Lo que hay detrás de la puerta: la ética de nuestro propio código

1 comentarios miércoles, 11 de noviembre de 2009

Dos fuerzas poderosas, algunas veces reñidas con el sentido común, se hacen presentes una vez que deseamos llevar algo a la práctica. Por un lado aquello que se nos ha inculcado en términos de estudios: primarios, secundarios o universitarios. Por el otro nuestros valores, esos que podemos usar ante cualquier eventualidad como parámetro.

El sano ejercicio de hacer lo que queremos, y porque para eso se ha estudiado, nos lleva en alguna instancia a plantearnos cuándo aplicar o no lo que aprendimos.
Empezamos a redactar con hechos nuestro código de ética.

¿Me sirve lo que estudié como teoría llevada a la práctica?.
¿Uno se destaca frente a otros con idénticos sueños por todos los conocimientos previos, o logrando mirar qué se necesita exactamente de mi?.

De primera impresión, no se duda. La teoría escrita en una hoja se ve muy bien, pero de ahí no se mueve; el ser observador de la realidad en la que estamos inmersos es la respuesta que más contentos deja a todos. De hecho es la fórmula más aplicada en el mundo laboral de hoy en día. “El que sabe sabe, y el que no es jefe” lo resume a la perfección.

Me permito desde esta columna levantar la bandera del equilibrio entre los dos conceptos, al menos para empezar. En nuestro sentido común queda registrado no todo lo que se nos ha enseñado, pero sí los conceptos que creemos que nos sirven.

La realidad nos da la chance de ver si podemos aplicarlos. Y así como hay leyes y normas, la construcción de nuestro propio código de ética tiene su comienzo en el exacto momento en que decimos “No estaba tan mal aquello que me dijeron alguna vez” y saber cuándo es el momento apropiado para usarlo.
A vivir e intentarlo.
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