"Las marcas" -Cuento corto-

Abrió la caja por el costado, le hundió el dedo al cartón, no se abría por ahí, era por arriba. Pero la desesperación fue coherente por una sola vez: quería saber qué le habían mandado de encomienda. Nicolás parecía como un chico abriendo en navidad su regalo, y algo de eso pasaba. Modismos del nuevo milenio, se puso de novio a distancia con una chica argentina que vivía en Holanda, y ella le mandó un caja con algunas cosas que, avisó, eran para tenerlo más cerca. Abrió y encontró una carta envuelta en una bolsa de esas de supermercado con palabras en holandés indescifrables. Debajo y ordenados, aplastados: dos guantes de lana blancos, tejidos al crochet; una bufanda tamaño mediano también en blanco; una botella en miniatura y un reloj de arena algo viejo. Nicolás se rascó la cabeza y abrió la carta. Decía: “Voy a seguir en Holanda pero mientras pensamos solucionarla, acá van cosas anti-distancia. Los guantes son los mios, con los que sueño no tener frio si sé que están ahí, protegidos. La bufanda es para que no olvides decirme en invierno que lleve mi abrigo. Esa botellita en miniatura es para la cena, la pondrás siempre arriba de la mesa, estoy ahí y abrimos esa botella. El reloj de arena es un regalo de mi abuela. Marcó tantas veces cosas que no quería, que ahora te lo doy a vos. En cada granito de arena que caiga y vos veas lento, siempre voy a estar yo. Hasta que suceda lo nuestro”. Nicolás miró la caja, llevó la carta a su pecho, se secó lágrimas que nadie vio. Se puso los guantes. Y durmió mirando el techo, soñando con ella en ese reloj de arena. En su deseo.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

“Las marcas”-Cuento corto. Un reloj de arena, una palabra, un deseo. Todo puede marcar al tiempo. El que está impuesto, el que podemos modificar. El que deseamos para lo nuestro.