"Eso que vos tenés" -C C-



Eran casi las doce de la noche y el barco estaba por zarpar. Nicolás jamás había viajado sobre el agua, en general lo hacía en avión, sentía que la lluvia no ayudaría en la tarea de reducción del miedo. Las gotas comenzaron a pegar contra el grueso blindex en las maniobras de salida del puerto. Se mueve al ritmo de las olas el barco. La luz de la bodega le permite ver unos dos o tres metros en derredor y el panorama es agua de rio marrón y mucho oleaje.






Intenta acomodarse pero la persona de adelante reclina el asiento un segundo antes que él y lo dejó en una posición desventajosa, acostado y a la vez sentado, sin opción. Respira profundo, mira a su alrededor. En diagonal un Hare-Krishna literalmente de pies a cabeza. Lo ve tranquilo. Imagina esas sandalias cuando llegue a Colonia y tenga que bajar en medio de la lluvia, se ríe de pensarlo en problemas. Un televisor lejano a su posición está pasando una grabación en donde explican qué hacer si el barco “tiene una emergencia”. Nicolás tantea debajo de su asiento y toca algo que cree es el salvavidas de él. Está nervioso.






Lleva en un bolso el traje para cambiarse aunque estará en Uruguay menos de cinco horas. Lo citaron para firmar los malditos papeles. La venta a unos familiares que nunca vio, de unos terrenos suyos que no conoce. Y no los conoce porque no eran de él hasta que su tío Ernesto tuvo la desafortunada idea de partir del mundo. Y Nicolás de ser heredero directo una vez más, como lo fue de su padre. Apenas horas después, los desconocidos familiares ya intentaron contactarlo para hacerle una oferta que no pudo rechazar.






Si lograba ver algo lindo de Uruguay en tan pocas horas quizás hasta compraría algo ahí. El barco se mueve como coctelera. Tres horas de viaje y llega a Colonia. Trasbordo en micro hasta Montevideo. Duerme durante todo el trayecto y lo despierta el golpe de un bolso contra su cabeza, había llegado a destino. Un hombre de la Escribanía lo esperaba y ambos desayunaron en la Terminal de Tres Cruces.






A eso de las 8 y media de la mañana fueron hasta el lugar. Una casa reciclada como escribanía, todo moderno salvo los muebles, la mesa parecía centenaria. Entran, como en “El padrino”, gente a la sala que no conoce y lo saludan como si lo conocieran, con beso en la mejilla y todo. No ve nada de parecido a sus primos respecto de él o su padre. El escribano lee su parte, se relee, se firma. Nicolás sale satisfecho dentro de todo. Pide un taxi, ve la costa de Montevideo de pasada, lo espera el micro y luego el barco.






Vuelve a Colonia. Antes de subir al barco encuentra al Hare-Krishna, vestido igual. Lo tiene al lado, es más fuerte que él su curiosidad. Le pregunta si llevar ese atuendo tenía que ver con un mandato de la religión, porque en verano podría entenderlo pero en invierno o con lluvia no veía la gracia. El hombre le dijo “A mi no me mandan a ponerme esto. Yo siento que lo debo usar. Como usted, su traje”. Nicolás entendió la rapidez del mensaje dado y le cayó bien el hombre. Hablaron todo el viaje de vuelta, se contaron cosas de sus vidas, bien distintas. Al otro día por Palermo, Nicolás paró en una zapatería. Pidió sandalias. Las más caras de las sandalias. Luego se compró una remera naranja.






¿Se puede ser espiritual y materialista?. Mejor, cada uno en su barco. ¿Qué dejó ese hombre en mi?, pensó Nicolás. Culpa.



Y empezó a envidiarlo. Por su falta de dinero.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Se puede ser feliz teniendo dinero?. Si. Se puede ser feliz no teniéndolo?. Si. Se puede ser feliz?. Siempre. Sin culpas.