Lo que hay detrás de la puerta: ¡alguien lo hace mejor que yo!


En un mundo laboral bastante inestable y en donde no hay momentos de calma en cuanto a seguridad del puesto de trabajo, saber que una tarea es responsabilidad de nosotros y no de terceros otorga tranquilidad. Porque creemos que eso es el salvoconducto hacia cierta permanencia, que nos valoraràn a partir de esa acciòn especìfica y hasta en una de esas nos felicitan. ¡Hace cuanto que no me felicitan por hacer bien las cosas!.

Pero hemos hablado en algún momento de la diferencia según los ámbitos que un trabajo puede tener. Si las acciones estàn delimitadas, son inamovibles, o hay muchos que realizan tareas similares.
Esto es, trabajar o no junto a muchos compañeros en una oficina, por ejemplo. En donde realizan labores iguales màs de una persona.

Cuando la sensación al trabajar es de comodidad, funcionan ciertos mecanismos en nosotros. Por empezar seguramente iremos de mejor ànimo, sabiendo que en un punto todo se deja llevar, fluir, y que uno acompaña lo que hace, no lo enfrenta, no lo sufre, no lo lleva como carga. Veremos todo mejor y el otro notarà que nos sucede eso.

Si la competencia està al lado de nuestro asiento la cosa cambia. Porque se termina intentando trabajar màs y mejor que el de al lado y no por hacer bien lo nuestro. Es inevitable entonces cierta competencia y tambièn el apuro. La velocidad, creemos, es necesaria y a veces se premia calidad de lo hecho y no rapidez en si, hay que saberlo.

Ante iguales posibilidades puede ocurrir de encontrarnos a alguien que puede hacer nuestra tarea mejor que nosotros. Porque no somos màquinas, porque tenemos virtudes y defectos que se dan a conocer en nuestro andar. Lejos està de ser debilidad, sobretodo si aprendemos a mirar què es aquello que nos falta. Para un principiante (y para muchos con años de oficina y lugares varios, recorridos) lo primero que surgirà es la envidia. Tampoco eso nos aconseja. ¿Què hace alguien que es mejor que yo? ¿Què tiene de bueno? ¿Lo puedo aplicar yo a mis cuestiones?.

A veces no hace falta consultar a la persona directamente, uno aprende a mirar a partir de lo que le ocurre (¡de malo!), en general. En estas palabras no hay resignación. Sòlo se trata de aprender de nuestros límites. Pero aprender. Quizàs luego, sabido lo que lo hace mejor al otro, lo hago mejor yo que los demàs.
Porque a su vez tendrà mis propios valores.

Al final, luego de un tiempo, yo soy, finalmente, quien puede hacerlo mejor que antes.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nota publicada en www.diarioficcte.com.ar