."Despreocupate".

1 comentarios viernes, 10 de febrero de 2012
Me siento bien, quedate tranquila. Creí que cierta luz de la tarde me iba a quemar los sentimientos, a sacarlos sin mi permiso y hacerlos eternidad, ilusión lejana. Pero la vida es milagrosamente eficaz, porque con amor o sin amor respiramos. Yo no encuentro el motivo pero el presente sí y me intenta ayudar. Me resisto a abandonar aquello, todo, el deseo en tus cinco dedos apretando mi historia, pero me dejé antes que me dejaras. Y aun así me siento bien. Quedate tranquila.
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"Lo que hacemos" -Cuento corto-

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Se levantó. Cerró la puerta del baño. Cerró la canilla, cerró el dentífrico. Cerró luego el envase de café, cerró el pote de queso crema y el de azúcar en la alacena. Cerró el placard en la parte de las camisas. Cerró la llave de paso, cerró la ventana del comedor. Cerró la puerta de entrada, la del ascensor y la de la salida del edificio. Cerró su billetera vacía a mediados de mes y cerró la puerta del taxi. Cerró el celular luego de leer un mensaje. Cerró la puerta del pasillo de su oficina, que debería ser corrediza. Cerró de nuevo su billetera para un café de la máquina. El Windows se colgó y cerró para volver a abrir. Cerró la caja de ganchitos de la abrochadora, que después nadie tiene. Se tomó la cabeza a media mañana para despejarse. Cerró su lapicera Parker y miró por la ventana. Resopló cerrando los ojos. Vino Adriana y lo trajo a la realidad. “Tenés que cerrar el balance, dale”. Cerró el chat que lo distrae, la página de internet de chimentos también. Cerró el balance con pérdidas mas o menos dibujadas. Cerró la puerta del jefe. Se sentó y lo escuchó, necesitaba de él asi que mejor cerrar el balance. Se dieron la mano, cerraron ahí trato. Al mediodía en el pulmón del edificio cerró la bandejita de plástico con el celofán, no quería comer más. Cerró el balance a la tarde. Su jefe lo dice a viva voz con falsa felicidad. Aplauso cerrado. A las cinco cerró la computadora y volvió a cerrar su billetera en el taxi. Llegó a su casa. Abrió la puerta. Miró sin suerte por la ventana cerrada la luz de la tarde. Mañana, juró, empezará por su bien a abrir todo.
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."Persiste".

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Sos un latido, sos persistente y vital. El centro del sol que ofrece amparo a los solitarios, agua y sombra a los que cometen como yo la locura de acercarme. En tu universo existe el octavo dia. Lo creaste para que te adore, una especie de misa eterna sin iglesia. Tengo sed y escucho que latís para que me guíe, mi razón está detrás de tus deseos. La escondiste de mi para que te busque. Pero me doy cuenta, amor. No la tenés. Llegué acá siguiendo tus latidos dentro mio. Persistentes y vitales.
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"Lluvia, lágrimas" -Cuento corto-

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Salió de su casa y ya estaba algo triste. A los diez minutos de caminata rumbo a la reunión de exalumnos comenzó a llover. Se mojó la camisa color crema y los zapatos claros con el agua se le pusieron oscuros, asi que intentó protegerse bajo el toldo de un negocio. Seguía triste pero no sabía la razón, faltaban dos cuadras para el lugar elegido de reunión, un restaurante. Llegaba hecho una sopa. Miró a través del vidrio, no vio en las mesas a nadie conocido y se quedó en la puerta, mojándose con la furia de la lluvia de verano. Puso sus dos manos detrás de la cabeza y estiró los brazos para que se le fuera esa angustia que hace que no se respire bien, que corta el aire cada vez que inspiramos. Su vida le parecía aburrida y sin luces. Nadie se había dado cuenta durante años y ese viernes parecía que él sí. Fueron llegando sus antiguos compañeros, se saludaban. Todos le decían que estaba empapado, que parecía un trapo, que sus zapatos eran dos charcos. No dijo nada y entraron, justo cuando llegó Claudia algo tarde, con piloto y un paraguas que parecía sombrilla. Fue saludando de a uno y cuando le tocó a él lo miró fijo. “Déjenme un minutito hablar acá con el caballero”, le pidió a los demás, que acataron entre risas. Ella lo miró y le acarició el hombro, con esa camisa completamente mojada. “Vos no estás mojado de lluvia, estás llorando”. Él se dejó abrazar, alguien se había dado cuenta de la diferencia entre la lluvia y las lágrimas. Corren diferente por la cara, son otras gotas. Claudia le preguntó qué le pasaba. “Vos, me pasa”, dijo él, y tocó su pelo largo algo mojado. En esa esquina de noche, en ese viernes, en esos ojos que no dejaron de mirarse, hubo por fin un poco de luz bajo la lluvia. Sin lágrimas.
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."Perfecta".

