"Lo mucho que me temo" -Cuento Corto- CC



Mariana salía del vivero con un ficus envuelto para regalo. Como siempre ocurría cuando se hacía para ella misma un presente, no se lo decía al vendedor y entonces dejaba que envolvieran con moño lo que una vez al mes compraba. Salió con la planta tapándole un poco la visión y fue hacia su derecha casi de memoria.






Pueyrredón no la deja en paz con tanto ruido, se para en la esquina y espera el semáforo, que ahora tiene en ese lugar una especie de sirena que acompaña al caminante mientras cruza. Siempre creía que alguien podía estar observándola, pero intuía que hasta para los ladrones ella era aburrida. A sus amigas le gustaba escucharles decir que era una chica sin suerte, y a sus amigas mentirle siempre del mismo modo ya les incomodaba. Mariana sabía de sus culpas y se había vuelto tan miedosa de ser herida que se cerró al mundo.






Todo ocurría mientras a ella no le ocurría nada. Quiso ser feliz con alguien y como no resultó parece haber dejado la felicidad en ese dia y hora. No volvió a buscar de entre la tristeza lo rescatable, como una vez le dijo su psicólogo. Nunca le hizo caso y es posible que de ella el hombre se haya olvidado luego de la cuarta sesión a la que no fue.






Intentó olvidarlo a Leandro: se fue de viaje, cambió de casa y de barrio, un poco el vestuario y el número de teléfono. ¡A ver si todavía algún día intentaba convencerla de volver!. Y el cambio de número fue lo primero que lamentó, era la posibilidad de seguir soñando con que alguna vez la llamara. Se compró una computadora aunque la odiaba.






Le hizo creer a todos que era porque se sentía moderna pero no engañaba a nadie, era para poder ubicarlo en internet. Apenas tuvo banda ancha lo buscó en las redes sociales, temió encontrarlo casado y abrazado con otra en alguna foto. Hubiera sido el mejor escenario para no sentir culpa. Pero no tenía ningún dato. Se sintió doblemente desdichada: no encontraba a quien buscaba, ni sentía que la buscaban para encontrarla.






Pasó otro mes y fue al vivero, esta vez a comprar alguna planta de colores lindos que soportara el balcón de su casa y el smog de Caballito. Vio una de color violeta, la giró y un poco de agua cayó por debajo y le manchó el pantalón. Se pasó la mano para secarse y se acordó. Compró la planta, la dejó en su casa, salió rápido para su viejo barrio.






Volvió a Boedo. Recordó que ambos se conocieron en el mismo lavadero de ropa, ella se había manchado con tinta un pantalón claro. Descontaba que se habría mudado pero algo intuía, su corazón latía como a los 15 años. En la esquina había un bar y se sentó en diagonal a la entrada del local, veía todo. Un café lo hizo durar unas cinco horas.






Era tarde y se tenía que ir, mitad por vergüenza propia. Fue al baño. Leandro entró al lavadero para dejar su ropa. Salió a los tres minutos.






Vio en la esquina un taxi que se iba, creyó que era Mariana. Si era, le hubiera dicho que aun la extraña. Que la llamaría, pero seguro cambió el teléfono porque nadie responde. Que odia la computadora tanto como ella, que teme encontrarla con otro.






Que la ama. Pero que tiene miedo de no ser entendido. Y que su casa parece un vivero lleno de flores de colores, como a ella le gustaban.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

No deberíamos especular con una espera, pensando que somos más importantes que la solución...