"Futuro arreglado" -Cuento corto-

1 comentarios sábado, 4 de agosto de 2012
El humano se dispuso a inventar un pasado. Algo que pudiera ser mostrado ante extraños y decir con orgullo que por todo eso había transitado. Se sentó y escribió un inicio soñado, criado frente al mar y en una familia de acomodados. Infancia en colegio trilingüe, vacaciones de invierno y verano en alguna de las casas que los padres heredaron. Luego la universidad, tres posgrados en diversas carreras y todos completados. Un trabajo bien remunerado, con oficina allá arriba de la torre 3, edificio en color claro que está cerca de Retiro y al que siempre llega en auto. Casado con la primera novia de su barrio, tres hijos en escalera. Presidente del centro de ex alumnos, organizador de reuniones en la empresa, cuatro veces por semana al gimnasio. Dona sangre en la sala de internados. Dos perros que saca a pasear a diario. El humano que se dispuso a inventar un pasado estaba satisfecho cuando leyó el resultado. Puso la hoja mentirosa en su bolso y salió caminando a vender en la calle los productos importados. A la tarde fue a comprarle un encendedor colorado alguien de muy buen traje y portafolio con pinta de caro. Que lo miró como si lo conociera, los dos sentían algo extraño. Pidió el elegante hablar con el hombre, le preguntó si trabajó de otra cosa en el pasado, y le dio la hoja de todo lo inventado. El señor elegante la leyó y lo miró luego asombrado. “Pero…si esto que leo es mi vida, cómo es que usted sabe tanto?”. Y desde ese dia en la torre 3 del edifico de color claro, dos hombres juntos trabajan. Uno es jefe, y el otro empleado. El destino los estaba buscando.
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."Uno, y el camino".

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Camino sin que nadie lo mire. De vez en cuando me doy vuelta por si en una de esas regresa quien nunca juró ser presencia. Pero creí que lo era. En el idioma tan banal de los silencios y esperas, donde cada uno interpreta lo que piensa, creyendo que el otro lo entiende de veras. Pateo piedritas caminando a desgano, siguiendo derecho con ambos pies planos. Creyendo que vuelve a buscar lo olvidado. Pero es tan sincero lo que pierdo que ya no regresa, cumpliendo lo que en silencio me ha gritado, dejando caricias que nunca fueron en donde jamás se tuvieron cerca. Debería parar la quimera de sentirme solo caminando esta cuesta, pero no me detengo. Me duele la inercia de seguir adelante y que ella lo sepa. Que camino sin que nadie lo vea.
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"Tapado color miedo" -Cuento corto-

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Un tapado de color negro tenía Marisa en su perchero. Le quedaba bien, o en realidad cuando algo pasa a ser cómodo la línea divisoria entre gusto y conveniencia se borra. Tampoco sabía si lo usaba para protegerse del frio o es que se lo ponía antes de querer saber la temperatura. La cuestión es que Marisa se sentía plena cuando lo usaba, segura. Una especie de escudo que la protegía. Pavada que se le ocurrió pensar un dia, que no se lo puso y nada salió como debía ni en su trabajo, ni en la oficina, ni en el viaje hasta su casa de regreso. Decidió no sugestionarse y probarse el reto a si misma. Al dia siguiente no lo usaría. Y asi fue. El viernes de invierno era frio y de sol. Buscó un pullóver y dos buzos, más la camisa. Una bufanda de hilos celestes, unos guantes que cambió por mitones grises, gorro de suave lana. Salió a la calle precavida tratando de no pensar en cosas que no debía. El día fue normal, por la tarde volvió tranquila, puso la llave en la puerta, entró y dejó la ropa en la cama, nada extraño ocurría. Hasta que abrió el placard y vio el tapado color negro en el perchero. Estaba viejo, como quien de gastado con pena lo guarda de recuerdo. Lo tocó con la mano para sentirlo, y lo puso en el final de sus prendas colgadas. Descubrió que había dejado sus miedos en la tela avejentada. Y salió de allí en más todos los días de su casa, tan segura de ser ella. Llevara lo que llevara.
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."Frase de solitario".

