"La distancia tan cercana" -Cuento corto-



Caminó entre esa especie de bruma que el invierno tiene cuando no se ve nada adelante y se escuchan sólo los pasos de uno. Le dijeron que era a esta hora, le dijeron que era por acá y la verdad es que tenía algo de miedo, eran pasadas las cinco de la mañana. Se mentalizó en que el miedo era más que nada frio y se fue acercando a una parada de colectivo.






El techo de cemento parecía la única construcción en varios metros, no conocía la zona y no parecía haber nadie, menos un colectivo. Se quiso poner las manos en los bolsillos y hacer ese gesto típico de quien tiene frio, pegando saltitos. Pero no tiene bolsillos y acaba de darse cuenta, asi que se quedó con los brazos cruzados. Estaba vestida de civil y no se acordó.






Pasaron quince minutos y vio venir luz sobre la calle. Un auto apenas ve una persona acelera en vez de aminorar la marcha, le hubiera preguntado si ese era el lugar correcto pero el automovilista no lo sabría. Siguió esperando, escuchó un gallo cantar de fondo, imaginó una zona rural, estando cerca de ese gallo para admirar sus cuerdas vocales en medio del silencio absoluto.






De pronto ve a alguien caminando en sentido contrario a la ruta, sobre la banquina. No lo distingue bien, parece que es él. Sí, definitivamente es él. Lleva aspecto de persona mayor a la edad que sabe, tiene. Una bufanda azul algo corta, que está puesta en diagonal para cubrir mejor el pecho. Campera de jean algo gastada y un pullover de cuello alto negro. Un morral de color gris, las manos en los bolsillos. Iba con la cabeza hacia abajo, venía rumbo a la parada sin dudas.






Lo ve de cerca. Tiene cara de niño grande, de amable aunque desconfiado de quien no conoce.






¿Esperando el colectivo, hace mucho no viene?.



Y el Ángel de civil le contesta “Sí, estaba esperando yo también”.






Cuando terminan de mirarse se ve al colectivo llegar. Se pone delante de ella para luego hacerla subir primero, era un caballero. Pero cuando lo intenta el Ángel de civil ya no está. El hombre se rasca la cabeza, revisa hacia ambos lados, el colectivero no entiende por qué no sube. Saca boleto, mira por la ventanilla, no la ve. Y no la ve porque ya se había subido.






Y estaría, como le ordenaron, de ahí en más siempre con él. Porque esperando el colectivo desde ese día, aquel hombre ya no se siente tan solo.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Un ángel. Pensando en mi ahijada Romina, en mi amigo Héctor. Y también en Candela.