La casa de las dudas

1 comentarios viernes, 12 de febrero de 2010

Pasado ya un tiempo de lo que contaré, he caído en cuan importante es el amor pero también las dudas si algo de entrada no se aclara. Cuando eso ocurre el tiempo es el juez de una competencia entre dudas y amor. Y en general ganan las dudas. O pierde el amor, si se quiere ver así.


El condicionante fue aquel “lo vamos a intentar” que Vanesa dijo en principio. Yo lo tomé como un sí. Por dos años lo creí. Aunque esa fue mi lectura y no la real. Nunca dejó para ella de ser un intento.


Yo me sentía ilusionado, confié en mí y en la posibilidad de cambio. Vanesa no era Grillito, la ahora ex, lo que hacía tener otra perspectiva frente a lo que pasaba. Intenté no invadirla aunque supongo que no lo habré logrado. Me recuerdo, no sé por qué en este momentsilencio, o, haciendo cola para sacar entradas de cine mientras ella miraba, perdida, un punto fijo sentada en unos bancos frente a la boletería. Tenía en la mano esos vasos de plástico con tapa, que dan en las casas de comidas rápidas. La miraba y pensaba qué la tendría tan ocupada en su mente.
Por más enamorado que esté, nadie piensa en otro las 24 horas seguidas. Quizás ella se dejaba llevar por verme a mi feliz, o quizás estaba aburrida de todo.


Fueron dos años de acompañarme con bastante silencio. Y eso era una invitación a que yo cubriera ese espacio dando lo que creí era lo mejor de mi. Con los roles definidos, ella se dejaba llevar. No recuerdo una sola discusión, ni siquiera un contrapunto. Era como hacer una pregunta y constantemente respondérsela uno.


Seguramente el momento más cínico era el de los regalos. Al no haber oposición, ella aceptaba todo, hasta las reiteraciones de obsequios. Por no haber podido (¿o querido?) darme cuenta, así fue la cuestión. Es como hacer algo sin ganas, o con el inflador en la mano para que no se pinche la rueda, la rueda de la relación.


Sin embargo había más hechos curiosos. En su casa sucedían. Cada vez que iba notaba que pasaban ciertas cosas que eran diferentes a cuando llegaba en compañía de ella. Si llegaba yo solo apenas pasada la puerta se hacía un silencio bastante parecido al de una iglesia en plena ceremonia. Para no alterar eso yo también hacía silencio, hasta que Vanesa aparecía. Era incómodo. Pero cuando llegábamos juntos era diferente. El silencio seguía, pero ella y la familia estaban como dispuestos a seguir el ritmo del recién llegado. Con lo cual si pedía mate todos tomábamos, si quería café todos tomaban, si me quedaba a cenar no había oposición…

No era un rol aceptado sólo por comodidad de parte de ellos, creo realmente que dentro de ese contexto de familia, la incorporación de alguien de alguna manera revitalizaba la casa, de ahí que yo pudiera hacer a mis anchas algunas cosas. Recuerdo proponer ir al otro día a comer afuera y así se hacía. En general si decía que iba no había reparos.


Si Grillito era temperamental, Vanesa era exactamente lo contrario. Y para los que dicen que dos personas con algunas cuestiones parecidas se llevan siempre bien, debo decir que a veces el complemento no es buscar lo igual sino el contrapeso de aquello que no somos. Tenía cosas parecidas a mi. Hablaba mucho con la mirada, era amiga de los gestos y ademanes, muy reservada, algo distante. La conocí como para saber por actitud si estaba incómoda o feliz. Recuerdo la manía algo extraña que teníamos, que era la de juntarnos en la Iglesia de Moreno los sábados a la noche y ver si había casamientos, y nos quedábamos viendo la ceremonia, cosa que con Morena alguna vez también hice. Hasta que no hizo falta que le pregunte nada cuando noté que eso ya no era lo supuestamente divertido, no lo hicimos más, fue con un gesto. Listo.


Poco a poco el único lugar en donde la pasábamos bien era en su casa. Al revés que con Grillito que salíamos a cualquier lado, con Vanesa el ámbito de su casa la hacía más distendida. Y como todo se daba ahí, también allí fue el fin de la relación. Como siempre ocurre, se ve venir y se lo niega, o es tan evidente que ni se ve. A las ocho y media de la noche de un martes la acompañé hasta la casa, me hizo pasar aunque la idea no era la de quedarme, y nos sentamos en las sillas del comedor. Eran de respaldo alto, se necesitaban las dos manos para maniobrarla. Ella acercó la suya a la mía hasta que quedara a la par. Me tomó de las dos manos y me miró con cierta lástima.


Me dijo “¿sabés de lo que te voy a hablar?”, yo dije que sí. Dio una razón bastante lógica: mal podía seguir algo que empezó un poco atado con alfileres, y no quclases, dias, decision, ería herirme más porque no se sentía honesta con ella. Cuando a uno le dicen algo así corre por las venas desamparo, más allá de los buenos términos de este final. Uno deja de ser imprescindible para pasar a ser prescindible. Aunque nadie es eterno y no existen los amores perpetuos, o yo no creo en ellos. Me parece que hay un andar diario que hace que todo siga o no, seguramente yo tampoco sería el mismo de dos años atrás para ella. Como sea, para mi fue un dolor y para ella un alivio. Cuando me fui de su casa pensé en que ya no volvería.


Sin embargo a los dos o tres días, dando clases, aparece Vanesa y me pide que hable con los padres. Le dije que no encontraba motivo, ya estaba todo dicho y me dijo que no le creían, que pensaban que yo la había dejado a ella y que si yo no iba ellos no le creerían. Era una cuestión ya de ellos, pero decidí ir de todas formas.


Llegué sin ganas de entrar, pero abrió la puerta y me hizo pasar a mi primero. Como si fuera una película argentina, sentados junto a la mesa, los padres, él con los brazos cruzados, y ella con gesto adusto. Yo pensé bueno…esto será difícil…pero no lo fue. Les dije que había sido decisión de ella, que me dolía mucho, pero que intentaba ser lo mejor para los dos. Que estaba aun dolido y que no entendía qué estaba haciendo ahí dando explicaciones. Vanesa habló y pidió que le creyeran y que no la juzgaran más. Si su cometido era quedar mejor frente a sus padres, supongo que ayudé a la causa, me fui haciendo un bien. Creo que el problema era que los padres y ella eran tan parecidos, que chocaban por eso. Cambio de aire o de actitud eran necesarias.
La seguí viendo unos dos años, yo estuve ese tiempo en mis tareas: seguir con las clases y estudiar en la Facultad. Ella empezó el curso de maestra jardinera. Una vez a la semana iba a donde daba las clases y hablábamos un rato. No la extrañaba tanto ni tampoco me resultaba indiferente, era una mezcla de ambas cosas. Algunas veces se encontraban ahí con Grillito, y las dos tomaban mate juntas y se reían bastante. O el sentido del humor puede todo, o se reían de mí, vaya duda.
Las mismas dudas que terminaron con nosotros, las que me dijo en su casa.




Acotación al margen: no hay que dar nunca por sentado nada, empezando por el amor. En el intento de protegerlo se suele olvidarlo. Como los concursos, que tienen bases y condiciones, habrá que revisar de un amor la manera en que fue pasando y eso nos permite ver hasta lo que nos sucederá. Si ganar es perder, a veces hay que salir perdiendo, no se aprende de otra manera.
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