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Me duelen las gotas de lluvia, que quiero que suban para no escuchar locuras. Tales como: el placer es estar a solas, el entenderse es la voz del que se oiga, el querer es aprender de nuestras propias cosas. Nadie entiende a quien ejerce, hipnótica, esa fuerza herida llamada congoja y al destino, que recorre la espalda de quien uno adora. Magnetismo que atrae dos mitades si son una, y separan por sus bordes almas juntas. Pero el amor es sentir antes de decir, lograr dejarse llevar sin más comentarios que alguien al lado, viviendo lo que pudimos querer, en duo armado. Hasta que la realidad hace gotas de lluvia en el camino a oscuras, de quien se quedó en penumbras esperando a su mitad profunda. Que no está a nuestro lado, se ha ido. Vaciado el escenario, donde tuvo el magnetismo dos corazones calcados. Y el de arriba, se ha marchado.
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."Calesita de vida".

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Estrellas cayendo del cielo equivocado, hadas de cuentos que van a castillos donde no hay príncipe encantado. Cientos de arroyos que terminan en ningún lado, hileras de árboles moviéndose sin viento cercano. Un collar de perlas sin lucirse en cuello prestado. Diez flores marchitas de Plaza de Mayo. Tres hilos que cuelgan sin globos atados. El café tibio y sin nadie sentado, que veo en el bar cuando camino despacio. Las voces de siempre que confundo con llanto, de mirarme por mi espejo el pasado dejado. Soñar mil cien veces el final preanunciado. Y volver por mi mismo a buscarme, callado, juntando pedazos de alma. Remendados. En eso estamos.
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"El que oye" -Cuento corto-

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Un hombre esperaba a la nada sentado en el banco de la plaza. Había estado todo el dia pensando, que es un ejercicio inútil cuando algo ya ha pasado. De pronto una mujer se sienta a su lado, él se corre un poco para darle espacio y sigue cabeza abajo. Razonando. Sentía que había elegido desde niño lo equivocado. Los juguetes, los amigos, el colegio, el secundario. Lo que siempre quiso y lo que no se terminó dando, para ser lo que es hoy, que feliz no lo está dejando. La mujer estaba sentada derecha en el banco de la plaza, y lo miraba. Atentamente. Estiró su brazo y lo acarició en la espalda encorvada. El hombre la miró y se disculpó, le dijo de su desdicha de tener que trabajar en un lugar que odiaba, donde iba por el sueldo porque siempre eligió en vez de lo bueno, lo menos malo. Se sentía un desdichado en juntar siempre fuerzas para algo que no había soñado, ni ser del todo feliz de este presente tan suyo y armado. Quería volver  en el tiempo, poder hacer algo por él, que nadie lo iba a entender, que el mundo lo hacía un negado. Que sentía tocaba puertas que él mismo estaba cerrando, que cada dia quería menos que este mundo siguiera girando. Ella le sacó la mano de su espalda. Ambos se miraron como quien conoce al que por primera vez nos habla. La mujer dijo al oído “Yo vine para que me escucharas, pero creo que no hizo falta. El que tiene la solución es el que entiende lo que le pasa. Si sabés lo que tenés, hace falta que despiertes de cierta modorra injusta que tus sueños a veces tienen. Para entenderte, oírte. Y para oírte, siempre estaré presente”. La mujer se puso de pie y el hombre fue feliz de repente. De vez en cuando la claridad se sienta en el banco de la plaza, de oyente. Y ayuda encantada.
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."Soy ese reflejo".

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Una cuerda que se toma sólo desde un extremo, sin saber del otro lado si tensan o sueltan: eso es un recuerdo. Parecidos a tantos otros que sumamos ya por viejos donde lentos se van pisando, respetándose sus tiempos. El ejercicio es sencillo para usted que está leyendo. Piense en el año pasado. Sus alegrías, padecimientos. Verá que uno es el mismo parado mirando aquello, y algún tema alejado quizás mejor lo esté viendo. Y si no fuera que le pasa esto que vengo diciendo, siéntese a pensar tranquilo. Los problemas, viejos, nuevos, siempre pueden arreglarse. De regalo, este consejo: si aprende a respirar y verá que no le miento, uno empieza a descubrir que las soluciones están dentro. De quien mira usted al espejo.
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."Diccionario de cuerpo, humano".

