"El amor y la puerta" -Cuento corto-

“No sos una estampita” me dijo la negra antes de darse vuelta e irse, quedándose con la última palabra y lo que es peor: la razón. Tenía estilo para pelear, siempre le reconocí eso, me gustaba hasta cuando se enojaba conmigo. Cerró la puerta de la habitación y se quedará ahí un rato hasta que se le pase. Me porté mal, no le avisé a qué hora volvía, me esperó con la comida. La negra tenía razón, una vez más.

Evidentemente no soy una estampita pero ella para mi sí lo es, me conoce en mis debilidades, estoy entregado hace ya tres años a lo que me diga. Cuando la conocí me sacó rápido la ficha, creo que uno va predispuesto según quién sea, a que pase algo así y a que lo conozcan del todo. Conocer del todo implica eso que ocultamos frente a los demás, que compartimos sin pensarlo, cuando encontramos una razón para no sentir que tenemos un defecto, o una manía o algún dolor. Y la negra era eso, yo le entregué el corazón apenas la vi.

Golpeo ahora la puerta y no me abre, le digo que no se enoje conmigo, que me comeré la comida fría de todos modos, que la próxima le avisaré con tiempo. La primera vez que la vi fue en la facultad. Pasaba y se daban vuelta para mirarla, como dice el tango. Luego un amigo en común hizo una fiesta y sentí que era una señal. Me acerqué a ella aquel viernes de hace tres años y la toqué con el vaso frio que tenía en la mano. Me miró y me presenté, le dije que la ubicaba de alguna materia en común y me dijo que sí. Bah, me dijo que sí, que me ubicaba. Hablamos de cualquier cosa unos 15 minutos.

Me preguntó la edad y los 23 le sonaron a poco, lo vi en su cara. Ella tenía la misma edad pero seguramente querría a alguien un tanto mayor. ¿A vos te gustaba antes de conocerme alguien mayor que yo?. “¡No! ¡Qué decís!” me dice la negra detrás de la puerta. Bueno, al menos me habla, es un avance. Dos semanas hasta que le mandé un mensaje de texto con miedo a la respuesta: ¿podremos salir?. Y ella me respondió “Bueno, pero elijo yo adonde”. Así que fuimos tres días seguidos…¡al cine! Nadie puede resistir ver tres películas en días seguidos y le parezcan buenas, salvo a la negra. A mi me aburrieron las tres pero cuando no se daba cuenta la miraba en la oscuridad de la sala y era realmente hermosa, no sabía cómo demostrarle que sentía haberme sacado la lotería.

Mezcla de libertaria y formal, me presentó a sus padres. ¿Te acordás cuando conocí a tus viejos?. “Yo sí, ellos no”, me dice, haciéndose la graciosa detrás de la puerta. Dale, abrime negra, ya me comí toda la cena aunque estaba fria (mentira, tiré la comida, helada e impasable). No me hagas prometerte lo que no tengo, che. Y no tengo más nada, vos sos yo. “Callate, cursi”, me dice con la puerta aun cerrada. El casamiento fue en una capilla con diez invitados, ella se encargó de hacerlo como quería, tengo una foto de la fiesta en mi celular, porque ahí la negra se rie con una felicidad genial, no de flash, sino porque así nos sentíamos.

Tres años hasta hoy. Dale, abrime. Te llevo al cine. “¿Elijo yo?”. Sí, elegís vos. La puerta se abre y la negra sale arreglada y pintada. “Dale, vamos”, me dice. El día que saque la puerta de la habitación se acaba el amor, le dije, por decir algo. “No me hagas prometer lo que no tengo, vos sos yo”, me dice la negra.
Me sonó conocido. Y cursi.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Cuento corto. El amor con viento a favor. Porque son jóvenes, porque llevan poco de casados, porque están adaptados. O por ninguna de esas cosas. La puerta de cada uno tiene la respuesta, creo.