"El apuro" -Cuento corto-

El duro oficio del caminante. Cuando se está apurado los demás parecen no estarlo. Cuando se pretende disfrutar por una vez de cierto paisaje, el resto del mundo está acelerado. No hay un equilibrio cuando estamos caminando, cada uno tiene un ritmo y uno se termina acostumbrando. Hoy seguí a una señora viejita, encorvada, que con un carrito de esos de valijas atrasaba a unas cuantas filas. En la esquina por fin, nos pusimos a su costado, todos miramos a la viejita, ella mirando el asfalto. Relojeamos su carrito, tenía apenas ajustado un par de bolsas celestes y algo parecido a un caño. Venían autos y la gente siguió cruzando, apurados todos  por llegar a ningún lado. Yo esperé que fuera blanco el hombrecito del semáforo, y crucé lo más tranquilo con la viejita a mi lado. Sin querer la acompañé asi que pude observarlo: eso que llevaba envuelto en bolsa celeste y atado, era su tiempo y mi tiempo. El que suelo vivir apurado. Y seguí caminando.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

“El apuro”-Cuento corto. Las velocidades de las cosas no suelen tener nuestros ritmos propios, y reconocer la diferencia es ser feliz. Ni antes ni después: ahora.