"Reflejos" -Cuento corto-
Miguel pensó lo imposible: intentar esconder dentro del papel para regalos una bicicleta. Intentó pero no pudo, le puso igual un moño y la dejó cerca del portón de entrada, asi su hijo Gastón la vería cuando llegara de la escuela. Por alguna causa extraña él estaba con tanta o más expectativa que el hijo, quería verle la cara de alegría cuando llegara. El chico bajó del micro escolar y tocó timbre. La mamá le abrió, entró y se fue rumbo a la puerta. Nunca vio a su derecha donde estaba la bicicleta. La madre lo llama y lo hace salir. Gastón se da cuenta y abre los ojos. Ahora sí, Miguel iba a disfrutar de verlo feliz. Pero el hijo se acercó y la miró estudiándola, la tocó como para sentirla real y cercana. Se subió y se sentó pero como quien se ubica en la silla del dentista: con pocas ganas. Entró a la casa después de saludar al papá y un “gracias” con gusto a poco para Miguel. El hijo se puso a jugar con la computadora. Madre y padre tomaban mate en la cocina. La mujer parada, apoyada contra la mesada le servía el mate a Miguel, que tenía una desilusión tremenda. Ella lo intentaba consolar diciéndole que ahora los chicos son asi con los regalos, que lo iba a valorar con el tiempo. Miguel recordó su primera bicicleta, el honor de ser el segundo en la cuadra en tener una; en cómo sus amigos hacían fila para subirse. En la adrenalina de acelerar para que el dínamo de la lamparita de adelante encendiera aun más. En lo libre y alto que ahí arriba se sentía, del viento en la cara que le gustaba oír, de la independencia que sentía subido a los pedales. Pasaron dos días. Gastón no registró la bicicleta, que los padres entraron a la casa y la pusieron detrás del sofá. En el fin de semana el papá estaba leyendo en el patio y se acerca el hijo. Le pregunta si podía enseñarle a andar en la bicicleta. Miguel se agarró la cabeza. Nunca le había enseñado con casi ocho años. Sintiéndose culpable lo llevó a la plaza. Miguel recordó que a él le enseñó un vecino, poniéndole el brazo estirado al lado de él para hacer equilibrio, y eso hizo ahora. Gastón tiene el pelo más corto que cuando Miguel tenía su edad pero como siempre, se vio en él cuando de a poquito se fue alejando solo y sin ayuda con la bicicleta. Años después el círculo de algún modo se completaba. “Dejame”, dijo el hijo, y su padre lo soltó para que andara. Así, Miguel dejó de verse en Gastón todo el tiempo. Para dejarlo de una vez por todas, ser.
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1 comentarios:
“Reflejos”-Cuento corto-. Las historias que heredemos de nuestros padres, las propias y las que vemos de los demás. Con ellas crecemos, nos formamos y luego teñimos todo lo que hagamos. Las que nos pesan por ajenas, las que nos presionan, las que nos sirven. En todas siempre algo se verá de nosotros.
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