba de la mesa, destapada. Y de allí no salieron recuerdos, sino de su mente. Al final, la caja algo guardaba. Tiempo.
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."Por un ratito".

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Ayer caminé con vos por esas calles llenas de hojas que se pisan, que con un poco de viento son capaces de volar. Y escuché el silencio de telón de tu ciudad tranquila, que te oía hablar de mi, de los colores de la verdad, de los dolores de dejar de ser para volver a ser. Mis palabras interrumpían sin poder estar a la par del tono de canción a veces cansada, que son tus letras dichas. Tus lindas letras dichas. Cierto calor de la tarde, de acompañar con el corazón lo que siempre lleno de razón, hizo terminar el sueño de  algunos minutos eternos. Al menos, cuando ayer caminé con vos por esas calles tan llenas de hojas. Nuestras. Y bellas.
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."Late".

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No deposito mis expectativas en el esquivo futuro perfecto. Más bien en este presente continuo armado con pedazos de corazón, remendado con cariño de mi parte, bajo anestesia llamada tiempo. El valor de lo que produce la risa y el llanto, la incierta diferencia cuando todo es sentir para solo eso hacer. Y que lo sepa antes que se lo cuenten. Y que se lo cuente para que me diga que ya lo siente. Eso sería un presente de dos. La razón de esta emoción.
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