"El paso" -cuento corto-

Andrea estaba a punto de cerrar trato. La casa le había gustado pero no se lo quiso decir ahí mismo al vendedor y esperó hasta el otro dia para comentárselo por teléfono. Por primera vez la mujer nacida y criada en departamento pasaba a tener su porción de terreno verde, suyo. Una especie de derecho que se daba para sí luego de tantos años. El boleto se firmaría el miércoles y pidió pasar por la casa el martes. Le dieron las llaves y entró para mirarla a solas. Salió luego al frente, tomó aire y el sol le pegaba en la cara, todo parecía una publicidad de crema para manos. Perfecto. Salió tras cruzar la reja y una vecina se acercó. “Me llamo Norma”. Qué tal, Norma. Soy Andrea y en la semana ya me empiezo a mudar, soy su nueva vecina. “Buena noticia, me ponía nerviosa que esta casa estuviera vacía, sobretodo por los ruidos a la noche”. ¿Qué ruidos?. Norma siguió sus reflexiones sin escucharla. “Este barrio es tranquilo, te va a gustar. No sé si tenés familia, acá son todos casados y con hijos grandes. La de enfrente se llama Margarita y tiene tres hijos de dos matrimonios distintos, ahora tiene un novio que la pasa a buscar en un auto impresionante. La de allá se llama Emilse. Una española jubilada, no se da con nadie y saca la basura rápido para no saludar, es desagradable. Del lado de la esquina está la casa de rejas marrones, es de Ramón. Separado, dos hijos grandes, uno vive con él. Anduvo sin trabajo muchos años, era empleado de ENTEL. Los hijos lo ayudaron y ahora rompe las cosas de la casa para luego arreglarlas, eso me lo contó la panadera. En esta mano del otro lado viven un matrimonio y un hermano de ella. Hacen fiestas bastante seguido, hasta de madrugada. Yo creo que juegan, juegan a las cartas. A veces vienen matrimonios con autos y se quedan horas, creo que juegan por dinero. La vecina de mi lado se llama Beatriz. Es mi amiga. La familia ni la viene a ver, no la llaman por teléfono, nada. Cuando se pone a llorar me llama y voy, está muy sola, quedó viuda de joven y nunca más tuvo pareja. Y yo…bueno yo soy soltera. Tengo tres perros y dos gatos, hacen un poco de ruido pero todos acá están acostumbrados. Le abro al jardinero, al que me trae la soda y al del almacén. A nadie más. ¡Por suerte te mudás a un barrio donde no pasa nada!”. Al otro día Andrea estaba mirando por la ventana que daba al pulmón de su departamento. Dudando. Mucho. En un departamento uno puede ser anónimo, en un barrio eso es más difícil. Llamó a la inmobiliaria, pidió tiempo. Volvió a ver la casa, habló con la vecina. Le preguntó qué eran los ruidos a la noche de los que le había hablado. “Nada, seguro que vos no creés en esas cosas, sos joven”. Esa tarde Andrea se quedó en su departamento tomando mate con sus propios fantasmas. Y por ahora, no se mudó.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

“El paso”-cuento corto. El salto de vivir siempre en departamento y mudarse a una casa. O al revés. La ruta del stress que eso provoca, lo sensible que uno está a cualquier comentario que nos hagan. Nuestros temores frente a los cambios. Y cómo cuesta.