Nosotros, simulando ser nosotros

1 comentarios lunes, 18 de enero de 2010
Para las mujeres una fiesta es un acontecimiento donde disfrutan el estar en un ámbito, vestidas no como habitualmente, y con una cierta capacidad, encima, como para elevarse por sobre eso y sacar una radiografía de todo y todos.

En los hombres en general esto es diferente. O al menos en mi esa vez lo fue. Me negaba a comprarme un saco, desde mi escuela primaria no quise usar más, presentándome a todas las fiestas con camisa azul, blanca o celeste, dependía mi ánimo. Y aun a riesgo de ser confundido con un mozo de la celebración a la que iba, no quería un saco.


Pero estaba acorralado por las circunstancias: a finales de julio estar sólo con una camisa no combinaba con la semana previa que fue un cubito de hielo, demasiado fria. Me mandé a una casa en la calle Esmeralda donde vendían sacos. Esmeralda pasando Rivadavia se transforma en Piedras. Brillante quien pensó en la casualidad como referencia geográfica.

Por Piedras, llegué hasta Esmeralda. Y por el saco, llegué hasta esa casa.


Necesitó el vendedor un sólo golpe de vista para darme un saco azul que me quedaba perfecto. Menos de diez minutos después, la compra hecha. Llegué a mi casa, era sábado al mediodía, y llamé a Grillito por teléfono, con más de compromiso que de felicidad. Era el saco también una exigencia de ella.

Su hermanito a la tarde tenía clases, asi quye nos juntamos en el lugar de siempre. Me dio la mano emocionada y me llevó hasta la cocina. Pusimos el agua para el mate multitudinario. Una mesa y tres banquetas completaban la escena.


Se sienta en una de ellas y me muestra un sobre. Era la invitación para el casamiento de "Juan Carlos y Victoria", a quienes no conocía. El hombre era primo del papá de Grillito y hacía dos semanas visitó la familia y prometió el sobre que ese día llegó.

Pero el detalle de tanta emoción es que cada sobre venía con la tarjeta habitual, y los que tenían hijos, para ellos, se hicieron otras tarjetas más pequeñas. Una especie de "pase especial". Y en la tarjetita figuraba su nombre y mi nombre. El hecho me llamó la atención y a Grillito la emocionó mucho.

Teníamos claro qué éramos, pero nunca lo habíamos visto escrito.


La ventana de la cocina era muy chica y la lámpara que colgaba del techo definitivamente mala, asi que ella movía la tarjeta para buscar claridad, y la contemplamos como quien ve un cuadro importante en un museo. ¡El agua de la pava hirvió y nos sacó del museo!.


Mi saco quedó colgado toda la semana previa. Era sólo una prenda. Para Grillito su ropa, en cambio, debía ser especial. La madre la acompañó a comprársela, y no quiso que vea el vestido hasta ese día. En cambio para mi una de las preocupaciones era que conocería a dos personas de entre más de 100, seguramente. Mi proverbial escasez de palabras, atentaba contra todo.


Llegado el día, lo que debía hacer era pasar por la casa de ella para todos juntos llegar. Padre, madre, Grillito y yo. Su hermanito quedó en lo de sus abuelos.

Me abre la puerta la mamá, hermosa y elegante. Le di un beso y le dije que una rosa se había fugado de un ramo (frases hechas aplicadas cuando se las necesita., Es así.).

Escucho mi nombre y me doy vuelta. Lo que sigue es lo que vi, no pude decir nada porque no me salían las palabras. Ella (ELLA) se había atado el pelo y estaba sonriente; un vestido azul pegado al cuerpo, con unos pliegues a la altura de la cintura. El largo era perfecto, o a ella le quedaba perfecto. Unos zapatos la hacían más alta que yo.


No me importaba, si yo iba con la más linda de todas.


Le di un beso y le pasé la mano por uno de sus brazos, acariciándolo, gesto que aun hoy hago con aquellos que quiero. No sé qué querrá decir. Quizás es un "gracias" a mi modo.


Era nuestro deporte mirarnos fijo a los ojos. Deporte que jugábamos muy bien. Así estábamos, hasta que subimos al auto, aquel vehículo destartalado del que hablé algunos capítulos atrás. Llegamos al salón, que para los que conocen la zona de Moreno lo ubicarán, se llamaba "Momento´s" (otro alarde de originalidad, como el Piedras y Esmeralda). El padre dejó el auto o el auto quiso quedarse ahí, ya no lo recuerdo.


Entramos Grillito y yo del brazo y con la tarjetita en la mano. La ambientación, salvo por unas telas que simulaban un cierto tono árabe, era lo habitual en fiestas de casamiento. Empezó a llegar gente y como temí, no conocía a nadie. Así que más me refugié en mi novia, en hablar con ella. Comenzamos a criticar vestimentas, cosa que se hace en toda celebración. Se apagaron las luces y aparecieron los recién casados. Ella más alta que él, primer detalle. Miré los muñequitos que van arriba de la torta y no tenían nada que ver con los originales.


Una hora y media después llegaron a nuestra mesa. El padre de Grillito me presenta como "Gabriel, un amigo de mi hija"...y yo estreché la mano del recién casado y dije " el novio en realidad, buenas noches"...me salió del alma aunque nunca hay que corregir en público, es feo. Nos sacan esa foto sentados y los novios detrás, parados. Será la foto 234 de 3000 que se sacaron seguramente esa noche. Cuando se van, le pedí disculpas al padre por corregirlo. Empezó la música para bailar y Grillito me arrastra con el brazo, pero yo quería escuchar las palabras del padre. Y me dijo "está bien, si es la verdad". Me quedé más tranquilo. Nos levantamos ella y yo para bailar y él me miró de nuevo, puso el dedo índice debajo de su ojo y dice "compórtense".


Mi saco azul me hacía sentir una pastilla de Redoxón en su tubo: incómodo. Cuando decidí sacarme, por fin, el saco, se terminó la música. Las mujeres son llamadas a sacar el anillo. Una señora muy pintada resultó favorecida. Luego el ramo arrojado lo arañó Grillito, pero una mujer más corpulenta le ganó el lugar. ¿Se habrán casado esas mujeres?.


Grillito se paraba en una pierna porque los zapatos ya le molestaban, yo quería revolear el saco por alguna ventana, muchos comenzaron a irse. Con los claros se dejaba ver el piso con cotillón, serpentinas, servilletas y demás. Fin de fiesta.


Mientras esperamos que el papá acercara el auto, nos quedamos pegando saltitos para evitar el frio. Yo estaba aun embobado mirando a mi novia, que lucía perfecta, aun saltando en un pie. Hasta que el ruido a motor viejo me volvió a la realidad.


Subimos y le pedí que me mostrara qué se había sacado en la torta con las cintitas: era un caballito dorado. "Una imagen tuya", dije. "No, debés ser vos. Al menos no es un ciervo, no tiene cuernos", dijo ella...y los cuatro nos reímos.


Arranca y el padre dice "Muy bien Gabriel"..."Viste papá...fuimos nosotros en la fiesta y no simulamos nada"..."Bueno, pero yo soy un amigo tuyo, nomás", acoté...y el padre me miró por el espejito retrovisor con la pera dura y los ojos hacia abajo...comprendí que debía callarme.

No le gustó el chiste. ¡Y no estaba simulando!.






Acotación al margen: Conviene ante fiestas programadas armarse algo así como un uniforme presentable. Si hay que llevar saco, cuidarlo de manchas (de salsa, en la primera salida de la prenda...sobre tela azul es un crimen), y averiguar si todo combina. Una mujer finalmente dictaminará, aprobando o no. Infalibles.

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