Algo más que un negocio de barrio

1 comentarios lunes, 26 de octubre de 2009

Muchas veces un comercio se complementa a una zona para luego ser parte de ella, algo así como un invitado de lujo que el barrio ha aceptado. Pero en este caso la situación es la inversa. Pensar en la formación del barrio hace nada menos que 62 años y en un local que decide elegir una esquina. La suerte y el buen ojo, tantos años después, provocaron que un negocio esté realmente dentro de un barrio y a partir de él, se pueda descubrir la historia de todo lo que lo rodea.

Guillermo Pastene es la cara visible de un verdadero negocio familiar, y su relato nos sirve para entrar en nuestros propios recuerdos y en pensar cómo, a pesar de todo, siempre se pueden defender.

Los comienzos y el reparto

“Pensá en 1946: acá no había nada -dice Guillermo Pastene-, éramos los únicos que estábamos en la zona, no había mucha gente. Mis padres instalaron el primer local, que fue de la lechería `La Martona´. Se hacía el reparto desde acá hacia zonas cercanas y también bastante lejanas”.

Cuando recalcamos lo familiar del negocio, las pruebas son claras: al principio Carlos Pastene y su mujer Catalina; luego sus hijos Carlos Alberto, Horacio Alfredo y Guillermo, que es quien nos sigue relatando. “Cuando se vio que se podía incorporar otros rubros, pusimos venta de comestibles, al ritmo que también el barrio fue creciendo y todo este lugar se fue poblando. Y una vez instalado, la idea de darle un toque personal me daba vueltas en la cabeza”. Empezaba la tarea de buscar un plus que hiciera la diferencia respecto de otros locales.

Museo de puertas abiertas

Ubicado en la Provincia de Buenos Aires y en una esquina de Vicente López, Alsina y Monasterio, el local de Guillermo Pastene sobresale del común apenas la puerta de entrada se traspasa. Cientos de objetos pequeños y grandes, de diferentes épocas y relacionados o no con el mundo de un local comercial, dan la bienvenida. El término museo no le queda grande. “Pastene es una institución dentro de Vicente López, y con el paso del tiempo intentamos hacer un pequeño museo que pudiera contar la historia del partido. Lo traté de ambientar como me gusta a mi”.

Pensado o no, los objetos más grandes son los que están en la parte superior, mientras que los más chicos se ubican debajo, lo que permite ver todos y cada uno de los elementos que Guillermo ¿juntó o ya tenía?. “La verdad es que, teniendo 11 años, empecé en este lugar ayudando a mis padres. Pasaban botelleros todo el tiempo y les compraba metales. Al principio hacía lámparas con lo que podía conseguir. Luego algunas cosas guardé y otras las conseguí”.

Con 59 años, Guillermo está orgulloso en contar su historia. “Tuve la suerte de poder hacer un viaje a Europa a los 19 años. Y en algunos lugares compré cosas que consideré que estarían lindas para exhibir. Y te digo que de este estilo el único comercio que vi es uno en Praga, en la República Checa. Ahí hay una lechería, como éramos nosotros al principio, que tiene un sector con la historia del local. Pero de Argentina, seguro que somos únicos”, asegura.

Se visita y también se compra

El lugar invita realmente a la recorrida con tiempo y ver cada pieza, detenerse para observarla. Ser un museo tiene ventajas en cuanto a la cantidad de personas que quieran acercarse, pero ¿perjudica en las ventas?. “No, no nos perjudica. Las personas vienen a comprarnos y además miran lo que tenemos, lógicamente no puede molestarnos eso. Esto es para la gente”, dice Guillermo.

La venta entonces, convive con las visitas que cualquier vecino quiera hacer para conocer más de su pasado. Lo primordial del local, vender, no se puede olvidar “Somos en el fondo, un gran almacén con un pequeño museo, nunca al revés”, completa Pastene entre risas.

Preservar recuerdos mirando el futuro

Cientos de anécdotas rodean la historia del local. Sentados en dos sillas frente a una pequeña mesa de mármol, todo parece tener su relato. “Estás escribiendo sobre una mesa que fue del antiguo Bar Unión. Estaba en Capital Federal, frente a la Facultad de Derecho. Autores de tangos y grandes escritores andaban por allí”.

Si alguien decide conservar algo con cuidado (desde estampillas, lapiceras o entradas de cine hasta objetos de marca y gran tamaño), tiene la intención de que aquello que resguarda del tiempo, trascienda. Y en él irán también, los recuerdos que llevan.

“Estamos abiertos para recibir cosas que la gente tenga ganas de poder darnos, esto es para ellos. La calidad a un local se la dan los clientes, más allá de lo que se tenga. Mi familia vive arriba y no vamos a dejar de ser un negocio familiar. Es más: me gustaría si pudiera, ampliar y poder habilitar un restaurante, o un lugar para que se pueda bailar tango, ¿por qué no?”.

Cuanto más lejano, más se añora

La fama de “Pastene” traspasa las fronteras del Partido de Vicente López: “Hemos armado pedidos de personas que, siendo argentinos viviendo en el exterior, quieren tener nuestros productos. En general enviamos a los Estados Unidos”.

El otro toque de distinción es la clientela más cercana en distancia. “Fuimos muchos años exclusivos de la Quinta presidencial de Olivos con todos nuestros productos, un verdadero honor”.

Todo local tiene su especialidad y para Guillermo el fiambre sobresale de entre todo. “Estamos hablando de jamones artesanales, no cualquier jamón. Los fiambres son nuestro fuerte, aunque también las marcas de vinos específicas que no se consiguen en todos lados. Creo que las dos cosas nos destacan”.

El presente y lo que vendrá

Tiempos de competencia dura llevan los autoservicios frente a presupuestos imposibles de igualar. Pastene tiene opinión formada: “La competencia estuvo siempre, desde la época en que mi papá estaba y ahora, con el tema de los hipermercados que cada vez están más cerca de las ciudades. No perder clientes es un poco la tarea de todos. Pero si se quiere subsistir es con precio, atención y calidad. Antes y ahora. Esas son las armas”.

Guillermo está casado con Graciela Ghirardelli y tienen cuatro hijos: un varón, y tres mujeres, dos de ellas mellizas. ¿El futuro en manos de los hijos?. “¡Ojalá!, es lo que uno quiere, esto va más allá de seguir una tradición. Nosotros somos este lugar, también. Es difícil pensarlo de otra manera”.

Siendo un espacio que le permite a la comunidad estar más cerca de sus orígenes, un gesto municipal en declararlo sitio histórico aparece como posible. “Pero no estoy seguro”, dice Guillermo. “Porque eso me obliga a no vender ni a poder realizarle modificaciones, si quisiera. Ya hice arreglos y me gustaría poder seguir agregándole cosas”.

Para ser gráficos. Más que buscar declararlo de interés cultural, Guillermo declara, en sus hechos, hacer las cosas desinteresadamente. Y el juego de palabras vale porque lo distinto de su local no le reporta beneficios económicos, pero sí la satisfacción de poder hacerlo. Eso con dinero no se consigue.

La historia de un lugar y la historia de una familia, los Pastene.

Que sin lugar a dudas, ya son lo mismo.

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