"El inseguro" -Cuento corto-

1 comentarios sábado, 11 de agosto de 2012
Algo me estás ocultando. Desde hace dos días no sos la misma y por alguna causa  te está pasando. Quisiera que fueras clara en nombre de lo que ambos sentimos desde aquel dia en que nos conocimos en Rosario. Pasaron siete meses largos y si esta es la comezón del séptimo mes de noviazgo, quisiera ya saberlo. ¿Tanto te cuesta explicarlo?. Si es algo malo no te voy a decir nada, si es una decisión me va a doler pero sabés que ladro sin morder a quien amo. Es loco porque anoche antes de dormir quise averiguarlo y te miré a los ojos. Me decían que esperara, eso hice algunas horas pero ya es suficiente, no merezco esto tan extraño que es esperar lo que no sé, vaya a pasar. Estuve nervioso desde que me levanté, aunque poco dormi. Siento que tiembla el piso cuando todo el dia estuve esperando que nos encontremos. Por favor, decime algo. Si es un juego, no me gusta. Y no es ya necesario. La mujer lo miró de arriba abajo y dijo: “Te compré el regalo de aniversario, está arriba del armario. Dudé si pantalón o camisa, fui a devolverlo pero estaba cerrado. Probátelo o el lunes lo cambio”. El hombre inseguro se quedó callado. Y hasta hoy eso ha pasado.
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."Soledad del encontrado".

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El hombre perfecto. Nunca tuvo problemas porque antes los tuvo resueltos. Todos lo respetaban a partir de hacer silencio. Nadie le decía nada al hombre perfecto. Sentía que vivía sin competencia en lo que estaba haciendo. Con un trabajo acorde al esfuerzo, tiempo de sobra para pensar sólo en ello y ciertos placeres cumplidos, sinceros. Pero por alguna causa no era feliz el hombre perfecto. Arrastraba la sensación de hacer las cosas más que en silencio, en soledad. La brutal diferencia la notó un dia en que un conocido se acercó a verlo. Le preguntó por qué caminaba en círculos todo el tiempo sin levantar la vista del suelo. El hombre perfecto lo miró extrañado, puso su espalda derecha y observó el amplio campo. Descubrió con espanto que toda su vida en círculos estuvo caminando. Y empezó a vivir a los 43 años.
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."Color cambiante".

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Camaleón que vas sufriendo cambiar a cualquier precio. Un dia rojo, el mundo que se ve a lo lejos tiene el placer de los lugares en los recuerdos. Nada queda de todo aquello. Un dia verde, parecido a los reflejos que el sol en el piso desparrama en suerte, y uno con calor esquiva casi contento. Un dia azul, cofre cerrado en todos mis sueños que atesora lo que nunca vi. Porque nunca vi ese cofre abierto. Un dia amarillo, canción de cuna que de grande tarareo y me acompaña como sombra desde adentro. Camaleón que vas sufriendo cambiar, eligiendo el color de lo perfecto. A cualquier precio.
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."Decálogo de lo buscado".

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Tarea para el hogar. Anotando. 1. Hacer por el otro lo que surja sin pensarlo. 2. Exigir en silencio un equilibrio de favores dados. 3. Tener por uno mismo el mismo amor que ha regalado. 4. Nunca sentarse a esperar de alguien algo, sino estar de pie para juntos disfrutarlo. 5. La seguridad es saber lo que uno da, más allá del resultado. 6. Siempre recordar que somos lo que manifestamos. O los silencios, que elegimos tomarnos. 7. Una segunda opinión no es escuchar lo que queramos. Es crecer desde otro lado. 8. Ayudar con lo que me sobra, con lo mio y con lo que no tengo. Pero nunca a costa de otro ayudado. 9. Tener en el amor, Fe. Porque nunca está bien depender. 10. Caminar. Llorar si hace falta. Pero caminar.
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"En el cuarto" -Cuento corto-