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Palabras y definición. Corazón: dícese de lo que, ingobernable, suele tener la razón cuando la mente niega y escondemos sin convicción. Latido: aquello que se funde con otro de ritmo cercano, que se siente cuando dos se toman de la mano. Sangre: lo que mueve al sistema dominante. Hierve o se hiela en mis venas y en sus venas. Mano: la que suda frio, la que cubre y es reparo, la que acaricia convencido de ser la voz del callado en momentos de recuerdos quietos. Y esperados. Lágrimas: manifestación exterior de alegría o desolación en su esencia. La diferencia a veces es sólo una respuesta.
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"Contemplar a la reina" -Cuento corto-

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Uno. Dos. Tres. Cuatro. Después de una larga semana pudo contar de esa mujer los lunares pequeños de su cara. Como siempre la veía de un solo lado decidió cambiar de posición y asi completar esa especie de cuadro vivo que creía estar mirando. Para un solitario nada mejor que una mujer en el bar de siempre, todos los días a la misma hora, al igual que esos cuentos poco románticos que luego se hacen novela de la tele a la tarde. Pedía siempre un cortado y se ponía a revolverlo sin mirar la cuchara en el pocillo. Cuando la veía entrar se hacía el muy interesado en lo que estaba tomando. Ella tenía el pelo largo, más atrás que adelante lo que la hacía más atractiva. Un tapado rojo hasta las rodillas, con un pantalón blanco y una cartera que siempre ponía en su falda. Dejaba una carpeta anillada arriba de la mesa, sacaba el estuche de los anteojos y ponía el celular frente a ella, que vibraba cuando la llamaban y se movía en la mesa color bordó frente a la puerta. Todos estos detalles los había visto él durante una semana sin querer seguirla pero esperando que apareciera. Hoy era el dia en que sentía que debía hacer algo con esos nervios cuando quería cruzar miradas, y la admiración de verla y no pensar en absolutamente nada que no fuera lo que de ella viera. Terminó el cortado y se levantó presuroso al encuentro. Lo atajó el mozo, pensando que se iba sin pagarle, había olvidado el detalle. Le dio vergüenza la situación. Pagó y se volvió a sentar. Una persona pasó por delante y ahora si. Ahí va. Carraspeó para luego no carraspear, se puso derecho para parecer armado, miró al cielo para que Dios le dé una mano. Se puso de frente y la miró. Le dijo que no quería interrumpirla, que hace una semana notaba que iba a tomar café al mismo lugar que él, que algo de raro tiene el destino si estaba haciendo lo que sentía por dentro. Le pidió si podía sentarse. Y ella dijo “hace una semana te estaba esperando, la mesa tiene dos sillas”. Se sentó por primera vez tan cerca de la Reina, que al final pudo notarlo: uno, dos, tres cuatro. El quinto lunar está cerca de sus labios. Y pidieron otro cortado.
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."Lágrimas".

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No sé qué es: un hilo de agua del deshielo que baja por la montaña, un bravo rio de marea agitada, un margen del lago, que con cadencia deja surcos en la playa. Una cascada perdida entre sierras, escondida para hallarla. La paz del mar color turquesa o ese blanco cuando el viento arrasa. El océano visto desde un puerto, con su agua lejana en calma. No sé qué es eso que pasa si sintiera que de noche ella llora por mi causa. De mi boca no saldrá que lloro pensando amarla, y que lágrimas habrá de los dos en tanto lugar con agua. El deseo es transparente y se ve el fondo. De estas palabras.
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"Describiendo al sueño" -Cuento corto-

