"Un alma son dos" -CC-



Martín no sabía cómo decírselo. Tantos años de conocerse, tantos momentos vividos juntos, tanta vida en común sin una sola discusión o planteo como amigos. Y él ahora buscaba eso, plantearle algo. La llevó al lugar donde Marcela se sentía más a gusto, los bosques de Palermo.






Caminaron haciendo el circuito, viendo pasar a los más jóvenes en rollers o al trote, cosa que desarrollaba la envidia silenciosa de ambos, que con mirarse ya conocían. Pararon y él fue al puesto con forma de locomotora y pidió ese hilo azucarado enrollado que hacía años no probaban. Se lo acercó y lo comían como dos chicos, degustando el dulce. Marcela lo conocía demasiado y sabía que algo raro estaba ocurriendo.






Siguieron caminando y pasaron por la zona de los botes. El le preguntó si se animaba a subir a uno. `La última vez que me subí debe haber sido a los 15 años´!! le dijo asustada. Martín la ayudó a hacer equilibrio, se sentaron. Coordinaron movimientos y salieron hacia el centro del lago. Pararon de pedalear y ambos respiraron profundo. Ella cerró los ojos para que el sol le toque la cara. El se rascaba la cabeza, nervioso.






Debía decirlo ahí. Cuando ella intentó pedalear nuevamente Martín la miró. Le dijo que quería hablar con ella. Que fueron muchos años, que sus padres se conocen, que sus hijos son amigos de los suyos, que detestaban del sexo opuesto exactamente lo mismo que veían en sus ex parejas. Que el encuentro casi diario lo hacía feliz, y sentía que ambos lo necesitaban cada vez más.






El bote es un lugar incómodo para acercarse y un minuto de charla puede ser un siglo. Marcela lo miró con cara de `te falta decirme algo más´…y él le dijo que no lo haga ponerse colorado como siempre le ocurría cuando tenía nervios.






Ella lo miró y sintió que no era el momento.






-"Acá no es el lugar", le dijo. Martín estaba resignado.






Con un gesto le pidió que fueran de nuevo hasta la orilla.



Pedalearon y cuando se bajaron Marcela lo besó.



-"¿ves? Acá sí es el lugar".






Y ambos dejaron de ser ellos para ser, desde ahí, una sola alma en los bosques de Palermo.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nunca parece ser el momento, siempre es inoportuno. Nunca llega lo que nosotros mismos pateamos hacia adelante. Hasta que no lo hacemos más y ahí si: la vida.