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En la parte de atrás de un cuadro. Ahí guardaba Emiliano dos o tres cosas importantes para él. Un viejo boleto de colectivo que su abuelo le había regalado, un anillo imaginario que encontró en la calle cuando caminaba con su mamá, y dos de las figuritas más difíciles del álbum. A la mañana antes de vestirse se fijaba por el costado del cuadro a ver si todo seguía en su lugar. En la escuela el miedo era pensar en que descubrirían lo escondido y deseaba llegar a la casa más rápido que la limpieza de su mamá en el cuarto. Pasaron unos tres meses y olvidó lo escondido tras el cuadro, otras cosas llamaron su atención, terminó confiando en que aquello estaba bien asegurado. Un dia se sienta en la cama mientras va despertando y piensa en esas figuritas que nunca había cambiado. Se preguntó dónde las habría dejado y la mente se lo recordó. En la pared el cuadro lucía un poco torcido. Detrás el sobre, lo abrió y no estaba todo: faltaba el anillo imaginario. Miró al piso porque quizás se había caído pero no lo veía. Buscó detrás de la almohada, al lado de la cortina, entre su ropa guardada. Nada. Corrió adonde estaba su madre lavando platos en la cocina sin saber cómo preguntarle, sentía que revelaba una mentira. Le contó lo del sobre detrás del cuadro, el boleto y las figuritas. Que faltaba el anillo imaginario que caminando habían encontrado. Ella le dijo que no se preocupara tanto, que no tenía pies asi que muy lejos no debía estar andando. Se tranquilizó y al rato la madre y él se pusieron a revisar el cuarto pero no hubo caso, ella se fue resignando. Emiliano buscó un poco más y se sentó en un costado. ¿Alguna vez tuvo ese anillo imaginario?. Dejó de buscar lo que nunca había encontrado. Y desde esa noche los sueños fueron regalando alguna cosa imaginaria que Emiliano pidiera. Cuando mire tras el cuadro.
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."Mis principios y finales".

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En un camino ascendente suelo retroceder. Como ocurre con las cosas que no se quieren hacer o tardan en venir cuando ya es tarde después. Quien espera en una esquina al amor de su vida no sabe que ella hace lo mismo. Por otro, en otro lado. Tengo piezas sueltas que no encajan pero son todas mias. Dudas, amores, esperas. Vieja mochila cargando sueños transformados dia a dia, para quererlos mejor y aceptarme sin desdicha cuando uno va con el viento, o en contra de él camina. Ahora hay que empezar de nuevo. Con los mismos zapatos que renuevo en anhelos, con la misma figura que devuelve el espejo. Con la misma Fe del puño cerrado y dentro el aliento. Para buscar lo que no he tenido. Para dejar lo que ya está hecho.
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"Florencia Maravilla" -Cuento corto-

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De dia una sola estrella brilla. El simple pensamiento a los siete años termina siendo motor de todas las preguntas que Florencia tenía. Consultó a sus padres si ellos también veían que las estrellas de dia no estaban y de noche salían encendidas. Que sólo quedaba el sol arriba. A Florencia la miraban con la ternura de quien pregunta lo que nadie le responde, sólo se rien y la creen inteligente por razonar de manera tan profunda. Cuando la maestra escuchó también la pregunta, se rascó la cabeza y le dijo lo primero que tuvo la niña como dato concreto: “tenés razón, pasa todos los días y es lindo verlo. Prometo averiguarte, pero de dia no se esconden”. Durante cuatro noches y a eso de las 9, apoyaba sus dos brazos contra el marco, afirmaba la pera en una de sus manos y miraba rato lago hacia arriba. A la luna la conocía y las estrellas le resultaban un verdadero enigma, le parecían señales o creía que en cada una había alguien haciendo lo mismo que ella. Mirar. Quiso contarlas de izquierda a derecha empezando desde la luna pero se cansó en el número 23. Torció su boca con rictus de duda y se acostó boca arriba enojada de no saber la verdad pura. A los 15 dias ya era rutina que a la noche junto a la ventana arrimara la silla, se subiera a ella y mirara lo que había. De pronto esa noche comenzó a nublarse, y las estrellas dejaron de verse. En un círculo rodeada de nubes quedó sólo la luna. Florencia escuchó de a poco el ruido de la lluvia golpeando las hojas del árbol, y sacó un poco el brazo. Gotas pequeñas la fueron mojando y abrió los ojos cuando por fin tuvo la respuesta: las estrellas lloraban porque ya no podían verla. Al otro día le contó a la maestra, que la miró ante tanta inocencia y le dio un beso como toda respuesta. Estaba la niña feliz de entender qué pasaba allá arriba. Florencia brilla.




