"Lección maestra" -CC-



Oscar estaba mirando televisión y un poco intentando el descanso mental de un día complicado, la cuestión era relajarse. Su esposa se acerca, le dice al oído y por detrás que debía leer algo del cuaderno de tercer grado de Santiago. “Después lo veo”, le dijo. No, ahora, lo apuró Carla. Oscar se dio vuelta y tomó el cuaderno.






Lo miró bien porque en lo que iba del año no había visto ninguno y sólo recordaba haber firmado dos veces el de comunicados. Varios espacios en blanco, letras mayúsculas inmensamente mayúsculas, desproporcionadas. “Más adelante”, le aclara Carla.






Llega a una descripción en cinco renglones sobre su familia. Santiago escribió: “Mi familia es de apellido Castro, somos tres y el perro. Mamá trabaja de secretaria de una señora y papá en un Banco. Mamá siempre llega temprano y me viene a buscar, papá llega tarde y mira tele comiendo. Trae papeles y los lee. Juego con él cuando se duerme en el sofá y no se da cuenta. Tengo un mueble con juguetes y juego a que juega conmigo. Me dijo que me iba a comprar algo pero es un secreto. Cuando hablan tengo sueño, me duermo y me apagan la luz”.






Oscar terminó de leer y se rascó la cabeza, buscó una buena explicación antes de mirar a su esposa a los ojos. Entendió qué hacer. Fue a la habitación, Santiago ya dormía. Miró el mueble con juguetes, el estante tenía arriba de todo la pelota de fútbol y dos o tres robots de no sabía qué serie de televisión. Lo vio respirar dormido, se vio a él mismo a los 8 años. Apagó la luz, se sintió en derrota. Hablaron con Carla de hacer un espacio en la semana para que los dos jueguen.






Al sábado siguiente le preguntó si quería ir a la plaza y Santiago le dijo que si pero si era porque pasaba algo. Oscar respondió que no. Que llevara la pelota. Se pusieron a jugar contra un árbol, pateando sin sentido pero compartiendo el momento.






El chico le dice “¿vinimos por lo que escribí en el cuaderno?”. Y su papá lo miró fijo. Le preguntó de donde sacó eso y Santiago le dijo que cuando iba a empezar a escribir en clase le preguntó a la maestra que podía poner, y que le dijo “lo que sientas, tranquilo”. Que le dijo que quería inventar lo que escribiría pero la maestra se acercó y le habló bajito: “siempre es mejor poner la verdad. Vas a ver que si escribís lo que no te gusta pero es verdad, después se va a arreglar”. Y la Señorita Marcela tenía razón, le dijo Santiago al padre.






Oscar se sintió lo que era: un nacido en el siglo pasado. El hijo solucionó algo sin que se diera cuenta, o quizás sí. El lunes fue a saludar a la maestra. Y decirle que su consejo casi fue una solución terapéutica.






La Señorita no entendió mucho. Ella sólo hizo lo que corresponde cuando en general siempre hacemos lo que queremos. Nunca es tarde para aprender.



Para aprender a Ser. Maestra.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Un adelantado homenaje a los maestros, y a los que sienten que la verdad tiene valor cuando se refleja en cada acción que hagan.