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Mi forma de ser a veces es una trampa perfecta. No te dejo salir de ahí porque yo no puedo salir de mí. Ambos somos mejores y yo te abrazo como único gesto vanidoso, siento que estás lejos cuando te miro de frente. Intento que me digas lo que quiero oír, necesito eso para salir de mi propia historia. Pero sólo me mirás sonriente, sensible, irradiando lo que nadie ve y yo deseo. Ahora viene la mejor parte: voy a tu trampa sin ganas de salir de ella. Mortal y perfecta.
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"La firma en tus ojos" -Cuento corto-

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Le dijo que no la conocía. Que no entendía por qué lloraba si todo estaba bien. Que sentía que ninguno de los dos podía hablar y por eso había que calmarse. Le preguntó por las personas que vio, haciendo ruido todo el tiempo con gestos ampulosos. Que de noche tenía frio, a ver si lo podía solucionar. Le confió que tuvo miedo al principio, que despertarse a la mañana es parecido a abrir una canilla y que el mundo salga por ella sin control. Que tiene la fórmula de la felicidad cuando algo molesta: darse vuelta hacia un costado y cambiar la visión. Pudo decirle que avisara a quienes vinieran que es inútil hablarle a veces, a la gente aun no la comprende. Que siente calor en las manos, una energía que lo hace moverse siempre. Que en el rato que estuvo ahí, en un momento lo dejaron junto a una mujer que no conocía y que luego llegó ella. Le volvió a decir que no llorara aunque se guardó comentarle que le gustaban sus caricias. La dejó tranquila por la noche, ambos descansaron. Al otro dia por la mañana la miró nuevamente, casi frente a frente. Y le dijo que sus ojos de mujer sellarán un pacto eterno con él. Ambos jurarán entenderse de ahí en más sin una sola palabra. Ella le dio un beso. Él se acomodó en su pecho y se durmió.
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."A merced".

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La marioneta tiene dos hilos. Uno es el amor y el otro la razón. Ella los mueve con certeza, a veces el amor hace todo y la razón sólo mira. Otras veces se mueven al mismo tiempo. Pero ella nunca deja a la razón moverse sola, la controla, es suya. Ese es su juego, la engaña. Le dice que ella es una más, pero ante una mujer no hay razón valedera. Tensa todas las noches mis hilos pero usa sólo uno. Hay amor. Ay, amor. Ella juega siempre conmigo.
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"Eso por hacer" -Cuento corto-

