"La fiesta de los 100 pesos" -Cuento corto-

El método era lamentable pero rendidor. Cada vez que la mamá salía para darle de comer al perro, Marisa iba hasta la ensaladera de vidrio, la levantaba para sacar la billetera escondida de la familia, y se hacía de algunos pesos. No muchos, siempre para el recreo porque la madre le prohibía comer las cosas del kiosco del colegio. Ya en la secundaria no lo hizo más. Pedía, directamente. Ahora, cerca de los 15 años lo que realmente le molestaba a Marisa era no tener control sobre su propia fiesta. Sentía que era más una alegría para los otros, que para ella. Se lo dijo al hermano mayor, mate de por medio una tarde de abril. Y el hermano le dijo que en las fiestas siempre pasaban esas cosas, porque los 15 de una chica son especiales para todas las familias, y esa cosa de “ahora el mundo es tuyo” en realidad es luego de la fiesta y no durante. Ambos se rieron. Marisa entendió lo que le dijo su hermano y un poco se calmó. Pero se acercaba el dia y los padres decidían todo. El colmo fue el vestido, que no le gustaba y en cuanto más lo decía, resultaba que más convencía a la mamá de lo contrario. Hasta que el jueves anterior a la fiesta se cansó. Vio a la madre salir al patio para darle de comer al perro y fue hasta la ensaladera de vidrio. Sacó dinero mientras todo el tiempo se daba vuelta para ver si la mamá volvía, fueron 100 pesos. Los guardó en el jean y puso la mejor cara de disimulo que tenía. A la media hora le dice a la mamá que se iba a lo de una amiga. En realidad había visto ropa sobre Avenida Cabildo y se fue para ahí. Estuvo toda la tarde mirando y pensando en que no le iba a alcanzar. En eso ve un negocio de ropa y dos remeras en maniquíes bastante feos, como siempre. Una remera-polera, con un hombro descubierto y estampada la frase “Happy Day”. Entró, preguntó el precio y le dijeron 65 pesos. Le quedaba bien. Cuando salía del probador vio a la madre apoyando una mano en el mostrador, con gesto de enojo. Sonó. Le preguntó cómo la había encontrado y la respuesta fue muy del siglo 21: “te olvidaste apagar el gps del celular”. Y sí. Marisa le dijo que quería ponerse esa remera y no el horrible vestido. Llegaron a un acuerdo secreto: el vestido se lo iban a regalar a una amiga de Marisa, total nunca sabría lo feo que le resultaba a ella. Bajando la escalera el sábado, sonaba de fondo la canción de “Ghost”. Marisa, feliz. Con su remera puesta y una cadenita de plata con un colgante que decía ”Sé tu siempre”. Ambas, madre e hija, por 35 pesos la habían elegido. Gastaron los 100. Resultó barata la fiesta. Ahora sí el mundo era suyo, como le dijo el hermano.

3 comentarios:

Gabriel dijo...

“La fiesta de los 100 pesos”-Cuento corto. Siempre me llamó la atención las fiestas de 15, quizás porque ya no se estila que los varones tengamos una celebración asi en la adolescencia. Se producen peleas, alegrías, ganas de mostrarse frente a los demás y frente a la vida incluso, que de alguna manera pinta lo que luego será todo. Es como un anticipo de lo que vendrá para una chica. Y la necesidad de no dejar de ser ella cuando la celebración es de ella. Eso quise reflejar. Ah: sólo en cuentos se arma una fiesta con 100 pesos.

Ricardo dijo...

querido Gabriel, en ppio gracias por el comentario que nos recuerda. Es como un volver a vivir. Luego, lo más importante, muy piola el cuento. Bien contado (si es que eso importa en un comentario) y llevadero. Es lo tuyo. Pero, más allá de esta cuestión casi superficial de autorreferencialidad, me encanta leerte, saber lo que hacés, sentirte parecido: esas cosas. Estás en una trinchera cercana. Y, a veces (aunque las cantidades no importen), parece que no somos muchos.
Un abrazo capo.

Gabriel dijo...

Gracias Ricardo!! la tarea de honrar lo que a uno le gusta es complicado y también un ejercicio vanidoso. En el único momento en que lo soy. Bueno, y éste. Ja. Te agradezco y no sé si es resistencia, digamos...persistencia. Intentarlo!!. Un abrazo grande y un placer si lo escrito llega y te llega!!.