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."Buscando la manera".

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Lastimar dejando huellas. Mirar la playa y ver pasos en la arena, que dimos nosotros en el camino de vuelta sin saber que pisamos aquellas ideas nuevas. Las que no nos tienen juntos y comprobé de cruel manera, cuando miro a los costados y no hay luz que por bien siguiera. Ojalá que ella supiera lo fatal en coincidencia. Su adiós tiene mucho de mi cuando en silencio no está su esencia, que dejó a paso lento sin que yo me diera cuenta. Me extrañó ese silencio mortal del ya no estar, no tenía a quien mirar. Sigo en el camino de vuelta buscando una estrella que guíe maneras. De cómo vivir sin ella.
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"Protección" -Cuento corto-

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Sacó la lata de tomate en el supermercado, la que estaba en el medio de la torre, y se cayeron todas al piso. Tira de la puerta cuando hay que empujar, y empuja cuando hay que tirar. Esquiva la floja baldosa cuando cruza Diagonal, y viene un taxi que lentamente parece esperarla para mojarla. Pregunta en el Banco si hay sistema, le dicen que si. Tras una hora de fila le toca a ella. Y se cae el sistema. Vuelve en el colectivo pensando en estas cosas que le ocurrieron, ya parecen desgracias ajenas. Recordó tener en su casa algo que le serviría. Se puso a revisar muebles y cajas, esas cosas que uno guarda para no tirar. Y encontró el amuleto de su abuela: una cadena y un dije, que no tardó en ver cómo le quedaba frente al espejo. Se miró conforme, se creyó custodiada frente a lo negativo de empeorar todo lo que tocaba. Luego de tres dias el amuleto tiene brillo de suerte. De a poco lo malo decrece, las pequeñas cosas dejan de ser tortura y sonríe feliz sin nubarrones de frente. Por la noche se saca el amuleto. La cadena y el dije en la mesita de luz, descansan, como ella. Una figura de madrugada parece acariciarla, toma en sus manos el dije y lo tiene un buen rato. Cuando la mañana despertó a los que siempre están soñando, ella vio en la mesita al dije, limpio y brillando. Se sentó en la cama y se lo puso de inmediato, salió a la calle con la sensación de quien es mirado. De cerca por quien protege la suerte que va encontrando.
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."Decálogo de enamorado".

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Quienes andan suplicando, asumiendo o disimulando. Los que han hecho por su amor lo que nunca le han contado. Aquellos muy predispuestos cambiando rutinas a diario para poder cruzarse en la calle en un encuentro casual. O armado. Esos que escuchan la música que le gusta al ser amado y aprenden dos o tres temas para ser diálogo obligado. Los sufridos que juegan serio a hacerse los superados, esperando alguien los llame y atender con la voz temblando. Los pacientes, los apurados, los positivos y los derrotados. Los que suman experiencia, los que reconocen fracasos. Aquellos que se quedan dormidos, pensando. O mucho llorando. Imposible descifrarlo. Nadie sabe qué es el amor. Pero todos lo practicamos.
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"Lo dijo el tiempo" -Cuento corto-

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Ahí viene. Se lo voy a decir hoy aunque de todas maneras ya es tarde. Tengo terror a cómo le caiga, susceptible en dosis importantes. Que largue a llorar ella o yo lo mismo da, porque son los momentos en que la realidad queda mal en todos lados cuando se la quiere valorar. Uno vive de sueños que cree lograr con ayuda y en conjunto. El darse cuenta que no va la rueda girando hacia un destino de duo feliz, es mortal. Querer explicarle a quien traté de soñar como aquello ideal, es tan dificil como para Dios estar ahora en mis zapatos. Está llegando, me tiembla el cuerpo y el corazón con ritmos distanciados, como lo que nos fue lentamente pasando hasta que asumo lo que quiere para poder dar el paso. Está a tres metros y le miro las manos, esas mismas que soñé cuando juntas tenían espacio para un par de ideas locas sin razón pero en devoción. La saludé con un beso y le toqué el brazo tan suave como sus labios, que no quise mirar mucho para decir lo que estaba pensando. “Me pediste en silencio lo que no asumí haber escuchado cuando tres o cuatro veces sólo pude de vos ignorarlo. Tengo miedo del futuro, esto que está pasando, porque la vida la entiendo si respirás conmigo al lado. Quisiste que yo lo diga y eso es lo que estás logrando: que aprenda también a perder cuando uno solo es el que va amando. Te deseo lo mejor, porque el resto del latido es lo que me queda para hablarte. El que te mira con amor y aprendió a pedir orando tener su camino con vos. Entendi. Y me voy”. Cuando él se dio vuelta ella, la pasión, disimuló sus lágrimas y rezó. Por los dos.
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."El largo recorrido".