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Patricia cambiaba de canales aburrida con el control remoto desde hacía unos diez minutos. Suena el teléfono pero deja que el contestador responda, seguramente será otra vez la promoción de la banda ancha, esa insoportable voz femenina. “Te habla Miriam, conseguí tu número. ¿Estás ahí?”. Patricia abrió los ojos y miró el contestador, que con su luz roja titilaba avisando del llamado. Se quedó helada y sin reacción. “Yo el sábado a la tarde estoy en casa, vivo en Bernal, te paso la dirección”. Patricia anotó y cuando Miriam colgó se sentó a pensar. Su hermana no le hablaba desde hacía unos veinte años. Sonaba como mujer grande, fue extraño lo que sintió y nunca fue claro lo que pasó. Discusiones de dos mujeres que no cedieron y que quedaron heridas, pero ahora la invitaba a verla. El sábado Patricia salió de su casa de Palermo, en colectivo hasta Constitución y de ahí el tren. Nunca había viajado en ese tren y miraba todo con asombro y recelo. Se bajó en Wilde y otro colectivo más hasta Bernal. De la parada unas tres cuadras caminando. La vereda es un mejorado de cemento muy angosto, que serpentea una canaleta a cielo abierto, que con suerte el agua por allí corre. Llega a la casa, que tiene reja y timbre de color verde. Toca pero siente que no suena y hace palmas. Un perro que ladra en el costado y desde la puerta una cortina azul que se mueve, sale Miriam. Con la llave en la mano se pone a llorar y le abre, ambas se abrazan. Patricia le cuenta que vive sola en Palermo, que nunca se ha casado, que es empleada de una empresa y que en general está muy aburrida. Miriam le ofrece mate y mientras va a poner más agua Patricia mira la cocina. Dos colores en la pared a medio pintar, una ventana con tres colores de vidrio y una heladera con los bordes un tanto viejos. Su hermana le dice que ha formado familia. Que tiene dos hijos, uno estudia para ser médico y el otro está en el primario. Que su marido la dejó apenas nacido el segundo hijo y en la calle. Que esa casa es de una prima de una conocida que no le cobra alquiler pero que cada tanto viene a pedir mucha plata junta, y se la tiene que dar. Que trabaja de empleada doméstica de lunes a viernes a tiempo completo, que no gana mucho pero es feliz. Tres horas y media después Patricia le ofrece irse a vivir con ella a Palermo, solucionándole el tema de la vivienda. Pero le pidió algo. Que le dijera cómo podía ser feliz en medio de tanta carencia. Miriam le dijo: “No te lo puedo enseñar, hay que pasarlo. Si yo me resigno estas paredes se terminan de caer. Hacé siempre algo para no sentir eso horrible que es no tener un motivo adelante”. A los 15 dias Miriam preparaba la cena en la casa de Palermo para su hermana y sus hijos. Patricia la mira servir. Y siente que ha servido.
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"Vani" -Cuento corto-

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No hay peor cosa que enamorarse de su propia historia. Abel contó cierta vez cómo era su infancia. Fue durante una reunión de amigos y también de gente que no frecuentaba mucho. Se explayó mentirosamente en temas y terminó diciendo que era el líder de su clase y el de mejores notas. Que lo seguían ejércitos de mujeres durante su escuela secundaria y que en los tres años de Ingeniería que cursó hasta que abandonó, dos profesoras lo habían corrido proponiéndole tener algo con él. Abel iba construyendo de él un perfecto monstruo, total no había testigos de lo que estaba relatando. Un día asiste a otra reunión en donde había algunos de la reunión aquella. Y tuvo que acordarse qué mentiras había dicho como para que no se notara que su relato no era real. Le agregó más información falsa. Dijo que fue boy scout y que ayudó a salvar a un compañero que había caído al rio. En realidad el que cayó al agua había sido Abel, y fue en una excursión a Entre Rios. Pero nadie lo sabía. Una noche lo invitan a bailar. Una mujer está al pie de la escalera y él se acerca, no la conoce. Se presenta y dice que era el amigo del dueño. La mujer se sonríe y ambos se ponen a bailar. Abel comprueba estar ante alguien que sabe bailar, que le cree todo lo que le dice, pero que casi no hablaba. Se van hacia un costado e intenta tener un diálogo. Ella lo frena con un dedo en los labios de él. Le dice “no, no hables. Yo ya sé”. Buscan ambos la salida. En la calle ella lo besa. Abel siente un escalofrío, algo no estaba bien. La mira intentando ubicarla, la siente familiar pero no la conoce. Ella, la vanidad, le acomoda el saco y la camisa. Al oído le dice “Si seguís conmigo vas a fracasar, amor”. Le pidió a Abel que no la siga. Desde ese momento Abel volvió a ser el de la infancia aburrida como cualquier otra. Ahora es el más callado en las reuniones. Por vanidad.
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."No lo supo".

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Tu deseo se deja ver en las cosas que hacés, en lo que te interesa. Hago el esfuerzo por gustarte. Hago el esfuerzo, en realidad, para que me gusten las cosas que te gustan. Me desaliento cuando te veo poco movilizada por mis actos, estoy acá!!. Ey!!. No, no me ves, estás siendo cada vez más linda y yo cada vez más servil a mi hermoso sueño. Un espectador de primera fila, y vos ahí. Mi venganza va a ser muy dolorosa: voy a dejarte. Y me va a doler porque nunca, creo, lo sabrás. No te preocupes, mi corazón no sufre: me duermo contándole cómo sos, todas las noches. Y latimos los dos.
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