"Buscando la calle"



¿Por dónde era?. Camilo estaba perdido dando vueltas con el auto, no encontraba la calle Padilla. Su hermano lo estaba esperando ahí pero él no conocía la zona. Como socio firmaban siempre los dos juntos cualquier emprendimiento pero esta vez Lucas fue el impulsor del negocio. Llegaba tarde. Las esquinas no tienen los carteles con sus nombres, tienen la chapa color violeta que con dificultad le ganan al óxido con sus letras blancas.






Ante cada esquina aminoraba la marcha, buscando la calle. No lo vio. O no lo vieron, a esta altura da lo mismo. El 68 con caja automática vendría en segunda, quién sabe. Lo real es que no frenó y primero tocó al auto adelante y luego éste hizo un trompo y dio de lleno la parte del conductor contra el costado del colectivo. El chofer frenó y los pasajeros gritaron, algunos se fueron hacia adelante por el efecto del cimbronazo.






Camilo se desmayó, se durmió. Vio que intentaron abrir la puerta de su coche, que le hablaban pero que no podía hacer gestos con las manos. Apoyó la cabeza en el respaldo y supuso que la cosa iba a ser eterna. Pudo ver que llegaron los bomberos, que de algún modo cortaban los hierros del hasta hace media hora auto caro y respetable. Que lo sacaron de ahí, que lo subieron a una ambulancia. Que acostado sentía que viajaba dentro de una coctelera, que dos personas le hablaban. Que llegaron a algún hospital que no adivinó porque entró en camilla. Se sentía bien atendido, había un movimiento de gente muy grande, estaba agradecido y cuando se recuperara les daría las gracias.






De a poco el dolor de espalda fue aflojando, le habrían dado algo para calmar el dolor, se sentía mejor. Los miró a los médicos porque eran tantos que no quiso olvidar caras para cuando volviera. Le dio sueño. Se despertó a los dos segundos. Movió el cuello, sintió sus dedos, miró a sus costados. Estaba solo.






Aparece un Hombre y le pregunta si está bien y él dice que si. Pregunta por los doctores y el Hombre le comenta que se han ido porque ya lo atendieron. Camilo se queda tranquilo, no oye nada. No oye nada porque no hay sonido. Ruido a nada. El Hombre le pregunta adónde estaba yendo y Camilo le cuenta que a firmar un contrato, que su hermano lo estaría esperando, que nunca hacen negocios por separado, que crecer es una apuesta y sentía que era el momento. Que celebrarían los dos por eso.






El Hombre le dijo que no se preocupara, que ya estaba avisado. Que lo acompañara a otra habitación. Y Camilo fue detrás del Hombre. Tan en paz que se miró sin zapatos pero caminaba como si los tuviera puestos.






¿Este Hombre sabría dónde queda la calle Padilla?, pensó Camilo. Intuía, se jugaba los zapatos que no tenía, que lo llevaría seguramente un tanto más lejos.






Más lejos de Padilla. Y lo siguió igual.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

No sabemos nunca hacia donde vamos. Es una apuesta de todos los días el saberlo. Y al final de cada día está bueno sentirse conforme con uno. Nos deja más cerca de la calle que elijamos. Lo escribí pocas horas antes de la muerte de Steve Jobs. Un involuntario homenaje a quien encontró su calle e hizo camino.