"Su mejor sueño, dormir" (texto presentado en concurso)

3 comentarios miércoles, 19 de enero de 2011

Leonor se despertó en el mejor momento de su sueño, aunque nunca recordaba ninguno con exactitud. Sobresaltada por el ruido de la alarma de la casa, abrió los ojos y dio con su cabeza contra una madera rectangular que sostenía libros casi estratégicamente puesta para el golpe inevitable. A veces sentía que su propia habitación era una carrera de obstáculos por la mañana.


Se fue rumbo a la puerta tocándose el pelo largo, aplastado luego de horas contra la almohada. Lavó sus dientes e intentó peinarse, esfuerzo que dejó a los diez segundos. Bajó a desayunar con esperanza de encontrar lo que su familia le hubiera dejado, ellos siempre se levantaban más temprano lo que hacía que nunca pudiera dormir bien. La alarma seguía sonando y ya en las escaleras puso los pies en el descanso rumbo al tramo final y la luz del ventanal abierto le hacía cerrar un poco los ojos. Bajó sin hacer ruido casi instintivamente, se agachó un poco como si eso la ayudara a ver mejor pero más como una maniobra de cautela.


Desde la escalera podía ver parcialmente la cocina pero no la mesa en donde todos desayunaban. Se fue acercando a la puerta de la cocina y sintió a sus espaldas a alguien por detrás moverse y giró, viendo a un hombre que sobre ella iba con un brazo en alto. Esquivó el intento y quiso golpearlo con la mano pero no pudo cerrarla completamente y con tres dedos casi extendidos aun así fue certera. El hombre golpeó su cabeza contra el último escalón. Leonor entró a la cocina esquivando cosas sin detenerse y buscó en eternos tres segundos un cuchillo del cajón, volvió a la escalera pero el hombre seguía ahí sin moverse. Se miró la mano y el cuchillo lo sintió sucio y al verlo entró a la cocina. Sus padres y su hermano estaban casi al pie de cada silla que a la mañana ocupaban. Pasó por entre ellos rumbo a la heladera, que abrió para sacar las pastillas recomendadas por el psiquiatra para poder dormir mejor, y que olvidaba siempre tomar. Cuando la policía llegó, encontró a un colega de ellos muerto al lado de la escalera, que fue en aviso de la alarma activada. Subieron y Leonor había retomado el sueño.


La despertaron y otra vez volvió a golpearse la cabeza con la base de madera que sostenía los libros. Y otra vez, volvieron a despertarla en la mejor parte de su sueño.

Daba
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"Dejar para ser" (prosa para concurso)

5 comentarios martes, 11 de enero de 2011

“Todo un paisaje cabía en la ventana pequeña, el piso cruje de viejo con dolor estoico dando dulce apuro a mi llegada. El corazón avisa sinfonías en el desfile de palabras, temblorosas en el papel. La mano busca textura y cariño esperado en tinta, en prosa. La sorpresa en acción mecánica no es contradicción, deseo lo que leo. Pero una alegría tiene lágrimas y son las gotas que invaden el tibio camino de sol.


Entonces la mente es el papel escrito llevándose el amor de dos, una obra eterna construída a diario, ahora de nadie. El papel se deshace con todas las palabras dentro de mi y es miedo a perderme, la desilusión toma sin control mis sueños de cielo azul, se percibe sin sentirlo, se respira sin oxígeno.


Fragmentos en el cuerpo dolido de ya no ser crujen como el piso que ya no veo. Mis manos abiertas quieren el futuro del presente doloroso, quieren final.


La figura de lo que era se desvanece resquebrajada, el camino a dejar de ser tiene todo y nada de mi, de volver para buscarme. Y de volver para irme.”

Daba
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El Señor Aburrido

8 comentarios martes, 4 de enero de 2011

Esta es la historia del Señor Aburrido.

El Señor Aburrido tenía implícita su característica en el apellido, lo que lo liberaba de ciertas incómodas explicaciones y así evitar que se tomaran el trabajo de juzgarlo: sencillamente su estado era un hecho.


Nunca renegaba de su condición, sumergido en ciertas delicias que le fue encontrando al estado, a veces rayando en la comodidad de no querer cambiar. Una especie de status quo de sillones mullidos, donde la excusa estaba a sus anchas.


Frente a él vivía la Señora Fortuna. Con cierta altura moral propia de quien a pocos les toca, observaba las acciones del Aburrido no sin lamentarlo. Por un momento se ponía en lugar de él y esa desdicha hecha marca le generaba a la Señora Fortuna una extraña empatía. Curiosidad como la de quien mira a alguien a punto de caer y no resiste luego dejar de verlo, ya en el piso.


Cruzó Fortuna la calle en diagonal. Vio al Aburrido con la cabeza gacha caminando, acomodando sus anteojos de aumento y temiendo tropezarse sin mirar hacia adelante. Casi una definición de vida, pensó al ver la escena. Apuró el paso y el encuentro fue repentino aunque con un aire de inocencia, buscada por Fortuna.


Le pidió disculpas por asustarlo pero rápidamente Aburrido fue quien las pidió, ya que vivía sintiéndose en falta y con o sin razón siempre las tenía a mano. Ella le dijo que cruzar como lo hizo estaba mal y que fue un impulso al verlo. Aburrido la miró a los ojos. ¿Algún parecido a alguien conocido?. No lo encontró, jamás la había visto.


Volvió su mirada hacia la cara de ella buscando la razón del encuentro y ella le dijo que el azar es tan necesario como inexplicable. y que a algunos les toca en suerte las cosas, mientras en otros se buscan esos mismos resultados con esfuerzo. Le explicó que estaba para escucharlo pero también, para saber qué tanto podía contar con él como para que ella pudiera ayudarlo.Aburrido se sintió inmediatamente invadido por alguien a quien no conocía y ella creía que sí. Doble invasión. Le dijo que lo dejara en paz, que él no le había hecho nada, y ella dijo "justamente por eso estoy acá...nada has hecho".


Al borde de la indignación, Aburrido intentó seguir su camino, pero la Fortuna empleó su mejor táctica frente a tercos: la duda. A los cinco pasos Aburrido se detuvo y volvió a mirarla esperando más palabras. Y ella le dijo que si de allí en más lo escuchaba podría ayudarlo.


Si esa duda que lo llevó a volver sobre sus pasos a Aburrido iba a estar de ahí en más en todas sus decisiones, temía volverse loco. Fortuna le proponía una alianza conveniente. Aunque si fuera un matrimonio no quedara claro si era Fortuna de Aburrido o Aburrido de Fortuna. Aceptó escucharla.


Cuando consiguió la atención absoluta de Aburrido, Fortuna se acercó a su oído y con voz dulce le dijo “El secreto de mi es que como vine me fui. Estaré no donde pienses, sino donde lo sientas”. Aburrido la miró de cerca y ante sus ojos desapareció en medio de una especie de ruido que lo llevó a mirar hacia abajo, algo brillaba.


Aburrido acomodó sus anteojos y vio que era una moneda pequeña. Se agachó a levantarla y la notó vieja a pesar de su brillo. Extraña en la mano. La miró nuevamente y la tiró a la calle.
Fortuna no se quejó del golpe contra el asfalto. Más por él, hoy no podría hacer.
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