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Viajes rotos, aquellos que nunca pasaron de ser anhelados. Cuando el sol contagia los últimos rayos, esos que la tarde se queda abrazando y uno es muy hombre, pequeño y solitario. Temor a quien maneja mi ritmo en sus manos, acariciando mi tiempo del que es dueña de a ratos, hasta que ya no quiere serlo y la noche le da amparo. La busco tras sus ojos, sueño alcanzarlos cuando ella los cierra para verme atrapado. En eso que quiere, que la pierda encontrando todo lo que necesito sin ella escuchando. Me trepa la angustia a montes errados, a querer dar un salto al vacío llenado, por cientos de sueños que no están en sus manos. Ni en mis viajes rotos. De tanto anhelarlos.
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"Lo que guarda en ella" -Cuento corto-

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Compró una caja de regalos. Esas de cartón corrugado, que se hacen enseguida y se venden en el supermercado. Armó con esmero sin seguir instrucciones, las piezas encajaban solas unas con otras y parecía saberlo. Por la madrugada terminó la obra decorándola, con un papel de dibujos búlgaros rojos y celestes que no le gustaban pero no tenía mucho que elegir. Se fue a dormir para descansar de esa extraña rutina. Por la mañana fue a ver su obra a la cocina. Arriba de la mesa estaba la caja de regalos. Desayunó con ella al lado, vestido para salir y sin dejar de pensar en que podría haberla hecho mejor, lucía chueca. La puso bajo el brazo, salió a la calle con ella. Se tomó el 132, bajó en Paraguay y Suipacha, caminó unas tres cuadras. La gente lo miraba porque le costaba manejarla, incómoda y cuadrada. Llegó a su oficina y la puso debajo de la mesa. Pasó el dia y a la tarde de nuevo la incómoda amiga. El colectivo más repleto de gente y la caja quedó menos cuadrada y más abollada. Otra vez ya en la casa, la dejó sobre la cama y la miraba mientras se aflojaba la corbata. Se fue a bañar. Volvió y quiso moverla pero la caja pesaba, necesitó las dos manos para ponerla en el suelo y acostarse persiguiendo sueños. Como ese que recordó hace un tiempo, en donde una mujer le decía que los problemas se van si uno sabe donde ponerlos. Que use una caja grande durante un dia entero, que iba a ver que a la noche de tan pesada, complicada sería moverla. Se puso las pantuflas y fue a abrir la puerta. Sacó la caja y la apoyó en el poste, se la quedó mirando tras la ventana. El camión de residuos en madrugada se llevó la caja de problemas, diaria. Y todos los días armaba otra, aunque de a poco más ligeras. El método del hombre para dejar de tener problemas ganó adeptos. “Barrio de las cajas”, le dicen a su cuadra entera. Cuando a la noche todos sacan de sus casas eso que les molesta.
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."Lo que voy dejando".

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El amor es el final de la madeja. Se va yendo y no nos damos cuenta. La libertad era estar preso de sus ojos. Me terminé cierto aire de ilusión pasajera comprendiendo que el viento golpea cuando avanzamos en una carrera. Lamento no ser más, ella. Porque vivir en el latido de otro era mi casa, con jardines parecidos a estrellas de esas que cuentan los reyes y las reinas. No hay punto seguido en estas, mis letras. A veces leídas, obviadas, de amor y de condena: lo que era quererla. Voy escribiendo empujando la pena que se va si yo avanzo. Y no, si me quedo a verla.
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