."A la izquierda de tu corazón, el mio".

1 comentarios sábado, 16 de junio de 2012
Dichoso  el espejo, que la refleja. Los anteojos, que fijan su mirada si eso se pudiera. Los zapatos de Cenicienta, la gente que la rodea, el tiempo que vive para ella. Y yo vivo por ella. El colectivo que la lleva, El saludo de la kiosquera, el tiempo que dispensa. Su almuerzo a la hora plena. El café que toma o al té que la espera. Dichoso a ese amor que da sin tristeza, sin descanso y que se hereda. A los ojos que agradecen tenerla. Dichoso soñar mi mente dentro de ella. Como libre posesión, como elegida entre estrellas. Una vez la vi de noche buscando nubes pasajeras, tan llena de sol sin pena. Quisiera amanecer cuando sus ojos de amor se abrieran. Y en pleno otoño, ya fuera primavera.
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."Amor bajo receta".

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Fui al médico ayer a la tarde, mi estado era bien raro. Tenía palpitaciones, mi cara roja de cuando tomo caldo, la presión un poco alta, me faltaba el aire, resoplaba de a ratos. Le dije que estaba dormido o todo el dia soñando. Que me pongo a ver la tele y termino llorando, mirando películas que antes ni siquiera hubiera imaginado. Que seguí de largo en el colectivo, que saco el pasaje equivocado, que camino en las esquinas porque me empujan cruzando. Que miro el almanaque y retrocedo pensando, contando desde una fecha: ahí empezó mi año. Que me tiemblan las manos a veces, que suelo sufrir demasiado, que lloro sin que ella lo sepa, que anhelo futuro sin pasado. El médico me miró, me tomó la presión, escribió de costado. Esa letra imposible, ese idioma tan extraño. Pero sé que luego puso “Recomiendo que haga algo: dígale lo que la quiere, porque el amor lo está enfermando”. Doblé la receta, le di la mano. Salí a la calle. Y la sigo viendo en todos lados.
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"El alto precio" -Relato no-ficción-

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Relato de no-ficción. En la fila de la verdulería éramos seis personas esperando que una mano le pida permiso a la otra del vendedor de fruta, que con su lentitud daba forma al paisaje del supermercado chino. Delante de mi y a punto de ser atendida estaba una mujer vestida enteramente de blanco. Se puso de costado y algo tenía escrito en el ambo asi que sospeché fuera una enfermera, nomás. Tenía el pelo teñido de a tramos, rubio y castaño, mediana edad, mediano tamaño. De pronto se sale de la fila desde atrás un muchacho. Campera negra inflable y un casco de moto en la mano. Se acercó hasta la chica, le tocó el hombro, los dos se miraron. Ella se rió y bajó la vista, él le empezó a hablar casi al oído. Yo pensé en las naranjas que ya me pesaban en la mano y que este hombre se iba a colar. Siguió hablando y empezó un poco a elevar el tono. Le dijo a la mujer, estaba al lado y lo escuché claro: “Sueño con vos todas las noches, ¿vos soñás conmigo?”. La chica se puso de frente al muchacho y sacando la mano hacia atrás para soltarse le dijo “No”. El hombre bajó los brazos, el casco de moto y se ve que el estado de ánimo: quedó apesadumbrado. La enfermera compró papas y zanahorias, supongo que para algún estofado. Luego me tocó a mi y cuando las naranjas me estaban pesando, me di vuelta y el hombre del casco ya se había ido. Quedó como escrachado. Si la conocía tuvo un arrebato. Si no la conocía, fue la osadía del enamorado. Y el precio caro de ser rechazado.




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."La razón del dia".

