.Su ilusión.

Dejó el caballo atado en el poste del semáforo. Caminó sin ubicar bien la dirección, preguntó y encontró la altura: 2325. Golpeó la puerta pero un hombre le dijo que eso era un edificio de departamentos, que había portero eléctrico. Buscó el 3B y tocó timbre. Esperó unos diez minutos, nadie respondía. La gente que pasaba se detenía a mirarlo, se sentía cada vez más incómodo. Otros cinco minutos y su paciencia terminó. Ya rumbo a la esquina se subió a su caballo y se fue. Marcela justo se estaba bañando y nunca oyó el timbre. El Príncipe azul de su vida, el que siempre esperó, ya cabalgaba por Reconquista hacia el bajo. Hay que estar atentos al timbre, amigos. Suena a veces (quizás una sola vez) y no lo escuchamos.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Reflexiones que nacen cuando muere el dia.