"Subir tu escalera" -CC-



Cuando le dijeron “consultorio 203” ya tuvo claro que sería en un segundo piso y resopló imaginando lo que le costaría llegar. El hall de entrada de la clínica tenía esa fila de personas que a veces se arma con formas extrañas y espacios para que otros puedan pasar entre medio, una multitud hacía murmullo detrás de él.






Las paredes eran blancas, el piso era blanco, el sol entraba por una de las ventanas a medio abrir. Se acercó y miró el pulmón del edificio, con un rectángulo de pasto y algunas plantas entre las salidas de aire de los equipos de la clínica. Se dio vuelta apoyando una mano en la ventana y vio la fila de gente en la que había estado 20 largos minutos.






Tres ascensores a su izquierda tenían un cartel que no alcanzaba a leer pero que no serían de buenos augurios de funcionamiento, quedaba uno con otra fila de personas con cara de hacía mucho no verlo por planta baja. Caminaba arrastrando un poco la pierna izquierda pero despacio se llega igual, como solía decir.






Miró dónde estaba la escalera. Tiene el turno con el médico en diez minutos y eran dos pisos por subir. Toma coraje y va a su objetivo. Pensar que corría para llegar a horario, pensar que hacía con sus hijos carreras en la plaza con alguno en sus hombros. Pero se mentalizó en el hoy. Con un brazo se agarró del pasamanos y empezó a subir de a un pie a la vez los escalones. Las personas le pasaban por al lado y él trataba de hacerse pequeño para no incomodar a los apurados.






Cuando llegó al primer piso se fijó en el ascensor y allí también tenía fila asi que tuvo que seguir su escalamiento. Cuando llegó al segundo piso habían pasado cinco minutos de su turno. En la mitad del pasillo sobre un costado una mesa con forma de medialuna y una secretaria vestida en gris y blanco, como todo el entorno.






Buen dia, Roque Velez, tenía turno 15 45…



”ya entró la persona del turno siguiente, señor. Cuando se desocupe el Doctor le pregunto si puede atenderlo”.






Tenía bronca pero Roque la miró con resignación, no tenía ganas de enojarse. Le ofrecieron sentarse, una mujer lo notó frágil quizás, pero no quiso. Se apoyó contra una de las paredes enfrente a la puerta del médico.






“¿Quiere leer algo, abuelo?”, le dijo la mujer y le alcanzó una revista “Gente” bastante vieja. Quiso hacer el crucigrama pero ya estaba hecho, como siempre ocurre con las revistas de consultorios. Miró las notas y se rió un poco. Aprovechó la pared para ponerse derecho. Se masajeó la pierna que tanto le molestaba hasta que logró mas o menos enderezarla. Aun estaba agitado por el esfuerzo pero bastante conforme con llegar.






La puerta se abre y la secretaria entra. Al segundo vuelve a salir y lo invita a pasar.



El doctor lo recibe.: “¿primera vez, no?”. Y única, doctor. Me llamo Roque Vélez. Estoy curado, ¿sabe?. Me costó mucho llegar acá pero pude. Todo estaba en mi, recién me di cuenta que todo estaba en mi. Gracias.






El viejo le dio la mano y el psiquiatra lo miró. Entendió cómo funciona a veces en algunos eso que los remedios no conocen: la autoestima.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Antes de esperar que un médico lo diga, es mejor que se sepa: las soluciones siempre pasan por uno. Y por nadie más.