Lo que hay detrás de la puerta: el enchufe, el cable y la patada


Nada más concreto que aquello que hacemos a diario y nos enorgullece realizar, el sueño cumplido de ser y pertenecer. Desde levantarse y partir rumbo al trabajo hasta volver y descansar luego del esfuerzo. En algún punto nos sentimos seguros luego de hacer rutinariamente ciertos deberes.
Otras veces es un pesar que no termina nunca. Como fuera, la situación se vive según la sienta cada uno, aunque con un solo peligro. Que un día alguien decida que esa rutina en este caso laboral deje de ser tal.

Amparado en las leyes, el jefe bien puede avisarnos unos días antes la infausta noticia, con lo cual pasó de “otorgador de oportunidades” a “despreciable” a partir de su decisión para con nosotros. Durante ese lapso, entre la noticia y la efectividad de la orden, hay un vacío ya no legal, sino de sentido común. El castillo de naipes se derrumba y se vuelve al hogar pensando en cómo conseguir urgentemente algo que permita no hacer naufragar esa rutina que ya era parte nuestra.

Muchos buscan trabajo en la oficina desde donde aun son empleados a través de la red…la cabeza le dedica horas al nerviosismo de no saber qué hacer, de no creer más en nadie, de ver que el piso no era tan firme…pero uno al fin de cuentas es mucho más que el trabajo que hace. No se recibe ayuda del prójimo en general, sobretodo en oficinas de personal considerable.
La crisis (cual fuera, es permanente en la excusa) hace un tembladeral de aquel lugar genial hasta hace unos días…y entre la realidad y lo que uno cree percibir, se siente observado por los compañeros que no quieren igual suerte.

Como cuando se enchufa un equipo musical con un alargue para llevarlo lejos… si queremos desenchufarlo iremos hasta el enchufe y notarán que entre que se desenchufa y el corte de energía, el equipo anduvo uno o dos segundos más.. que es lo que tarda la electricidad en terminar de pasar por el cable.
Dentro de esta idea no están los que trabajan…o en realidad están en el extremo en el que aceptan la decisión de otros y se ven condicionados por factores externos, en un rol que viene estructurado y del que no es conveniente opinar en contra.
El “sistema” te acepta o te deja y uno es feliz en tanto trabaje…el “revolucionario” que quisiera otras reglas más equitativas, sobretodo si es joven, es generador de controversia y por lo tanto, fácil de echar.


Nos desenchufan si nos dejan sin trabajo…tarda la orden unos días en hacerse efectiva y luego…fin de la música. Lo que si es semejante en la comparación es la patada…en ambos casos trae consecuencias y nos dolerá.
Por eso, confiar en las iniciativas propias y ser capaces de superarnos desde lo nuestro podría ayudar a la causa. Y un buen par de zapatos con suela de goma…para estar a salvo de las “patadas”. Precavido vale por dos.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nota publicada en www.diarioficcte.com.ar