"Molino de arena" -CC-



Gastón tenía un balde verde. Dentro algunas cosas infaltables: una palita, un rastrillo y una especie de embudo que cuando pasaba la arena para abajo hacía girar una rueda. Recuerda a su mamá, de chiquito, mirándola desde abajo con esa mezcla de devoción y orden que se cumple cuando a uno lo llevan pero otro decide el ritmo de caminata.






Llegaron a la playa. La mira armar la sombrilla, que le parece una cosa tan incómoda en donde se resguarda de la sombra tan sólo a un bolso. Gastón es feliz con su balde, escucha el ruido del agua, acelera sus pasos.. Hay olor a sal pero no sabe de qué está compuesto el mar, no le interesa. Se acerca a la orilla, la madre está a su lado.






Empieza a sacar arena, la mojada, y con la pala va llenando el balde. Nadie parecía hacer lo mismo aunque estaba lleno de gente. En eso viene la espuma del mar y el agua fría lo asusta. Luego un poco más y su rastrillo se movió. Una tercera correntada se llevó el extraño aparato de la rueda que giraba con arena. Lo vio irse hacia dentro del agua, grita “mamá” y la madre intenta rescatar el objeto pero la ola se retrae y pierde al extraño artefacto de vista.






Gastón comenzó a gritar lo único que sabía decir en emergencias: mamá. Unas diez veces. Miraba el agua y ya no le gustaba tanto. Hasta que una ola trae de vuelta al embudo de arena pero lo deja más lejos de donde él estaba. Había una señora y una nena; corre a buscarlo sin mirar si su mamá lo seguía. Llega y lo quiere levantar pero la chica lo hace primero.






Él la mira y le dice “es mio, nena”. Y nada fue igual. Tenía rulos en un pelo algo largo y vio que bajó la cabeza con mucha vergüenza de haber agarrado algo que no era de ella. Buscó sus ojos agachándose un poco y ambos se miraron. Gastón soltó el objeto, quedó en las manos de ella y se sentaron en la arena. Jugaron mucho tiempo o para Gastón fue mucho tiempo, hoy no recuerda cuántos días y horas.






Entra ahora a la playa con la sombrilla al hombro que tan inútil le parecía; juntos van hacia donde recordaban que fue su primer encuentro. Y dejan jugar a sus hijos en ese mismo lugar. Había llevado el objeto, aun lo tenía luego de tantos años.






Quería sacarse con su esposa una foto. Para contarle a los hijos qué tan lindo es el mar cuando deja lo nuestro a orillas de quien necesitamos.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

El mar se encargó de unir, pero había que estar ahí, y había que jugar en la arena. No todo es casualidad. Cuando tiene algo que ser, es. Para cualquier empresa, primero cuenten con ustedes!!.