Lo que hay detrás de la puerta: el trabajo es un libro de quejas


Para el recién egresado de una Facultad el primer día de trabajo en aquello que estudió durante años es de temer, porque se puede encontrar en un ambiente desconcertante: al fin las cosas no eran como se habían soñado y lejos estará el clima de espíritu de grupo que alguna vez disfrutó. Y así como se fijan en cada uno de nosotros durante la infancia las cuestiones básicas de la personalidad, el primer día trabajado casi define una postura de allí en más frente a lo que se viene.

Uno sabe lo que hace en tanto su cerebro esté despejado de presiones que no lo sorprendan, pero cuando todo es nuevo hay que ejercer la tolerancia. No todo es como uno lo imagina y en un trabajo se acatan órdenes. Si son de las impuestas o las de sentido común, se sabrá al tiempo de estar adaptado al lugar.

En mi caso particular el primer día de clases en la Universidad busqué a alguien que estuviera tanto o más desesperado que yo, porque no entendía nada. Y lo encontré en alguien que desde aquel momento es mi amigo. Cuando se ingresa a un trabajo en cambio, se buscan aliados. O al menos alguien que perciba nuestros nervios, pero entendiéndolos.

Desde ya que se pueden dar grandes amistades en el ámbito laboral, aunque la competencia lleve a razonar al corazón: antes que amigos, primero son compañeros de trabajo. Y eso hasta que uno pretenda hacer mejor las cosas que el otro, momento en que las “cuestiones de piel” hagan o no seguir a los preparados.
Los tipos de trabajos definen personalidades. Hay ocupaciones en las que se está solo ante cualquier decisión porque hacer específicamente eso es lo que se espera de nosotros. En otros trabajos, seis o siete personas hacen lo mismo, dentro de una misma sección y en general con los mismos sueldos. Destacarse en esas condiciones es construir lentamente, pero se logra.

Todas las sensaciones son conocidas y a la vez en cada uno, muy particulares. Al tercer día de trabajo ya uno no recuerda qué le gustó y qué no, simplemente lo hace. “A mi en la Facultad esto me lo enseñaron de otra forma” es un clásico en los primeros tiempos.
El correr de las situaciones, los retos (los que son desafíos y los que son correctivos), el aprender a partir del ensayo y error, el sueldo que se hace agua en las manos mes a mes. A todo eso le llaman experiencia y otros, simple rutina.

No todos reaccionan igual ante algo determinado. Mientras, pasa el tiempo.
¿Cómo era, Darwin?. El medio condiciona al hombre, ¿no?.
Al menos en el primer trabajo, sí, tenías razón.


(imagen gentilleza http://www.4.bp.blogspot.com/)

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nota publicada en www.diarioficcte.com.ar