Lo que hay detrás de la puerta: El último día de Ordoñez (primera parte)

1 comentarios miércoles, 7 de abril de 2010

Movía la lapicera con su mano de lado a lado deseando que el tiempo pase, aunque en general la acción de esperar que algo ocurra haga que todo parezca más lento. Se miró la corbata gris y azul más como tic que como comprobación de si estaba o no arrugada. Estiró su cuello todo lo que pudo buscando descontracturarse pero los sillones de cuero eran muy poco mullidos y su espalda imploraba comodidad. Resopló, mirando de costado el reloj marrón de la pared. Había un cosquilleo en los pies y cuando sentía eso era señal de algo no muy venturoso.


Lo habían citado de la Gerencia y no sabía la razón, sobretodo porque teniendo su número de interno prefirieron convocarlo a la oficina y no decírselo por el teléfono. Cuando hay aumento uno se entera por rumores, cuando hay nombramientos uno se entera por algún memorándum, cuando no se renuevan contratos obligatoriamente se acerca fin de año. Pero ninguna de estas opciones, pensaba él, se estaban dando así que esto realmente sería una sorpresa. A pesar de los años ahí dentro se sentía frente a la situación como el peor de los novatos.

Cuando se abrió la puerta se levantó del sillón pero salió una mujer y no el Gerente, la puerta quedó abierta. Esperó unos eternos 15 segundos y se acercó para ver si había alguien. Vio al Gerente en su escritorio, reconcentrado leyendo unos papeles, y sin percatarse de la presencia de alguien. Cuando iba a hablar, el Gerente levantó la vista.

Ordoñez…pase…¡¡bueno, ya está adentro!!...siéntese…¿cómo anda?. ¿Le pido un café?

Comprendió que la charla iría a durar un rato y pidió un cortado. Comprobó que detrás de tanta amabilidad había una situación forzada, al fin y al cabo al Gerente lo conocía y sus muecas en la cara ya las veía venir. Dando el paso de confianza que otorgan los años, lo tuteó.

“¡Decime qué es lo que pasa antes de tomarme el café, al menos sabré por qué me va a caer mal!. ¿Es sobre mi el tema?”.

El Gerente lo miró buscando las palabras para empezar su discurso de ocasión.
Mirá…nos conocemos ¿hace cuánto? 20 años…un poco más. Y aunque te enoje sabés que tengo menos edad que vos. Me tocó decirte justo la parte más asquerosa de mi laburo, la que odio, que es comunicar malas nuevas. El asunto es que…me informaron de arriba que van a hacer un recorte y que están prescindiendo de aquellos a los que le faltan pocos años para el retiro, a vos te faltan…esperá que me fije acá…

“Un año y medio”…
-Tal cual, un año y medio, sí. El asunto es que…estamos con el 2010 iniciado hace poquito y si bien me dijeron que ya es decisión tomada, me pareció una crueldad que te dejaran en la calle, y quiero que sepas que pedí para que se te respete tu cargo por lo menos hasta fin de este año.

El cosquilleo de pies en Ordoñez tenía un justificativo. Respiró escuchando lo que ya intuía desde que lo llamaron a la oficina, lo que nunca imaginó es que el Gerente le saldría con que había peleado por él ese “favor” de sostenerlo un tiempo más. Pero no sintió ganas de agradecérselo, quizás porque notó que el gesto estaba hecho para ser luego agradecido y nada más. Sin embargo había más informaciones para este boletín.

Llegó el café que ninguno de los dos se atrevió a tomar, el clima no estaba para eso. Ambos se conocían y estaban dolidos por razones diferentes, era obvio. Uno por comunicar algo que no quería, y el otro por recibir la noticia que tampoco quería. Sin embargo el Gerente tenía más para decir.

Supongo que lo ubicás a Jorge…

-“Jorgito, si, tu hijo, claro…¿cómo anda él?”

Bueno…¡ya no me atrevo yo a decirle Jorgito! Ha crecido y es todo un hombre. Se fue a hacer el Master en Estados Unidos, creo que te conté, y volvió con las mejores notas. Le dije que presentara su currículum acá y adiviná…¡lo aceptaron!.

Y como ocurre en las películas, terminó de decir eso y apareció Jorge. Elegante en un traje de primera marca y con una sonrisa ancha. Ordoñez se dio vuelta para verlo mejor y lo saludó. Le dio la mano cuando su cabeza comenzó a razonar todo: Jorge sería nombrado en su lugar. Pero ninguno de los dos se lo dirían, esperarían a que se diera cuenta y eso ya había ocurrido.

Se puso de pie y dijo que no tomaría el café, que volvería a su oficina. Ni el Gerente ni su hijo le dijeron palabra alguna, estaba todo dicho. Se rascó la cabeza buscando paz por un minuto pero no había forma.
Repasó sus inicios, más o menos semejantes a los que hoy le tocaban como final, le había ocurrido en su momento reemplazar a una persona que se jubilaba. Se rió de la parábola del destino y de lo que la vida abre y cierra como puertas, ahora él cerraba la suya. Avisó a quien pudo sobre lo que pasaba y se dispuso a seguir trabajando.

En cualquier lugar todos los días se viven como el último, así de salvaje es el mundo laboral. La diferencia es que en esta oficina, Ordoñez se empezaría a despedir haciendo todo lo que no pudo antes. Estemos atentos.
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