"Seguime, no me lo pidas" -CC-



Paula esperaba que se calentara el agua para el mate, miraba la hornalla pensando en otra cosa. Apagó el fuego pero olvidó usar el repasador para levantar la pava y se quemó al contacto, eso la hizo volver de sus pensamientos al instante. Por culpa de Rodrigo dijo dos malas palabras por la mitad y se llevó el equipo de mate para su habitación.






Se sentó en un sillón y estiró las piernas en la cama, la posición en la que siempre le gustaba estar. Y pensar. ¿Hace cuánto que lo conocía a Rodrigo?. ¿Dos años?. Sí, casi. ¿Se lo tomará a mal, pensará que es una locura?. ¿Creerá él que es una manera elegante de terminar la relación?. Lo citó a las cuatro y faltaban cinco minutos, no se había cambiado y estaba con un jogging tan cómodo como impresentable. Terminó de tomar mate. Buscó una remera azul, se ató al pelo. En el baño se miró la cara, las ojeras de recién llegada del trabajo no quiso volver a taparlas. Timbre. Le dice de abajo que alguien le abrió.






Lo recibe con un beso como siempre. Rodrigo quería saber por qué tanto secreto, qué tenía para decirle. Ella le cuenta que desde que tiene dos trabajos de media jornada pudo ahorrar un poco. Él recuerda que era para un colchón de dos plazas, pero Paula lo frena. Le dice que siente que tiene que hacer un viaje. A Perú. Que ahí vive una prima. ¿La que te habla por Facebook?, dice él. Sí, esa. Que ahí también están dos amigas, que no lo tome como algo en contra de él, que lo ama, que lo necesita pero ahora eso para ella era lo que más quería. Que la entendiera. Que no le podía pedir que la acompañara, pero que lo deseaba de todas formas. Que la mire a los ojos, que no le mentía, que no había otro, ni estaba cansada de su mal humor y desorden cada vez que se quedaba a dormir. Ambos rieron, pero Rodrigo tenía ojos de derrota.






Paula le dio otro beso, le temblaban las piernas. Se fue y ella cerró, golpeó con el puño la puerta. Volvió por segunda vez a decir dos malas palabras por la mitad. Quería irse y a la vez quedarse, y en ninguna de las dos decisiones sentía que sería feliz.






Tres días después, jueves a las 5 de la mañana. Ezeiza tiene a esa hora tres personas con valijas y un hombre que pasa un cepillo limpiando lo que nadie ensució. Paula siente frio y hace 23 grados. Es miedo, piensa. No viene a despedirla ni vendrá, estaba ofendido y era terco como roca, lo sabía. Embarcó. Durmió un par de horas porque al lado no había nadie y pudo acomodar las piernas. Llegó a Lima.






Una de las amigas la debería esperar a ella pero ocurría al revés. No aparecía. Mensaje de texto “Pauli, estoy retrasada”. Le tapan los ojos con dos manos. Pensó que era él pero no, es su amiga, se abrazan. Ella parece más feliz que Paula.






Van a subir a un auto que las espera. Pregunta adónde iba a ir. “¿Vengo acá y vos no sabés adónde vamos?” le dice Rodrigo desde el asiento de adelante.






Ella lo mira, llora y se ríe. Y lo insulta por tercera vez. Y lo ama.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Cuando el amor es algo así como esperar que otro decida lo que yo jamás le pediré, pero quiero. Y lo hace.