Lo que hay detrás de la puerta: Marcos, un hombre en la realidad virtual

1 comentarios miércoles, 24 de marzo de 2010

Tengo un amigo con el que me une un gran afecto desde hace mucho tiempo, y cuando digo tiempo me refiero al invertido en conocer más y mejor al otro, y no a la cantidad de años. Lo veía semanalmente y coincidíamos en algunos lugares así que la comunicación fue más sencilla a partir de los mismos gustos. Amigos de jugar al fútbol y de pasar lo más y mejor posible el rato que el trabajo de ambos nos deja para las familias.


Lo que noto en Marcos últimamente es que tiene un problema. Ustedes dirán bueno, problemas tenemos todos. Cuando acudimos a una bruja y nos dice “usted tiene un problema”, nueve de cada diez veces la pegaría. A lo que me refiero es que mi amigo Marcos está encerrado en su propio laberinto laboral. Y lo que digo es que su empresa lo colma de expectativas de superación, mientras de él exige el doble de lo que realmente podría hacer.

Pero Marcos debe mantener a su familia, es el mayor aportante de la casa. Con lo cual no dirá que trabaja más por el mismo sueldo mensual, ya que no entenderían su razonamiento: le han prometido que mejorará “muy pronto” su nivel.

La lectura era bastante simple y estaba a la vista. Si por mayor cantidad de horas él me decía que recibía igual cantidad de dinero, no hace falta ser economista marxista para caer en que algo no estaba bien. Me explicó que si este pedido que le habían hecho se dio a esta altura del año, comprendía que no lo iban a echar y que podía ascender no a ser jefe pero al menos cambiar de sector. Su empresa tiene escala en los sueldos casualmente dividida en los sectores en donde se trabaje. Los de primer piso ganan equis cantidad, los del tercero una cantidad un poco más elevada.

Si de chico aprendí algo de mi querida abuela Juana, es que más allá de la ayuda brindada por otros, uno siempre es el capitán de su propio barco. Entendiendo eso me resultaba complicado plantearle a mi amigo lo evidente de la situación. Hace unos 15 días me contó que hubo un “reordenamiento” (según decía el correo interno que circuló) y quedaron ocho personas afuera de la empresa. Sin ser cruel, Marcos lo veía como oportunidad para ocupar esos espacios vacíos.

Como no quería pincharle el globo de la ilusión, le pregunté tratando de hacerlo razonar. Le dije si había compañeros o personas de otros sectores que estuvieran pensando exactamente lo mismo sobre los ocho puestos ahora vacantes, y me dijo que si, seguramente. Que ser ambicioso no estaba mal y que ante la oportunidad pareja para todos, él se tenía fe. Me pareció justo lo que yo hubiera dicho ante una pregunta como la que hice, y entonces no insistí más.

Parece imposible una solución a partir de ser empleado, si esto es norma a seguir para sobrevivir. El problema que existe, creo yo, es que el objeto de la maniobra (la persona) ya directamente la aprueba y hasta la alimenta, sencillamente porque no tiene otra opción. Un trabajador en relación de dependencia está sometido a estar reglas en donde una realidad virtual le hace seguir obstinadamente, combustible que le durará un año y que al otro año se renovará.

Quizás todo este razonamiento valga para mi propio trabajo también. Y el de casi todos lo que esto leen. Pero hoy me acordé de mi amigo Marcos.

¡Ojalá me tape la boca y ascienda de una vez!. Juro que lo contaré.
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