Lo que hay detrás de la puerta: esperanza, lo segundo que se pierde


En un mundo laboral inestable la esperanza es lo segundo que se pierde. Lo primero, claro, es el trabajo.
Las aspiraciones tienen el color de nuestros sueños y cuando el acostumbramiento al lugar en que alguien se inicia laboralmente es total, se piensa “¿No habrá algo mejor?”.
Nadie necesita ser un perceptivo para notar comodidad o incomodidad. Porque si para todo nuevo empleado cualquier mínima tarea es al principio costosa, bien sabido es que el resto no le facilitará las cosas. En su gran mayoría. Y más si, como comenté en columnas anteriores, la jerarquía se tiene que remarcar a partir de iguales labores.

Algunas veces ocurre que tomamos la decisión de irnos cinco segundos antes de ser echados: esto es, que nuestro jefe…ya lo venía pensando pero no sabía cómo decirnos tamaña noticia. Otros “perciben” que el lugar, como una especie de Titanic, se hunde y deciden rumbear hacia otros destinos, o en realidad buscando aun su propio destino, su lugar indicado para estar.

Todos estos movimientos son decorados por la necesidad de trabajar. De no mirar lindas caras o generosas ayudas. Lisa y llanamente trabajar para cobrar un sueldo. La esperanza en ese caso no está en cambiar, sino en vivir el presente cuestión que sabemos que es complicado y no discutible.

Se machaca desde ciertos ámbitos la floja preparación estudiantil y es una realidad. Forman personas profesionales que se suman a un mercado que les exige ser otras cosas. Y se vuelve tan complicado como desagotar una pileta de natación con un vaso. Porque la proporción entre trabajo y posibilidades son ésas.

El estudiantil no es el único factor. El nivel exigido no pasa por conocimientos básicos, sino por caprichos empresariales. Contratar hasta cierta edad es uno de esos preconceptos. O la paradoja (argentina y no griega) de pedir experiencia y a la vez juventud de un aspirante. La búsqueda de condensar en una sola persona experiencia, juventud, metas firmes y que cuando le pregunte cuánto quiere ganar, no diga disparates…

Ante tanta descripción agorera, el rincón esperanzador. Podemos a pesar de las circunstancias ser en lo posible felices. O para empezar, podemos ser. Que no está mal, tampoco. Si trabajar ya no es trabajar de lo que nos gusta, hay algo que anda mal. No alcanza con una visión positiva de las cosas. Alcanza y sobra, en realidad, con sentido común. Formarse y luego exigir sabiendo que estamos preparados
Sino, seguiremos desagotando la pileta con un vaso.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nota publicada en www.diarioficcte.com.ar