El juego de la "última vez"

1 comentarios martes, 19 de enero de 2010
Sabemos del rol que el ánimo tiene en todo lo que hagamos y lo importante que es en la realización individual de nuestros sueños. El momento en que esto se modifica es cuando se está enamorado, ahí el amor, sinónimo de ánimo, es compartido y se retroalimenta. Si hay buen estado de ánimo todo será ganancia, hasta lo que no lo es.


También importante y a la vez peligroso es el desánimo, porque uno arrastra al otro y en general una de las dos partes se termina cansando.



Con Grillito tuvimos etapas de inseparables, etapas de distancia considerable, otras de cierto fervor religioso, y por último una etapa de la que escribiré hoy: el fatalismo.


Por alguna causa que sinceramente ya no recuerdo, en algún momento todas las acciones de los dos se empezaron a teñir de una consigna: disfrutemos todo lo que hagamos porque puede ser la última vez. Tener como meta vivir la vida y ponerlo en práctica es un objetivo perfectamente lícito. El fatalismo pasaba por un tinte dramático terminal a cada acción, algunas de ellas en el tiempo hasta graciosas.


Vale este ejemplo. Escribí una veintena de cartas durante unos tres meses con la consigna "esta puede ser la última carta", en donde el texto no salía de una despedida y agradecimientos para ella casi con humor, diría. Hicimos recorridas por lugares visitados antes casi como despedida, fuimos al cine como si esa fuera la última vez, y nos mirábamos como si no lo volviéramos a hacer más. La "gran idea" le surgió a ella: conseguir una caja y poner ahí todo lo que en común teníamos, cartas, regalos mutuos, fotos. Una especie de cofre para poner a resguardo lo material.


Llevé en una mochila hasta la casa de ella sus regalos, sus cartas y algunas fotos. La caja estaba en su habitación. Era no muy grande aunque alta, y la puso sobre una silla pequeña. Fui sacando de la mochila las cosas para poner en la caja, acomodarlas de a una. Y me detuve a pensar en que cada objeto tenía ya una cierta historia, algo que hablaba de él y de nosotros también. Tan mala la idea de ponerlo a resguardo no me parecía, ahora.


Pero el fatalismo estaba en medio de todo, asi que un día me fui a la casa y nos sentamos a hablar del por qué adoptábamos una postura de adiós si aun eso no había sucedido, que como juego de adolescentes lo podíamos hacer, pero que eso no debía ser parte siempre de todo lo que hacíamos, que no estaba bueno o al menos a mi no me divertía. Ella me escuchó y como siendo todo parte de algo escrito me dijo "¿Ves?, ya te estás despidiendo"...


Estábamos los dos sentados en su cama tomados de la mano. Cuando me dijo eso me levanté y me fui sin saludarla, estaba cansado. Salí y la madre me preguntó si todo estaba bien y le dije "todo está como siempre" y me fui. Grillito convencida en su idea de fatal final; hasta pensé en que si esto no fue todo un gran preparativo para su propio adiós y me doliera menos. Porque ella sabía que si se iba me dejaba mal, sobretodo solo. Ella era el mini centro de gravedad de mis actividades, todo era en torno de ella, me había costado ser asi pero lo adopté y sacarme de eso dolería.


Hubo unos días de distancia sin pedirla. Coincidió con una etapa no demasiado expresiva de mi, ni siquiera escribiendo. Para ella sí era momento de escribir. Anotaba bastante y una vez miré ese cuaderno de tapa dura. Tenía reflexiones y explicaciones de hechos en común, o su reacción y la mia. Diría que no era un diario íntimo, más bien un libro de anotaciones, como los que puede tener un barco. Hubiera querido en esas noches sin mucho sueño, ver qué estaría escribiendo en esos días, en ese cuaderno.



Seguí yendo a clases particulares. Ella iba y sentada en un sillón amarillo viejo me miraba dar clases. Ponía su mano izquierda sobre un costado de la cara y me miraba fijo, casi sin parpadear. Yo trataba de seguir con lo mio pero era demasiado evidente lo incómodo que estaba. Sentía un montón de cosas en esa mirada: culpa, bronca, pedido de explicaciones que seguramente yo no tenía. Y la verdad es que era preferible una pelea final traumática, antes que esta especie de silencio, ese silencio que percibía como agresivo.
El silencio agrede al que espera que el otro hable.



Cada habitación de esa quinta donde estudiábamos tenía su antesala y pasillo. Camino al de la cocina nos cruzamos o yo la fui a buscar ahí, y le preguntñé qué pasaba. Sin mirarme me pidió cambios, mios y respecto de nosotros. Por primera vez me sentí menos que ella. Me daba una opción y debía seguirla o no, sin muchas más salidas. Pero me refiero a lo que internamente me pasaba. A veces hay trunfos de la boca para afuera, que son derrotas de la boca para adentro. Y si bien todo siguió, no me gustó lo que pasó. Lo viví como el entrenamiento no querido del final.



Pero siempre ocurre que tras una pelea, resurge todo lo positivo y aparecen nuevos impulsos. Ya no la pasaba a buscar por la casa, sino en lugares que acordábamos, podía ser cualquier sitio. Luego decidíamos qué hacer. Volvieron los viajes a Capital pero a elección de Grillito, de hora y lugar. Empecé a ir más a la casa cuando no estaban los padres, lo que nos daba más tranquilidad.



Dejamos también el fatalismo. No escribí más cartas. Ni de ese estilo ni de las comunes. Me invitó a que me volviera a llevar mis cosas que habíamos puesto en esa caja de su habitación. Decidí que la mayoría sí, a excepción de algunos peluches y todas las fotos, para elegir y hacer un álbum general.



No podía quejarme porque nos sentíamos bien, diría mejor que antes. Grandes crisis, grandes cambios. Pero como escribí antes, sentí que de la boca para adentro algo no estaba bien.

Confié en que no se cumpliera lo que ella me había dicho: "Si algún día esto termina, el que ponga el punto no va a saber que lo hace".
No sé si lo leyó o se le ocurrió, pero tal cual así fue.
Una frase fatalmente cierta.














Acotación al margen: Cierta vez siendo chico, miraba cómo se desbordaba una alcantarilla. Y ese hecho bastante común en Capital los días de lluvia me hizo reflexionar: el agua no se "iba" por ahí. Tan solo desaparecía de mi vista para correr por otros lados. Cuando eso no ocurría, aparecía el agua de nuevo. El agua y los problemas cuando no los vemos parece que no están, asi que...atención a la alcantarilla. A destaparla de problemas y que todo fluya. Como el agua.
read more “El juego de la "última vez"”