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Cuando le conté al psicólogo lo único que me acordaba de aquel sueño, abrió grande los ojos por arriba de sus lentes de leer. A partir de ahí me llenó de recomendaciones, salí repasando mentalmente la lista de cosas que me dijo que hiciera. Para empezar, que creara buenas condiciones para dormir y para soñar. Que me asegure estar bien en silencio, que apague las luces, que no tenga frio. Un anotador y una lapicera para escribir lo que recordara, porque el problema era que me despertaba con el sueño muy presente y a los cinco minutos dejaba de tenerlo en la mente. Lo que sí recordaba era ver lluvia, más bien escucharla, y caminar derecho por algo asi como una calle. Nada más. Esa noche le hice caso al psicólogo en todo. Cerré bien la ventana, me acerqué una silla a la cama donde apoyé el anotador y la birome. Me puse la frazada más pesada y apagué el velador. A los dos minutos prendí a ver si todo estaba bien y volví a apagar. Y me dormí. Y otra vez el ruido a lluvia en un lugar bastante oscuro, y la sensación de ir avanzando. De pronto un ruido a un costado, giro la cabeza y me desperté. Prendí el velador y me senté a escribir mis supuestos progresos. A la semana otra vez sesión. Le mostré lo que había escrito al psicólogo. Me dijo que no era mago pero que el tema estaba bastante claro. “Usted está buscando a alguien, que a su vez también lo está buscando. La evade escapando. Quédese quieto en esa calle. Hágame caso”. Lo miré de costado porque creí que me estaba cargando. A la noche me fui a dormir. Estaba cansado. Cerré los ojos y oí la lluvia. Y en la calle el ruido desde un costado. Y dejé esta vez de caminar. Y alguien vi bajo la lluvia, extendiéndome la mano. La miré como esos chicos que se pierden en lugares amplios. Desde ese dia está en mis sueños y no necesito anotarlo. Por eso puedo recordarlo.
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."Delante de tres cuadros, ella".

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“¿Qué ve?”, me preguntó un hombre con aspecto de artista plástico, mientras estaba frente a un cuadro de un paisaje algo nevado, con picos de montañas lejanas y un cielo celeste amplio. No supe qué decirle y ambos nos pusimos a mirar otro cuadro. Una casa atravesada por árboles parecidos a nogales. “¿Y en éste qué ve?”. Yo lo miré pero no supe qué responder. Me detuve en un tercer cuadro, él seguía a mi lado. Era de un camino apenas marcado por algo semejante al sol de la tarde, que en el fondo del cuadro parecía que se iba alejando. “¿Ve algo?”. Y me puse a sentir lo que estaba mirando. Le dije “Sí, la veo a ella. Como en éste y en los otros cuadros. ¿Lo ve al amor?”. El hombre con aspecto de artista plástico se acercó a mirarlo. Pero a ella la veo sólo yo. En los cuadros y en todos lados.
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"Flores, celestes pasos" -Cuento corto-

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Probó dejar huellas en el camino para que ella las siguiera. No sabía si estaba atrás o adelante de la mujer que lo desvelaba, entonces pudo ver una especie de grieta a cubierto del sol y algún tipo de arbusto con flores celestes. Tomó unas diez, más no había. Siguió caminando y resolvió al rato dejar una en el piso como señal. A prudente cantidad de metros dejó otra. Y asi hasta que le quedó una sola. Miro hacia el cielo y vislumbró la peor noticia para quien quiere ser encontrado en un camino: empezó a llover de manera infernal, descarada. Pudo protegerse debajo de unas ramas, se guardó la flor que le quedaba y lloró un poco, con esas lágrimas que corrían confundidas con agua de lluvia. Daba lo mismo. Se puso los brazos sobre su cabeza para dejar de pensar en ella pero no pudo, y se quedó de pie hasta que amainó la tormenta. Salió de nuevo al camino algo mojado y el alma en pena. Guardó en el bolsillo la flor que le había quedado, estaba perjudicada por el tiempo. La tomó entre sus dedos y la dejó sobre una piedra, soltándola y acariciándola. Durante un rato nada le importó, como si por nada estuviera respirando, tenía la resignación del que no llegó a ningún lado. Se sentó en el suelo y se tomó la cabeza con sus brazos. Una mano tibia le levanta la frente y cree estar soñando. Al ver a aquella mujer con diez flores celestes, incandescentes. Todo esto lo recuerda cuando ambos en el patio miran juntos crecer las flores de su camino. El que ahora de futuro, es presente. El que ya fue encontrado.
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