Capítulo 2: La des-aparición


Ya conté acerca de la primera mujer que teniendo la misma edad más me había impactado, a los cuatro años. Una aparición. Dos cosas se sostuvieron firmes con el correr del tiempo: mi absoluta timidez y falta de comunicación, y mi amistad y casi devoción por Carmen.

Así pasaron primer grado, luego segundo, tercero (una verdadera pesadilla en cuanto a temas de salud de mi familia y por lo insufrible que me resultaba el colegio y la maestra), hasta que llegamos a cuarto grado, año 1984. El callado observa, analiza, describe, saca conclusión pero claro, todo en silencio. Me había convertido en un buen observador de actitudes, tomaba ejemplo.

Me recuerdo en el patio, en el recreo, hablando con varios más y me tocan el hombro. Era Carmen. La memoria emotiva me recuerda tanto a mí como a ella con camisa, así que sería por abril o mayo de ese año, antes de la primera comunión programada.
Muy seria, dijo textualmente “Gabriel, quería decirte que a partir de este momento no te dirijo más la palabra”. Levantó su pera, como quien acaba de sentenciar y mira un poco todo desde el púlpito, y se fue. Yo me quedé pensando en que era una broma, no sabía qué le había hecho. Era bastante básico lo mío. Ni bondades ni maldades me salían hacer. Pasó ese día y no me saludó al irse…pasaron dos días…tres…cuatro…una semana y no me dirigía la palabra, ¡vaya que cumplía!.

Como estaba muda, por decisión de ella, no podia pedirle razones. Y yo, más mudo aun que Carmen por naturaleza, me resultaría difícil salir de ese entuerto simplemente preguntando. Me recuerdo sufriendo la situación, teniendo desamparo, seguía creyendo en que me protegía, aunque evidentemente ya no. Pasaron los meses y la situación seguía de la misma manera.

La primera comunión se atrasó por no estar “religiosamente preparados”, en boca de la Hermana Directora, con lo cual todo se pospuso para noviembre. Seis meses después de sus palabras, Carmen seguía sin hablarme. Lo curioso surgió en el ensayo de la celebración de la misa, días antes. Me tocaba salir en conjunto con una compañera, y un día antes la cambian de lugar y en su reemplazo me pusieron con Carmen.

“Cayó piedra sin llover”, pensé. Coordinar movimiento con alguien que no te dirige la palabra iba a ser un inconveniente. Y lo fue tanto, que salíamos siempre descoordinados. Mi maestra de quinto se me acerca al oído y me dice “¿qué pasa?”, y yo la miré (por supuesto sin hablar) con cara de “esto es así”. Me cansé y resolví salir a mi turno sin estar al pendiente de si ella lo hacia, yo resolvía cuando hacerlo y que me siguiera si quería. Y así fue la ceremonia.

Hasta el último día de séptimo grado continuó este silencio, dos años y medio. Mi madre me había comprado el diploma para que todos me firmaran y ella me esquivaba con cierto estilo. Fue la última que me faltaba de todos mis compañeros. Apoyada en una mesa de aula puesta en el patio, ella escribió en el diploma que cuelga en mi pared, hoy: “Para un compañero, de otra”. Carmen.
Cuando salimos todos luego de terminada la fiesta de graduación de séptimo, sabía que volvería a mi barrio, bien lejos de mis compañeros, no los vería por un largo tiempo, o quizás nunca. Saludé a todos llorando a mares y le pedí saludarla a ella también. Nos abrazamos, le recordé aquel primer día y lo importante que para mi ella había sido. Ambos lloramos un poco, y fue a la última persona que vi hasta hoy, 23 años después.

Desde los 20 años, o por esa etapa, me surgió preguntarme qué sería de la vida de Carmen. Hasta que vi, (me vi), en que podía ser un objetivo el hallarla, no para buscar explicaciones. Porque valió más lo primero que hizo por mi que el resto. Y este año lo pude lograr. ¡No contaba con que ella no recuerda el motivo de la pelea!

La “Aparición” de mis comienzos, terminaba siendo una “Des-Aparición” en el final de mi escuela primaria. En la actualidad busco no hacerla enojar para que no ocurra nuevamente un período de silencio impuesto. Diálogo esta vez no faltará. Es una anécdota del pasado, prescribió en el tiempo. ¿Qué le habré hecho de grave?. No lo sé.
Y ya no importa. Porque ahora hablo y pregunto. Por eso soy Periodista.
¡Me definiste la carrera, Carmen!.

1 comentarios:

Gabriel dijo...

Nuevo texto aprobado por Carmen, quien sugirió acá también la imagen.