"Una revista, para ti" -CC-



Situación uno: Rubén va en bicicleta hasta el puesto de diarios de su colega a las cinco y cuarto de la mañana. Fria mañana. Allí el repartidor deja todos los diarios y luego se van dividiendo por zonas, ese día además llegaban las revistas, era miércoles. Con cuidado ató su parte detrás de la bici y desandó el camino.



Abrió su puesto, acomodó los diarios por orden alfabético, costumbre de maniático. Las revistas adelante del negocio, justo debajo de las golosinas. Esperaba que María fuera a buscar la revista “Para ti” de todos los miércoles, que le pagara justo y lo mirara agradecida, ese gesto de cariño a los ojos que Rubén una vez a la semana esperaba.



Hace dos años se separó y como suele suceder en las ciudades chicas fue rápido comentario entre todos sus clientes. Estuvo harto del género femenino y a la vez necesitó de ellas, la típica angustia post trauma. No estaba en edad de ilusionarse con miradas pero María era especial. ¿A qué hora iba a llegar?. Siempre va a las once de la mañana y son diez y media.






Situación dos: hay un tango que se llama “nunca tuvo novio”. María recuerda a su tía Noemí, vieja solterona, escuchando en la radio ese tema sentada frente a una ventana. Hoy la radio AM justo pasa ese tango y María se ve a si misma frente a una ventana, coincidencia nomás. A diferencia de Noemí su tia, ella colecciona fracasos e intentos a montones.



El último fue antológico: vivió (ese proyecto de vago) en su casa unos tres años y cuando quiso formalizar se ofendió y se fue. Eso sí, dejó deudas y todo. Costó mucho volver a la rutina en el barrio y pensó en mudarse para cambiar de aire (y hombres) pero se quedó, encariñada con los malvones y el rosal del fondo de su casa.



Le parecía divertida la “Para ti”, sobretodo esos test de 10 preguntas para mujeres al que luego hay que ir sumando puntaje para un resultado y definición. Siempre soñaba entrar en algún ítem pero no lo lograba, ese miércoles adelantó la rutina unos diez minutos y fue al puesto de diarios.






Situación tres: Rubén ve venir a María. Carraspea para tener voz más grave, ensaya en dos segundos algún saludo despreocupado, está nervioso como un chico. Saca un chocolate y lo separa, como para dárselo junto a la revista. Ella tenía una pollera con tablas, floreada y larga. El pelo suelto y cierto andar cansino que le daba ritmo. Rubén deja de mirar, de mirarla, para no hacerse notar. No había nadie y no le importaba nadie más.



Ella tuerce un poco su cabellera y lo saluda. Antes de decirle algo Rubén le alcanza la “Para ti”. Se fija el precio y le dice que aumentó, ¡vaya situación para hablar de eso!. Vale ocho pesos, le da diez. Él le alcanza el vuelto y debajo de la tapa el chocolate que hace equilibrio para no caerse. Ella enrolla la revista y le agradece mirándolo a los ojos, el momento de luz del dia para Rubén. Y se va. ¡Se va!. La miró irse como esperando que se diera cuenta del chocolate pero tenía tan enrollada la revista que ni siquiera se cayó al suelo.






Rubén no sabía donde meterse. No salió a decirle nada por vergüenza, y por vergüenza tenía ganas de hundirse en un pozo y no salir más. Golpeó su frente contra la mesa, se quedó en esa posición maldiciéndose. “¿Y esto?”. Lo interrumpe la pregunta de María, que entró con el chocolate en la mano. Es para vos, espero no te ofenda, dice él, poniéndose derecho de repente. La miró y notó sorpresa más que rechazo.



María lo volvió a mirar a los ojos, por segunda vez en el dia. Y le dijo “me gusta ese cartel que tenés ahí atrás. ¿Le estaremos haciendo caso?”. Él no supo más que decirle que sí, que puede ser.






A la semana, después de tanto tiempo para ambos, Rubén y María lo estaban intentando.






Y él puso el cartel en la entrada para que le suceda a otros: “La suerte es un diario que sale todos los días, siempre. Quien lo sabe, lo ve”.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

La esperanza tiene movimiento, no es una ilusión estática dentro del corazón. Vive en el otro. Pero también en lo que yo haga por llevarla a cabo.