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Saltando de la cama. Yendo a buscar el domingo el diario. Viajando en subte los lunes, o en el Sarmiento al mismo horario. En la tarjeta SUBE o caminando por Cangallo, bueno ahora se llama Perón, en la casa de importados. En la parada del 23, en esa fila frente al Juzgado que es la oficina de Reincidencias, donde reincido siempre mirando. Cuando cruzo a comprar al chino, cuando de noche hace falta tanto que llego a duras penas antes que cierre el supermercado. En la tele de pocos canales que alguien sin cable mira de a ratos, en la bendita computadora que no cubre afectos lejanos. En la esquina de la avenida donde siempre está el árbol, que tiene forma graciosa y uno se tienta en solitario. Caminar y pensar en nada dejando la mente en blanco, cuando no quiero sea mi angustia el único motor a mano. Como ya lo podés ver en este resúmen del dia, no logro que aparezca cierta imagen definida: tu mirada dando sentido a todo esto que llamo vida.
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"La medida de los sueños" -Cuento corto-

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Me quedé despierto anoche con la ilusión de verme soñar. Lo intenté poníéndome en diagonal a la cabecera de la cama, boca abajo, boca arriba. Cerrar los ojos pero no dormirme, sólo estar atento a ese momento en que arranca algo tan simple. Durante los dos últimos días pensé más en las noches. Lo que creo es que no tengo un mecanismo, ni me condiciona cierta imagen final antes del sueño, sólo caigo cuando Morfeo desea y de ahí, el resto. Anoche quise engañar a mi deseo. Escribí lo que recordaba había soñado días antes, lo dejé cerca de la cama. Me dormi de costado. De pronto mismo lugar, mismos protagonistas, misma ropa. Mismos diálogos. Pero le hablaba a alguien que me daba la espalda, de la que sólo veía su pelo largo. Quise acercarme estirando el brazo, le toco un hombro y la eternidad de espera, años, parecía un freno, no giraba, quería ver el rostro soñado. Con lentitud se da vuelta, alcanzo a ver un perfil de costado. Me sobresalto. Y me despierto. Prendo la luz, escribo algo: “Está tan dentro mio que aun no puedo verla. Supongo que ella lo sabe, por eso no se da vuelta. Si la viera a los ojos quizás el sueño pudiera empezar a ser certeza”.
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"Sentimiento con riqueza" -Cuento corto-

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La teoría del disfrute. Un hombre sueña que es feliz si aquello que quiere apareciera, lo aferrara para que no se vaya y de allí él se encargaba. Afectos, cosas materiales, momentos plenos de su infancia entera, muchos buenos conocidos, el patio de casa de su abuela. Aquel viaje de egresados, la luna de miel con ella en Iguazú y en la frontera. Dos compañeros de oficina, no la oficina entera. Un hombre al que veía en la boca del subte y le daba monedas. El chico del maxikiosco, el tapicero de la vuelta, la señora de la panaderia: gente que le caía bien y quería aferrar de cualquier manera. El amor de su vida, que conoció dando la vuelta en Lezama un sábado de primavera. Por lo noche lo pidió, pero Dios no concedió. Le dijo que no podía darle lo que él quisiera. Que todo lo que se aferra no es querer tener cosas, más bien es tener cerca, por desconfiar en que se vaya y no por soñar tenerlas. Todo esto se lo dijo mientras iban caminando por Lezama a su chica, que lo abrazó y por lo bajo, le dijo algo asi como “Tranquilo: yo te amo”. El hombre se aferró al presente de su amor. Y con ella caminó. Y disfrutó.
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."Amar sin analizar".

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Las razones son varias. Primero está la tristeza, que tenía por objeto buena parte de existencia. Luego un punto divisorio, el momento de la espera, de la contemplación, del arrebato. Del querer ser lo que quisiera cuando caigo en darme cuenta de mi aire azul por ella. Lo que luego sigue en pie es lo que deja la tontera de querer todo de pronto cuando nada de pronto llega. Mirando el horizonte aprendí que a veces se aleja si me pongo a contemplarlo dejando de hacer carrera. Lo que sigue es confusión, porque a la mente sujeta de cosas ya resueltas, llega este maremoto que erosiona mis ideas. Que pasan a ser de dos y adultas, de la mano se reflejan: un espejo de agua en tierra.
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