"Te alejo, te necesito" -Cuento Corto-



Ayer vino a buscarme. También había venido hace dos días. No me encontró, me negué a verla, me escondí. Creí que detrás de una pared no se iba a dar cuenta que estaba, pero todo lo ve. Y vuelve, y es insistente, molesta. Decido alejarme, que es otra forma de esconderse.






Me voy lejos, me tomo un micro rumbo a la costa. Quiero ver horizonte para no sentir que me está siguiendo. Llego. Miro el mar, pienso en estar allá donde agua y cielo se juntan pero se tomaría un barco y me iría a buscar al mismísimo confín de la tierra. Me doy vuelta y a Dios gracias no estaba detrás, camino con las zapatillas puestas con dificultad por la arena.






En la orilla se toma aire aunque uno no quiera, siempre sopla viento y me relajé un momento. Pero hay otras huellas en la arena, no estoy solo. Acelero sin mirar a los costados, tengo miedo. Subo al micro y me vuelvo a los dos días. Un fin de semana de mi vida se fue tratando de escaparme, ya era lunes. Seguramente tendría otra vez su visita.






El miedo es en algún punto deseo, porque si no viniera estaría también preocupado. Hice mis cosas habituales, trabajé, pensé, vivo pensando. Eran las seis de la tarde y tiré la toalla. Había pasado una semana de persecución. Pedí al de arriba que apareciera nomás, que estaba preparado. Una noche, luego dos. Ni rastros. Estaba intrigado de quien me persiguió tanto y cuando debía aparecer, no había señales.






Y salí yo a buscarla, sabiendo donde encontrarla. Quería ir a recriminarle el juego histérico que no me merecía, el sentirme usado. O aparentar que lo estaba y que no vea lo necesario que se volvió para mi durante tantos días. Que la extraño cuando nunca la tuve. Me dieron direcciones en donde hallarla, pálpitos y corazonadas de quienes la trataron y eran amigos. Con placer silencioso fui a todos esos lugares, en el último cifré esperanzas.






Y ahí estaba. Mal vestida, mal tratada de tanto rechazo, con cara de cansada.



“Te vine a buscar yo, después de tanto que vos me buscaste a mi. Perdoname”.



Ella apoyó su cabeza en mi hombro. Suspiró y me miró. Me dijo que sí.



“Prometo no abandonarte más”, susurré.






Y abracé fuerte, muy fuerte, a mi destino.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

A veces necesitamos que nos busquen, nos recuerden para qué estamos y luego decidamos. Siempre es mejor hacer algo, que no hacer nada. Por uno.