."Por fin se fue".

Tengo muchas cosas para decirle. Y frente al papel en blanco, pocas para escribirle. Elijo bien mi comienzo, para que se sienta cómoda en el resto del texto, que tenga ganas de seguir con sus ojos mis renglones de motivos expuestos, de verdades con giros poéticos pero vivas en todo momento. La mano duele apretando fuerte la lapicera, como cuando de chico temía se me cayera al suelo, los nervios en el trazo los verá quizás sinceros. Con tanto para dar a veces el mundo se vuelve austero, como esas luces pequeñas de linternas del tamaño de un dedo. En ese reflejo sostengo mis renglones. Segunda carilla y el orden de temas que van surgiendo no me preocupan, me apuro a ordenar con la mente lo mejor que puedo mis claros motivos en claros conceptos. Veo el final de la hoja, quiero cerrar la idea, eso deseo. Escribo que ya fue el final, que mis letras no son el cierre. Que el cierre ya estaba hecho mucho antes que esta carta. Firmo al pie, doblo el papel en dos, cierro sobre. Y al adiós, el correo completa el resto.

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